Noviembre 20, 2024

Sepulcros blanqueados

La iglesia católica chilena, hoy dirigida por el reaccionario cardenal Ricardo Ezzati, está volviendo al viejo clericalismo del siglo XIX y parte del siglo XX al de conminar a los diputados y senadores católicos para que voten en contra del proyecto de despenalización del aborto por tres causales.

 

 

En el pasado existió un Partido Conservador cuya misión principal se centraba – a partir de la “cuestión del sacristán”, durante el gobierno de Manuel Montt – en la defensa de los intereses del arzobispo y del clero en general. Posteriormente, la Democracia Cristiana – en Chile y en otros países – se definió como un Partido de inspiración cristiana, pero no clerical, sin embargo, ese Partido aprovechaba el poder del clero para conseguir los votos del mundo católico.

Es muy difícil que el cardenal Ezzati entienda que Chile es un país laico, a partir dela Constitución de 1925 y que el Estado se encuentra separado de la Iglesia desde esa fecha, y por mucho que la jerarquía pretenda dar orden a los diputados católicos de votar contra proyectos que no le sean favorables, están condenados al fracaso. (Sería bueno recordar que una parte de la jerarquía impidió, durante años, que se aprobara el proyecto de divorcio vincular, protegiendo el falso testimonio para disolver ese vínculo).

Afortunadamente, el partido democratacristiano italiano – muy ligado a la mafia siciliana – se dividió hasta prácticamente desaparecer luego del juicio de “las manos limpias” y el fin del gobierno de Bettino Craxi. (Hoy sería patética la escena de la película “Don Camilo” cuando recomendaba votar por un demócrata y, además, cristiano).

El ministro Jorge Burgos está más nervioso y desubicado que nunca: quiere jugar el papel de primer ministro en una monarquía autoritaria, aprovechando la oportunidad de la ausencia de la Presidenta Bachelet actúa cual niño mañoso ante la golosina del poder, pero mandatado por el trío dinámico de los Walker.

Este ministro del Interior – no ha comprendido que apenas es un secretario de Estado según la Constitución, es decir, fiel servidor y perro guardián de la Presidenta – se da el lujo de emitir declaraciones personales en el sentido de que dudaría si votar a favor de la tercera causal de aborto – la violación -. Nadie le niega el derecho de tener opiniones personales sobre cualquier tema, así sea muy reaccionario, pero otra cosa es su calidad de secretario de Estado, cuya legitimidad sólo puede emanar de la voluntad de la Presidenta de la República. Si este país estuviera regido por el sistema parlamentario, el ministro tendría que responder ante la Asamblea Nacional. Nuestro sistema político es tan ridículo y anti democrático que ni el Presidente de la República, ni sus ministros, responden por sus actos. (Salvo  la acusación constitucional  imposible si el gobierno tiene mayoría parlamentaria. En el caso del Presidente son necesarios dos tercios).

Cuando los democratacristianos representaban la avanzada del catolicismo, no sólo mantuvieron la despenalización del aborto terapéutico, sino también promovieron  e incentivaron el uso de métodos contraceptivos, especialmente en el gobierno de Eduardo Frei Montalva. Hoy, la Democracia Cristiana en manos de “los príncipes” su papel se limita a dificultar un proyecto de despenalización del aborto, reducido sólo a tres causado, cuyo carácter es, evidentemente, moderado.

“Los sepulcros blanqueados” de hoy, que se llenan la boca en defensa de la vida del nonato, no tuvieron ningún asco en propiciar y aplaudir los crímenes de lesa humanidad durante la dictadura de Pinochet, incluso, el reaccionario Jaime Guzmán – ideólogo de la UDI y de misa diaria – expresó que era partidario de la pena de  muerte y que el condenado tenía una oportunidad para arrepentirse y salvar su alma.

La hipocresía de estos personajes conservadores llega a tal extremo que los ciega para no entender que Chile es un país monstruosamente clasista y racista y que las mujeres pobres están condenadas a la cárcel por el solo hecho de pretender evitar un embarazo producto de la violación por parte, en muchos casos, de un familiar directo, mientras que las niñas hijas de acaudalados pueden recurrir al aborto en países donde está legalizado, y se lleva a cabo en hospitales públicos o en clínicas privadas.

El derecho a la vida en el caso del pobre y del rico es desigual. Sería bueno que estos “sepulcros blanqueados” aprovecharan la Semana Santa para reflexionar acerca de que los más pobres están condenados a una vida corta y miserable y, si tienen la mala suerte de caer en un tanatorio – los hospitales públicos – de seguro, la muerte les llegará más temprano que tarde.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

23/03/2016          

            

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