OPNIS u Objetos Políticos No Identificados, es una sigla acuñada por Denis-Constant Martin para significar las expresiones mediante códigos simbólicos y lenguaje político por parte de los poderes y los partidos que encapsulan sus ejercicios en recipientes de cristal desde donde ven y se los ve, lejanos… y misteriosos.
Por estos sentidos que le calzan como anillo al dedo, el apelativo de OPNIS se suele emplear para caracterizar los esquemas de integración, espacios de ejercicio permanente de un poder concertado que nos ve y lo vemos, lejano, en recipientes que los han atrapado tradicionalmente en el “mundo vip” de las relaciones internacionales. Ciertamente, los OPNIS, digo los esquemas de integración del continente, pese a los esfuerzos que hacen para visibilizarse y apropiarse, para la mayoría de los ciudadanos de a pie pertenecen todavía al mundo de las “rarezas”. ¿Por qué? Entre otras razones porque no operan hacia adentro de las dinámicas nacionales, es decir que no se hacen parte del día a día de los aconteceres nacionales, dado que su espacio de realización está más bien en el de las representaciones diplomáticas, fronteras para afuera.
Los OPNIS, demás está decirlo, tienen en el desarrollo latinoamericano una importancia fundamental, mucho más significativa de la que se le presume, al punto que no sería errado afirmar que no es posible conceptualizar el desarrollo de los países de la región, ni del continente, sin reconocer los roles que juegan los llamados sistemas, o bloques, o esquemas de integración regional y subregional. Y más certera aún la afirmación que no existe un futuro posible para América Latina y el Caribe sin integración.
Si la diversidad característica del continente permitiera hablar de la existencia de una formación social latinoamericana-caribeña, ésta no podría caracterizarse ni en su pasado ni en su presente ni en su futuro, sin definir el papel político-económico articulador que juegan en su estructuración esquemas de integración territorial como la CAN, MERCOSUR, SICA, CARICOM, UNASUR y CELAC; o sistemas de cooperación supra-territorial como OTCA, Alianza del Pacífico o ALBA; y también entidades continentales articuladoras de idearios comunes como es ALADI en el ámbito del comercio.
Multi-OPNIS
El regionalismo latinoamericano es profuso y complejo tanto porque para una inmersión en él es necesario respirar desde el manejo de las siglas de los diferentes esquemas y sistemas que lo componen conviviendo en su diversidad; cuanto porque para entenderlo es preciso un juego de articulación entre las dinámicas que imprimen las políticas nacionales en proyectos comunes y los movimientos de las políticas continentales que marcan los límites y posibilidades de los desarrollos nacionales y los integracionistas. Además, siendo los OPNIS productos y productores de procesos políticos, tienen que explicarse, necesariamente, en sus cambiantes contextos históricos.
Si consideramos el contexto continental actual, cuyas características se corresponden –además- con el contexto global, mundial, y cuya combinación incide en las posibilidades e imposibilidades integracionistas, debemos mencionar como uno de los elementos característicos de estos tiempos el de la multipolaridad, dimensión por la que el mundo se abre a la posibilidad de una multiplicidad de relaciones bilaterales entre países o entre estos y sistemas de integración de los cinco continentes. Estas relaciones, reforzadas por la reivindicación de las decisiones nacionales soberanas, pueden realizarse –y se realizan- sin la obligatoria mediación de los esquemas integracionistas. Los Tratados de Libre Comercio (TLCs) y el Convenio Multipartes entre la Unión Europea, Colombia y Perú, son una clara expresión de esta característica: se mueven en relaciones bilaterales que no solo saltan por encima sino que para legitimarse incluso desgarran las institucionalidades integracionistas, obligándolas a flexibilizaciones en su acumulado normativo para admitir relaciones nacionales individuales con terceros.
