Diciembre 2, 2024

Mervyn King, ex gobernador del Banco de Inglaterra “España debería abrir un debate sobre su pertenencia a la zona euro”

El Banco de España es una institución singular: la cúpula yerra y sus inspectores aciertan. Para muestra, un botón: los inspectores avisaron al Gobierno en 2006 de la crisis que se avecinaba, alertaron años después de que la salida de Bankia supondría “nacionalizar pérdidas” y ahora denuncian “la pasividad y la autocomplacencia” de los actuales responsables de la institución. Otros vientos corren al otro lado del canal de la Mancha. El Banco de Inglaterra es una de las joyas de la corona del Reino Unido, respetado por su independencia y solidez intelectual. Si la institución mantiene su flamante prestigio después de la crisis es, en parte, gracias a un eminente profesor de economía (Harvard, MIT, LSE…), Mervyn King, que entró en la institución como economista jefe en 1991 y fue gobernador durante una década, de 2003 a 2013.

 

 

Ahora llega a las librerías El fin de la alquimia (Deusto), que ha sido celebrado por los economistas y la prensa internacional como uno de los mejores libros sobre la crisis. Cerca de cumplir los 70 años, Lord King despliega su erudición para transmitir al lector profano en economía los mecanismos de la sociedad capitalista y una completa historia de la moneda y la banca. Con la autoridad de haber sido uno de los principales protagonistas de la crisis de 2008, denuncia que el presente marco intelectual está obsoleto y que si no se hacen cambios profundos, otra crisis llegará que “colapsará nuestro sistema económico y financiero o tomará la forma de un conflicto político o incluso militar”. La entrevista tiene lugar a mediados de octubre en la Facultad de Derecho de la New York University (NYU), donde King es actualmente profesor.

En su libro usted afirma que culpar a los individuos de la crisis es contraproducente. ¿Por qué?

Como explico en el libro, las personas, por naturaleza, tienden a buscar a alguien a quien culpar y castigar. ¿Pero qué ocurre si la causa del problema no sólo es de los individuos, sino del sistema? Pues que otra crisis podría volver a ocurrir. Lo hemos visto durante largos períodos de tiempo en forma de crisis bancarias; llegan a intervalos impredecibles, pero siguen llegando. Son muy difíciles de lidiar, y es la gente sencilla y trabajadora la que paga el precio, la que soporta su costo. Por ello, pienso que lo más importante que los economistas pueden hacer es intentar explicar a una audiencia mucho más amplia por qué algunas de las actuales ideas económicas nos han llevado a este desastre, y qué tenemos que hacer para cambiarlas.

Usted usted cita a Hegel (“Lo que la experiencia y la historia nos enseñan es que la gente y los gobiernos nunca han aprendido nada de la historia, o no han actuado sobre los principios que se deducen de ella”). ¿Cuándo piensa usted que la gente y los gobiernos van a aprender las lecciones de la crisis?

Me temo que hará falta otra crisis antes de que la gente realmente pueda decir que debemos hacer algo. Y pienso que la crisis de 2008 fue enorme, tanto por sus consecuencias absolutas sobre nuestras economías como por ser una crisis global que afectó a la totalidad de los países industrializados. Otra crisis del mismo tipo demostraría a la gente que hay algo esencialmente erróneo que debe ser corregido. No estoy seguro de que la gente haya aprendido, aún hoy, las lecciones de la última crisis.

Usted tiene la reputación de ser un hombre muy prudente. Sin embargo, escribió que “la siguiente crisis o colapsará nuestro sistema económico y financiero o tomará la forma de un conflicto político o incluso militar”.

Pienso que sí, y lo que los políticos hacen es sólo tratar de seguir adelante, carecen de ideas. Como no han cambiado el enfoque básico, tampoco tienen respuestas. Es posible que seamos capaces de salir del paso por un largo tiempo, pero salir del paso no va a resolver el problema de volver al camino de crecimiento en el que estábamos. Después de la Gran Depresión de la década de 1930, cabía preguntarse hacia dónde iba la economía de EEUU. En realidad, veinte años después estábamos en la misma senda de crecimiento: el empleo perdido se había recuperado por completo. Estamos muy lejos de eso ahora. Podemos recuperarlo, pero solo haciendo cambios significativos en la economía mundial, tanto reequilibrando nuestras economías como reconstruyendo la forma en que regulamos las finanzas, y no veo que progresemos mucho  ni en lo uno ni en lo otro.

