Vienen dos años de elecciones. Somos pocos, carecemos de democracia real, pero estamos inundados de elecciones. No terminamos una, cuando comenzamos la otra. En cada una, con gastos billonarios y fotos retocadas, nos ofrecen el oro y el moro, aunque sin mucho detalle, porque usan tanto tiempo en hacer fotografías con rostros risueños, pletóricos de felicidad, que no les queda para ofrecer programas viables, menos para análisis o diagnósticos. Los electores damos un espectáculo tan triste, vergonzoso y básico que los candidatos están convencidos que votaremos por los más bonitos, los que saben bailar o los que han sido figuras televisivas. Bueno, con excepciones, como Lagos Weber.
Una de las cosas que se nos ofrece siempre es Más Empleo. Piñera en su candidatura presidencial ofreció el Mapocho navegable y un millón de empleos. Por favor, no les creamos. No es mala voluntad, pero no lo pueden hacer. Preguntémonos cómo un Presidente de la República puede crear empleo, más bien cómo el Estado chileno podría crear empleo.
El Estado no puede crear empleo, porque según la Constitución, no puede interferir en la economía y meterse en actividades propias del sector privado. Es decir no puede crear empresas. Tampoco es fácil para un Presidente de la República contratar un número tal de funcionarios públicos que lograra mejorar el índice de desempleo. En primer lugar, porque cuenta con una planta fija. Solo cuenta con los cargos políticos y algunos cupos para los inefables operadores, cuyo número no cambia entre cada equipo presidencial. Tampoco el número de trabajadores a honorarios y a contrata se puede aumentar, porque cada Presidente al asumir su cargo, ya cuenta con una Ley de Presupuesto Fiscal sancionada por el Congreso para el primer año de mandato. El presupuesto no puede aumentar demasiado en los tres años siguientes, porque existe casi un compromiso de Estado con la disciplina fiscal y el superávit estructural. Solo podría aumentar el empleo público si hubiese una profunda modernización del Estado, discutida ampliamente, que demostrara que este carece del suficiente personal para cumplir sus labores, labores que deberían estar consensuadas en el Congreso Nacional, dentro de un nuevo estilo de conducción y con un marco teórico que guiara, en forma expedita, la toma de decisiones.
El modelo económico también impide al Estado ayudar a las MIPYME con créditos blandos, subsidios y otras formas de apoyo, porque, se supone que este no debe entregar subsidios en general y menos apoyar a los no viables. Por algo, el Banco del Estado pasó a llamarse Bancoestado y esta institución prefirió prestar millones a Luksic para adquirir el Banco Chile que ayudar de manera efectiva a las pequeñas empresas.
Debido a todo esto, los políticos de derecha creen que un Presidente puede generar empleo dando el máximo de facilidades a los inversionistas nacionales y extranjeros, más de las que ya se otorgan. Los empresarios invierten, crecen y crean empleo. De ahí se explica su rechazo a las reformas tributaria y laboral.
Pero, lamentablemente, por más facilidades que el Estado dé a las empresas más grandes, es decir a “las viables”, estas no pueden crear empleo.
Más aún, en los últimos 35 años, y hasta hoy[1], han eliminado sistemáticamente puestos de trabajo. Chile, como todos los países del Primer Mundo, desde los años 80 comienza a externalizar su manufactura al Asía, concentrándose solo en la producción y exportación de recursos naturales. Hasta pequeñas fábricas compran la marca de sus productos y mandan a fabricar, o a instalar talleres en los países que proporcionan mano de obra barata y no les cobran impuestos.
La eliminación de puestos de trabajo se intensifica en los 90, cuando el mundo comienza a vivir una revolución tecnológica sin precedentes. Baste ver el caso de los puertos donde grúas manejadas por 400 estibadores ahora se manejan solas, el caso de la agricultura con riego por goteo controlado digitalmente más el trabajo temporero para las labores culturales masivas, el manejo digital de miles de actividades, como la minería, donde hasta los camiones ya se desplazan solos. La Línea 4 del Metro que se inaugura en 2018 ya viene sin conductor. La pérdida de puestos de trabajo ha sido inconmensurable en el mundo y también en Chile, pero los planificadores del futuro nos siguen ofreciendo crear empleos. La disminución de puestos de trabajo es inevitable y ninguna empresa se puede sustraer a los adelantos de la ciencia.
No solo las grandes empresas de tecnologías intensivas en capital disminuyen puestos de trabajo, sino que, disminuye el trabajo en el sector primario y secundario en general y aumenta el trabajo precario en servicios, ya que las actividades más rentables se concentran en el sistema financiero, los mercados especulativos, los seguros como ISAPRE y AFP. Pero estas empresas disminuyen puestos de trabajo técnico y aumentan el trabajo desechable. Se reitera el modelo de un grupo de trabajadores altamente calificados que llevan computarizadas las cuentas y el manejo de la empresa y una mayoría de trabajadores que atienden en terminales computacionales al público, tipo call centers. A algunos incluso les pagan por llamada.
El mundo está viviendo una revolución, pero en Chile no hay información, ni partidos políticos serios que aborden la problemática que vivimos. Cuando comenzó la transformación de la agricultura en el campo inglés, en el Siglo XIX, nace el ludismo. Los trabajadores se rebelan y rompen la maquinaria. Eric Hobsbawm nos cuenta en su libro Capitán Swing como los trabajadores del sur de Inglaterra protestaban en forma clandestina firmando sus acciones con ese nombre. En Chile los trabajadores no tienen idea de lo que pasa, ni organización para enterarse.
No vamos a llamar a acciones violentas en el Chile de hoy, pero lo menos que podemos hacer es exigir a los planificadores del futuro, que nos informen de lo que ocurre. Habrá desocupación sistemática, aunque nuestras estadísticas lo oculten, por concepto de desaparición de puestos de trabajo, pero también por el aumento de la longevidad que lanza al desempleo a miles de jubilados que por muchos años estarán con sus capacidades intactas.
Hay formas de compensar lo que debemos discutir: ¿Políticas de uso del trabajo voluntario y ad-honorem, jornada de seis horas, creación de formas de uso de la iniciativa y el conocimiento con vistas a la innovación? Hay miles de alternativas discutibles, inteligentes y viables si enfrentamos los problemas en conjunto, dejando atrás la mezquindad y la mentira.
[1]Encuesta de Empleo en el Gran Santiago de la U de Chile concluyó que en 2015 se eliminaron 40 mil puestos de trabajo en la región