A veces uno no sabe si algunas cosas es mejor tomarlas con humor, antes de hacerse mala sangre. Como espero que en las filas del Partido Socialista el humor no se haya perdido–como algunas otras cosas que ciertamente se echan de menos en la vieja colectividad de Grove, Allende y Almeyda–no puedo menos que lanzar estas pocas observaciones, luego de un accidentado periplo por las laberínticas instancias burocráticas de esa organización, todo ello porque, habida cuenta de que viajaba de vacaciones a mi país de origen, como suelo hacer en esta época para escapar los rigores del invierno canadiense, mis camaradas de partido en Montreal me habían designado, junto a otro compañero, como delegado al XXX Congreso del Partido Socialista realizado en Santiago este pasado viernes y sábado.
Mejor mis camaradas no se hubieran tomado la molestia: pese a que toda la documentación había sido enviada con debida anterioridad y que el jefe comunal de Montreal, que había visitado Chile unas semanas antes, se había entrevistado con las más altas autoridades del Partido, llegado el momento de obtener las credenciales nos enteramos que no estábamos reconocido en parte alguna. El problema ya había surgido cuando en las elecciones internas del año pasado el tribunal supremo había anulado nuestra votación descalificando a nuestro comunal. Más escandalosamente aun, en esa ocasión la votación de los socialistas de Montreal fue anulada por el tribunal ¡después de conocerse sus resultados!
Si nos servía de consuelo, los delegados de Montreal no éramos los únicos en este extraño limbo burocrático: alrededor de una decena de otros delegados del exterior estaban en la misma situación. Eventualmente se nos concedió status de delegados fraternales, es decir con derecho a voz pero no a voto. Todo lo cual por cierto hace del caso una singular paradoja: mientras por primera vez el Estado chileno ha reconocido el derecho a voto de los chilenos en el exterior, el PS (o para ser justo, sus instancias burocráticas) se lo niega a sus propios militantes de fuera del país. Una paradoja subrayada por el hecho que aun hoy en sus altos cargos directivos y en el comité central hay muchos que en algún momento estuvieron en el exilio.
Como es de conocimiento público que hoy el PS es en verdad la suma de una variedad de tendencias o fracciones, situación que se refleja en sus estructuras como era el caso de la Comisión Organizadora Nacional (CON) del Congreso, me inclino a pensar que ésta, ante la imposibilidad de saber si los delegados del exterior se identificaban con algunos de esos “lotes”, como se los llama coloquialmente, optó por lo más simple: no acreditar a esos “misteriosos” delegados. Otra instancia, posteriormente, nos aceptaría pero sólo como “fraternales” de ese modo no alteraríamos el paisaje tendencial interno.
¿Cuál es el rol del PS o de cualquier grupo que de manera genérica se proclame socialista o izquierdista en el contexto del Chile de hoy? La pregunta del millón como alguien pudiera decir. Una pregunta que sólo tiene respuestas aproximativas: intentar darle una faz más humana al capitalismo, proponer arreglos de estilo socialdemócrata que restauren algún equilibrio entre capital y trabajo, tratar de conseguir de los dueños del gran capital algunas pequeñas concesiones para los trabajadores, plantear una alternativa que represente una superación del sistema capitalista, pero sin precisar más qué contendría tal propuesta, son las ideas que uno puede encontrar subyaciendo en prácticamente todas los votos políticos presentados por las delegaciones al congreso. Nadie sin embargo pareció defender una noción tan desacreditada como la de ser eficaces administradores del modelo económico neoliberal que rige en el país, a pesar que ese triste rol ha sido el que por la mayor parte ha cumplido en todos estos años el otrora combativo partido fundado por Grove, Matte y Schnacke.
Por cierto, la mayor parte de la militancia, por lo que pude apreciar en las discusiones en las comisiones, parece seguir abrazando una postura política mucho más izquierdista que la que se manifiesta en las actuaciones de la mayoría de sus dirigentes y parlamentarios (las plenarias en cambio fueron más apagadas y pobres, en gran medida por una manera desordenada y a veces muy manipuladora de conducir los debates por parte de la mesa del congreso presidida por el ex ministro Alvaro Elizalde). Queda por determinarse, en el desarrollo de los nuevos panoramas que se abran, en especial en torno a la demanda por una nueva constitución a través de una asamblea constituyente, si el PS será todavía un instrumento válido para canalizar las aspiraciones de justicia social del pueblo chileno o si–como algunos sospechan–se trata de un partido que ha devenido clientelista, al estilo de lo que fue el viejo Partido Radical de los años 40 a 60.
La palabra final deben decirla los “militantes puros y sinceros” que, tengo la impresión, no están contentos con el actual estado de cosas ni en la sociedad chilena ni en cómo el PS se ha desempeñado en todos estos años.