Según el presidente del Gobierno de España, “los españoles han hecho un trabajo extraordinario en los últimos años para superar las dificultades económicas extrema y han tenido una historia de éxito que es reconocido y admirado más allá de nuestras fronteras”. ¿Cuál es su evaluación de la economía española?

Obviamente ha habido algunos progresos, pero no los suficientes para que España pueda volver al pleno empleo sin tener una cuenta corriente deficitaria. Si España quisiera volver al pleno empleo pienso que sería difícil lograrlo sin tener que endeudarse de nuevo en el extranjero. Y la pregunta es, ¿ por qué alguien estaría dispuesto a prestarle a España cuando volver al  pleno empleo significa tener un déficit por cuenta corriente?

Como hemos visto entre 2012 y 2015, el endeudamiento externo es posible, pero sólo funciona porque el resto del mundo piensa que cualquier préstamo a España está garantizado, esencialmente, por Alemania y otros países del Norte. Eso es algo que ellos niegan oficialmente, pero en términos prácticos la Unión Europea se las ha ido arreglando en el Sur para eliminar el déficit comercial y de cuenta corriente mediante tasas de desempleo suficientemente altas.  Y España, por supuesto, aún está lejos de volver al pleno empleo.

¿En su opinión, es la austeridad un obstáculo para volver al pleno empleo?

En mi opinión, hay dos aspectos diferentes en la austeridad. Uno, que un gobierno necesita tener un programa creíble para gestionar las finanzas públicas. No puede seguir teniendo permanentemente un gran déficit presupuestario. El criterio tradicional del FMI era decir: dejemos que baje el tipo de cambio, eso hará crecer las exportaciones y te permitirá disminuir lentamente el déficit presupuestario con el tiempo, la demanda externa sostendrá a la economía y mantendrá el pleno empleo. Pero cuando pierdes la capacidad de bajar el tipo de cambio para generar mayor demanda de tus exportaciones, el único impacto que tiene la austeridad fiscal es crear más desempleo.

El verdadero problema aquí es que cuando los países del Norte de Europa se unieron a la zona euro se les dijo, y así lo dice el Tratado, que cada país se responsabilizaría de su propia deuda nacional. Después de 2010 todo eso se tiró por la ventana. En propiedad, la propuesta del Banco Central Europeo (BCE) de llevar a cabo Operaciones Monetarias de Compraventa (OMT) consistió en prometer que si un país encuentra que el tipo de interés que tiene que pagar para recibir préstamos es demasiado alto, entonces el BCE le comprará sus bonos. Eso es una transferencia de los países del Norte a los países del Sur.  El BCE dijo que haría esas compras, pero en realidad nunca hicieron ninguna.

Si esas transacciones fuesen de nuevo necesarias, serían muy controvertidas, porque los economistas alemanes dicen: “Oye, mira: esta no es la unión monetaria que nosotros aceptamos firmar; nosotros firmamos una unión monetaria que no tenía una cláusula de rescate, sino sólo un Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Entonces, ¿por qué tenemos para eso que pagar por la expansión fiscal de España, Grecia, o Portugal?”. Puedes entender su punto de vista. Pero, por supuesto, si vas a los países del Sur también es verdad que no tiene ningún sentido imponer altos niveles de austeridad a países cuyo único resultado una alta tasa de desempleo y contracción de la demanda. 

Lo que está faltando es la capacidad de permitir modificar la tasa de cambio. Es ingenua la idea de que tú puedes sustituir la flexibilidad del tipo de cambio presionando a la baja los salarios y precios. Puedes intentarlo, pero cada vez que hemos visto eso en la historia ha demostrado ser extraordinariamente difícil y muy doloroso. La cuestión es, ¿resulta razonable hacer sufrir a España tanto dolor para hacer frente a esta situación?

 ¿Y cuál es su respuesta?