OPNIS soberanos
Podríamos afirmar que el mundo, que necesita más que nunca de procesos convergentes entre países, paradójicamente se ha vuelto permisivo a las soberanías nacionales que son un producto de la afirmación nacional en decisiones propias y autónomas respecto a las condicionalidades de los poderes mundiales. Esto sin duda es enaltecedor para nuestros países, pero debe tener un procesamiento especial en su relación con los OPNIS, porque su operatividad conlleva un aligeramiento de las iniciativas de integración profunda para dar paso a visiones de la integración en su dimensión de pactos pragmáticos dirigidos especialmente a reforzar los desarrollos nacionales endógenos, minimizando así el rol de representación colectiva en las relaciones con terceros. En las estructuras institucionales los esquemas intergubernamentales se sobreponen a los supranacionales y los “brexits” sugieren transiciones desde las pertenencias hacia las ausencias, o desde los pactos integracionistas hacia pretendidas autosuficiencias nacionales.
A la imagen y medida de las posibilidades de cada país, las soberanías nacionales han sido la forma de respuesta de nuestros Estados a las vulnerabilidades que se generan por los impactos de la crisis internacional. Las distintas fórmulas aplicadas en el continente han permitido construir importantes escudos de resistencia y, en algunos casos, ponderables niveles de crecimiento y desarrollo de políticas sociales y ambientales. Hizo falta mayor integración para adoquinar con sostenibilidad el camino de la prosperidad y del Vivir Bien/Buen Vivir.
Como se sabe, el mercado internacional energiza su maquinaria para la eternización de nuestra condición de exportadores de materias primas y, en consonancia, los poderes internacionales presionan política y financieramente para una reprimarización de nuestras economías. Aun así, nuestros países han logrado meritorios avances en la reducción de la pobreza y algunos han logrado sentar las bases para el cambio de sus matrices productivas y energéticas. Estas inéditas políticas inclusivas se han sabido reflejar en los esquemas integracionistas configurando un beneficioso cambio de paradigma, que gira de un regionalismo abierto estrictamente comercial a otro de integración integral, de carácter multitemático y multidimensional con atención de políticas convergentes en el ámbito social, cultural, ambiental y político. Estos esquemas han permitido además, como nunca, inaugurar la búsqueda creativa de formas de participación de los pueblos y las organizaciones ciudadanas en la integración.
OPNIS heterodoxos
Por décadas, las pertenencias de los países de la región a los sistemas de integración se han movido en fidelidades de pertenencia a un solo esquema, dándose por ejemplo que un país miembro de la CAN no puede serlo al mismo tiempo del MERCOSUR o viceversa, salvo como país asociado. En nuestros tiempos, las militancias integracionistas se han abierto en un abanico de bifurcaciones que hacen posible la doble o la triple o la multipertenencia en esquemas naturalizados por su vecindad territorial y/o en sistemas de convergencia temática, sectorial o ideológica. Es así por ejemplo que el Estado Plurinacional de Bolivia está legitimando su pertenencia a MERCOSUR sin dejar de pertenecer a la CAN, a pesar de ser dos uniones aduaneras distintas. En otros ámbitos, países miembros de ALBA son observadores de la Alianza del Pacífico, o países suramericanos se asocian a los esquemas centroamericanos y caribeños, o a la inversa.
¿Es esto bueno o malo?, ¿fortalece o debilita la integración? Pienso que los juicios no deben hacerse desde la perspectiva de la calificación o la descalificación, sino desde el reconocimiento que éstas son las formas que nuestro continente se está dotando para labrar su trabajosa convergencia. No olvidemos que somos un continente que nace a la vida republicana fragmentado; que las guerras independentistas no lograron forjar una sola gran nación; y que no es sino hasta entrado este siglo que los esfuerzos de unidad y de visualización de la Patria Grande son más evidentes, especialmente con la creación de UNASUR y la CELAC, sistemas que están tercamente formando un espíritu de reconocimiento y pertenencia a una ciudadanía suramericana y latinoamericana-caribeña agregada a las identidades nacionales.
¿Para dónde vuelan los OPNIS?
