Noviembre 16, 2024

Jugando con el Paro Nacional

La amenaza de Paro nacional ha sido tan manoseada como inútil la mayoría de las veces en que se ha convocado.  

 

Basta que se negocie con el gobierno para que la famosa mesa del sector público, dirigida por militantes de la Nueva Mayoría, saque su as bajo la manga: el paro nacional.

 

 

Y luego mandarán al choque a los funcionarios públicos y someterán a la gente inocente a una sinnúmero de dificultades de las cuales el gobierno, que se supone contra quien se organiza, apenas si se entera. Por lo demás, le importa un soberano rábano.

 

De tanto sobajear la idea de un paro nacional, se ha perdido su real sentido e importancia. Se ha jugado con un arma insustituible cuando es usada correctamente y es convocada por dirigentes honestos y coherentes.

 

Que con el paro nacional no se juega lo demuestra el más potente y profundo movimiento social que ha emergido luego que los estudiantes fueran cazados en su propia trampa, la de la gratuidad, y aún sigan entretenidos con esa pelota de trapo que  el gobierno les prestó.

 

El Movimiento No más AFP hizo una apuesta arriesgada al convocar a un paro nacional luego de sus multitudinarias marchas.

 

Antes de convocar a la gente a una movilización tan radical como un paro nacional, corresponde impulsar un proceso gradual que permita ir ascendiendo en legitimidad, en cobertura y, especialmente, en los modos que debe adquirir una protesta en la que casi todos los trabajadores tienen mucho que decir. Y demasiado que perder.

 

Faltó ese paso. Lo cierto es que el día de paro nacional el país siguió  funcionando. Con grandes marchas, con alguna ciudad más encabritada que otras, con agudas expresiones de descontento, pero lo cierto es que el país siguió su curso normal.

 

Paro nacional, ni por pienso.

 

Expertos en amenazar con paros nacionales han sido los auto erigidos dirigentes de la CUT. No había concentración del primero de mayo en la que el ex presidente de la Central, el socialista Arturo Martínez, no anunciara con voz certera y profunda convicción, que si el gobierno no arreglaba no sé qué cosa lo que venía era el paro nacional. Y como todos sabíamos, no era más que una bravata rasca porque Paro Nacional, jamás hubo.

 

 Ahora le ha tocado a la actual presidenta de la CUT: si no se comen toda la comida, paro nacional.

 

La negociación del sector público hace muchos años que derivó en un rito que ha perdido su efectividad. La mayor parte de sus dirigentes son de la Nueva Mayoría o algún tipo de caja de resonancia de esta.

 

Nadie se explica cómo entonces, si son de los mismos partidos las cosas no se arreglan sobre una base indiscutible: quienes trabajan para el Estado han ido perdiendo derechos y pauperizando sus condiciones laborales en lo que va de pos dictadura.

 

En ministerios y reparticiones públicas da la impresión que no llegó la democracia. Y quienes osan ungirse como empleados públicos, la mayor parte a contrata u honorarios, deben saber que van a quedar a expensas de las directrices autoritarias de los jefes, a vivir la zozobra de los fines de año, a los ajustes por la eterna crisis que solo afecta a los trabajadores y a la razzia que llega con los cambios de presidentes y sus ejércitos de atiputados de turno.

 

Que en los trabajadores hay un ánimo por dar la pela, es cierto. Y que en muchos ni siquiera cunde la amenaza de los descuentos que el ministro de Hacienda Rodrigo Valdés,  facho encubierto e ignorante en política, no trepida en blandir.

 

La gran falla está en los dirigentes atornillados, los que han manipulado cuando no inhibido esas ganas de pelear que cunde en el pueblo de Chile.

 

Esta vez nuevamente los trabajadores serán engañados. El gobierno no se va a mover de la miseria del 3,2 % que ofrece y de los bonos piñuflas que no significan un aumento de sus salarios. Y los mismos parlamentarios sinvergüenzas que hicieron a pantomima de votar en contra en el Congreso, ahora lo van a votar a favor.

 

Y todo volverá a la normalidad y al solaz de las autoridades que de nuevo engrupieron al gilerío. Y por sobre todo, se habrá debilitado y deslegitimado un poco más una herramienta insustituible para los trabajadores: el paro nacional.

 

No pareciera, pero tanto los partidos de la Nueva Mayoría, como el gobierno, los parlamentaros y no pocos dirigentes, habrán cumplido con sus expectativas y objetivos.

 

Y luego, lo mismo de siempre: los trabajadores fueron convocados a jugar al paro nacional y perdieron.

 

 

 

 

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