La preocupación que la Unión Europea debería tener es, en mi opinión, que ahora estamos embarcados en un rumbo donde tanto los países del Norte como los del Sur de alguna manera se sienten abandonados por la forma en que el euro se ha desarrollado. España, Italia, Grecia, Portugal –y hasta cierto punto incluso Francia– han estado sufriendo por estar encerrados en un sistema de tipo de cambio fijo mucho antes de que hayan convergido plenamente en un Estado donde el pueblo estuviera dispuesta a aceptarlo.

En cualquiera otra parte del mundo donde se ha dado una unión monetaria exitosa siempre ha ido acompañada de una unión fiscal y política. Hoy esto implicaría tener un único ministro de Finanzas para la zona euro, lo que significa que los impuestos y el gasto de España sería decidido por un ministro de Finanzas en Bruselas, en Berlín o donde fuera, pero no por el ministro de Hacienda español.

Bueno, si la gente en España vota por eso, la unión fiscal podría funcionar, pero no ha votado por eso ni se le ha dicho que ese es el plan, y no veo ninguna señal en algún país europeo de que quiera sacrificar su soberanía de esa forma, entregarla a un órgano central que no ha sido elegido y que no es representativo. Pienso que, en muchos sentidos, fue una irresponsabilidad empezar una unión monetaria antes de haber creado ese grado de unión política. No puedes forzar a la gente a una unión política a toda velocidad sólo porque hay una crisis. Aquella puede evolucionar orgánicamente a lo largo de cincuenta años, o de cien, no tenemos ni idea. Pero fue una locura poner primero la unión monetaria y después creer que una crisis crearía la unión política, porque lo que ha ocurrido es lo contrario.

¿Cuál es la perspectiva desde Alemania?

Cuando Alemania decidió abandonar el marco, el pueblo alemán hizo un sacrificio extraordinario. El marco era el símbolo de una Alemania democrática y exitosa después de la guerra. Mucha gente en el mundo admiraba el éxito y la estabilidad del marco, pero lo abandonaron con la  esperanza de que de ese modo vincularían Alemania a Europa, demostrarían que Alemania ya no era un país del que se debía tener miedo.

¿Cuál ha sido el resultado?

Alemania es más poderosa política y económicamente hoy que en 1999 gracias al euro, y hay más sentimiento antialemán en Europa que en cualquier otro momento desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Esto es muy injusto para Alemania, pero se puede entender por qué la gente piensa así. No es Alemania quien está creando el problema, es la unión monetaria. Más que antialemán, la gente debería oponerse más a la unión monetaria.

En El mundo de ayer,de Stefan Zweig, se puede leer que ” para el pueblo alemán el orden ha sido siempre más importante que la libertad y la justicia. El propio Goethe dijo que preferiría una injusticia a un desorden”. ¿Alemania se enfrenta a un problema de orden?

Yo lo veo de otra manera. Los intereses de Alemania hoy son muy diferentes de los intereses de España, Portugal y Grecia. Sin embargo, los políticos siguen pretendiendo que sus intereses son comunes. Ellos dicen que tienen visiones diferentes sobre cómo tiene que funcionar la unión monetaria, pero eso refleja un conflicto fundamental de intereses. Ahí es donde estamos ahora. Muchas economías del Sur de Europa, sencillamente, no son competitivas con la tasa de cambio actual, y Alemania es súper competitiva. Esto significa que Alemania tiene aún un superávit por cuenta corriente enorme, que es insostenible, y que los países del Sur tendrían un abultado déficit por cuenta corriente si consiguiesen volver al pleno empleo.

La única manera de resolver esto es reconocer que el tipo de cambio debe cambiar. Sin embargo, el problema con la unión monetaria es que al no hacerlo así están creando un conflicto entre Alemania y otros países. No es que Alemania haya provocado un conflicto o quiera tenerlo, sino que están atrapados en un sistema que lo hace inevitable: esa es la razón por la cual asistimos a un diálogo de sordos. Y ahora tenemos una situación en la que la gente que está a cargo de las instituciones europeas tampoco reconoce la realidad y piensa que la respuesta es tener un único ministro de finanzas en Europa.