Hoy por hoy, el péndulo de la historia se inclina hacia el manejo de los poderes por las corrientes conservadoras, que en su afán por construir hegemonía asumen los procesos integracionistas con concepciones tradicionales que los encasillan en fines y acciones estrictamente comerciales con facilitaciones regionales de conveniencia mutua en políticas arancelarias, zonas de libre comercio, mercados comunes y uniones aduaneras. Para el regionalismo latinoamericano-caribeño, que había ganado en una tipología integral, este proceso conservador es inercial y de retorno no solo a un modelo aperturista que a pesar de sus fracasos sigue creyendo en las bondades del progreso y del crecimiento para el “chorreo” de excedentes, sino también porque la univocidad de este discurso tiende a secundarizar la existencia de otras cosmovisiones y políticas de Estado que habían amoblado las salas de decisiones con un espíritu integracionista basado en el pluralismo.
Sin lugar a dudas, los OPNIS, que ya empezaban a ganar visibilidad, podrían someterse a un proceso regresivo que tendrán que saber sortear, primero preservando sus acervos normativos, y siempre poniendo en el horizonte la integración como camino y destino para que nuestro continente se sitúe como actor protagónico en los espacios donde se deciden los destinos del planeta. Ya existen manifestaciones de posibles regresiones. Un caso reciente es la pretensión de desconocer el Tratado de Asunción y el Protocolo de Ouro Preto para impedir la Presidencia Pro Témpore de MERCOSUR en responsabilidad de Venezuela, siguiendo un sistema de rotación semestral por orden alfabético. Se buscan justificativos en la crisis venezolana, cuando son medidas que develan inocultables afanes regresivos con excesivo ideologismo que, por lo visto, no dudarían en desbordar el andamiaje ni desandar los caminos acumulados por los OPNIS.
Pero bueno, el péndulo se inclina pero no se vuelca a un solo lado, pues los actores caminan la historia en distintas direcciones que se suelen encontrar en puntos de convergencia. Estos son los puntos donde se tejen las solidaridades integracionistas. Países, pueblos, políticas nacionales y esquemas integracionistas hacen el equilibrio. Existe un acumulado que no tiene retorno sino proyección, UNASUR es un buen ejemplo de esta consistencia: es un foro reconocido de consensos democráticos en democracia; está trabajando por una ciudadanía suramericana con derechos complementarios a los nacionales; propone articulaciones plurales en cadenas sociales de valor; vela por la seguridad y la defensa de la región; articula físicamente por tierra, aire y ríos el Atlántico con el Pacífico y el Caribe; vela por la vida en el planeta y la preservación de nuestra identidad biodiversa; y del mismo modo que la CAN, el SICA, ALBA y otros OPNIS, sostiene una diversidad de iniciativas para la información y la inclusión de las organizaciones ciudadanas en la construcción de su institucionalidad.
Existe un acumulado que es menester preservarlo. Todo proceso regresivo en las características del regionalismo integral de la integración latinoamericana; todo intento de retorno a la participación solamente de los agentes económicos ligados al comercio; todo propósito de desandar la incorporación de los pequeños productores y sus formas de organización económica en la integración; cualquier mecanismo de secundarización de los procesos de transformación productiva; cualquier intento de desconocimiento del pluralismo basado en la diversidad; y todo propósito por debilitar nuestros estadios superiores de integración estarán llevando el vuelo de los OPNIS a una estratósfera inalcanzable para ciudadanos y autoridades.
Por el contrario, defender la integración latinoamericana y sus conquistas alcanzadas; legitimar espacios de representación continental conjunta en el escenario internacional; incluir elementos de supranacionalidad en las institucionalidades integracionistas; fortalecer los mercados comunes subregionales avanzando en convergencias a otro regional y consolidar los resquicios de participación de las múltiples organizaciones sociales representadas en organismos continentales, podría convertir a los OPNIS en objetos identificados, apropiados y también decididos en agendas comunes por sus ciudadanos junto con sus autoridades.
*Adalid Contreras Baspineiro es sociólogo y comunicólogo boliviano. Ex Secretario General de la Comunidad Andina – CAN