Muchos políticos de la Unión Europea piensan que es la solución.

Pero eso es demasiado absurdo. Es un poco como decir que la unión monetaria está causando muchos problemas, pero sabemos la solución: asumamos que Europa es un país y el problema está resuelto. Pero no lo está. Es increíble que los políticos puedan actuar en base a una premisa tan falaz. Lo extraordinario es que nunca ha habido un tiempo en nuestra historia en el que la gente en Europa pase más tiempo viajando a los demás países, estudiando y viviendo en los diferentes países que forman Europa, casándose los unos con los otros. La gente en Europa se lleva estupendamente bien, hay mucha menos tensión. Los ingleses, por ejemplo, adoran ir a otros países. Toda la cultura del Reino Unido en los últimos 60 años se ha transformado por la posibilidad de viajar a Europa. Esto no era así hace 60 o 70 años… bebían cerveza, no tenían las mismas opciones de restaurantes… Hemos visto las pinturas y la cultura de otros países de Europa; eso es algo que a todo el mundo le encanta. No hay una tendencia nacionalista contra los países.

La gente realmente quiere llevarse bien, agradarse unos a otros, intercambiar todo tipo de experiencias, pero los políticos han decidido hacer esto más difícil imponiendo a los pueblos de Europa un calendario de integración política, lo que es completamente antinatural, y una unión monetaria que está desintegrando la economía de Europa. Es una tragedia en muchos sentidos, porque  los pueblos de Europa quieren llevarse muy bien y tener relaciones pacíficas, tener más comercio y quizás disfrutar de una mayor integración con el paso de los años, quién sabe.

Es extraordinario que la integración política haya sido impuesta en Europa independientemente de lo que la gente ha dicho en sus propios países. La razón por la que a los británicos les gusta ir a España es porque es diferente del Reino Unido. La idea de que no podemos ser buenos amigos unos de otros a menos que pretendamos que somos todos ciudadanos de un Estado artificial llamado Europa es bastante absurda. Eso es un falseamiento de la historia. Es realmente trágico que esta tentativa de imponer integración política y una sola unión monetaria esté siendo impuesta en un marco temporal que ha causado tanto daño a la creación de una Europa estable y pacifica.

¿Cree usted que España debería abrir un debate acerca de su pertenencia a la zona euro?

Debería haber un debate, porque creo que es uno de los mayores obstáculos para el progreso económico en Europa, y dado que Europa es el bloque monetario dominante en el mundo, incluso más grande que el bloque del dólar, en realidad es muy importante que la gente piense con cuidado acerca de lo que está logrando y si es positivo. Tratar de suprimir el debate no va a funcionar, la gente quiere hablar de ello. No se puede simplemente dejarlo en los extremos, debería ser el principal centro de discusión y debate. Cómo hacerlo es difícil. Puedo entender que el Gobierno pueda tener dificultades debido a que son miembros de un sistema al que sienten que quieren apoyar.

Pero creo que lo que deberían hacer es intentar abrir un debate a través de toda la zona euro; es decir, cómo diablos vamos a salir del lío en el que nos encontramos, no huir hacia delante a ciegas, afirmando simplemente que casi hemos llegado. Hemos tenido problemas con los mercados financieros en 2010. La idea de que hemos resuelto estos problemas creo que es totalmente falsa.

En un artículo reciente en el ‘New York Review of Books’, usted criticaba el trabajo de cierto tipo de prensa en el debate sobre el Brexit. En los periódicos españoles de papel es casi un tabú hablar de si España debe salir de la zona euro; es todo lo contrario en la prensa financiera inglesa. ¿En su opinión, qué papel debería jugar la prensa en el debate económico?

Una de las lecciones de nuestra experiencia en el referéndum sobre el Brexit ha sido que la única organización que realmente intentó hacer una presentación objetiva y equilibrada de los temas fue la BBC. Es interesante que fuera mucho más criticada por la gente partidaria del remain [permanecer en la UE]  porque fue equilibrada. El lado del remain dijo que el otro era obviamente idiota y que no se le debía dar ningún tiempo de antena. En realidad, la BBC hizo un muy buen trabajo en circunstancias difíciles, así que creo que las emisoras del sector público tienen una gran responsabilidad para asegurar que hay un debate y presentar las diferentes partes de la discusión. Realmente es una posición extraordinaria decir que no debes dar a la otra parte ningún tiempo en la televisión o la radio porque escuchar sus argumentos podría confundir al común de la gente.

En nuestros tribunales tenemos un sistema de jurado en el que doce hombres y mujeres buenos son escogidos para estar en un jurado, no porque sean expertos en la cuestión enjuiciada sino porque a menudo  son más hábiles para juzgar el carácter y decidir si alguien está mintiendo o no. Así es como nosotros organizamos la elección de nuestros líderes políticos. El electorado a menudo es lo bastante bueno como para reconocer a alguien que está intentando sinceramente hacer lo mejor posible frente a quien está tratando de engañarlo. Y esa es la gran esperanza, la salvación de la democracia. Pero requiere que la gente tenga la oportunidad de escuchar los argumentos. Me deprimió bastante nuestra campaña del referéndum en Gran Bretaña porque ambos lados se rebajaron a la propaganda. Lo interesante fue que la mayoría de la gente corriente se dio cuenta de ello.

En su libro usted ofrece un nuevo enfoque de la crisis financiera. ¿Podría explicarlo?

Es muy interesante encontrarse en Estados Unidos porque en este país hay una gran tendencia a percibir al resto del mundo como una extensión de EE UU. Piensan que todos los problemas empezaron en EE UU, que la crisis financiera iniciada en su mercado de hipotecas de baja calidad se propagó a todo el sistema bancario estadounidenses y que eso dañó a la economía de EE UU y luego a la economía mundial. Yo siempre sigo el razonamiento inverso y digo que el problema empezó en realidad en la economía mundial, que hizo caer los tipos de interés a largo plazo y los bancos centrales de Occidente respondieron a eso recortando a su vez sus tipos de interés, lo que llevó a que el precio de todos los activos fuera hacia arriba, como el de las viviendas, por lo que la gente tuvo que endeudarse más para comprar los activos o financiarlos. El sistema bancario hizo lo que se suponía que tenía que hacer: satisfacer la demanda de créditos proporcionando más préstamo. Entonces el sistema bancario se hizo muy grande, y en vez de aumentar su capital se financió con créditos, lo que fragilizó el sistema bancario y bastó una simple chispa en un mercado, el de las hipotecas de baja calidad, para que la gente se diera cuenta de hasta qué punto era riesgoso y vulnerable el sistema bancario. Y entonces todo empezó a derrumbarse.

La razón por la que pienso que esto es importante es que si adoptas el criterio tradicional de que de alguna manera todo empezó en el mercado de la vivienda, entonces piensas que una regulación minuciosa de esa sola parte del sector financiero evitará una futura crisis y que eso hará muy fácil volver a la normalidad. Aún hoy algunos bancos centrales alrededor del mundo siguen pensando que mantener los tipos de interés bajos durante un tiempo más solucionará nuestros problemas. Sin embargo, si te vas al comienzo de todo esto lo que está muy claro es que ninguna economía puede salir de esto por sí sola. Incluso China, que sabe que tiene que tiene que pasar de producir para exportar a producir para satisfacer sus propias demandas internas, ha fracasado en hacer ese cambio en los recursos; de hecho, no tiene ante sí ningún incentivo evidente para efectuar tal cambio si al mismo tiempo el resto del mundo no reequilibra también sus economías.

Lo que tenemos delante es a países que se endeudaron, incluso países como España, que deprimieron la demanda y tienen un alto desempleo, que no están volviendo en absoluto a la normalidad, y bancos centrales que acaban reduciendo los tipos de interés. No es sólo que necesitan mantener bajo los tipos de interés, sino que tienen que continuar reduciéndolos. Y es por esta escalera mecánica hacia abajo que caminan las tasas de interés sin que nadie pueda bajarse. Considero que el problema ahora es muy serio. Solo un intento realmente  substancial de cooperación entre los países puede sacarnos de ahí. Uno de los grandes obstáculos es, a mi juicio, el euro.

 

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