Policías y reporteros tenemos mucho en común. Ambos estudiamos las flaquezas humanas. Tenemos una relación osmótica-parasítica. Y supongo que es sólo natural que caigamos en lo esquemático con respecto al crimen.
En los años pasados, he descubierto que existe el crimen puro y simple (el crimen gangsteril, el de estudiantes con locura de gatillo o antiabortistas, o escuadrones de la mafia), y el crimen terrorista, para el cual las partes deben calificar por tener una rabia política, ser adherentes a una desviación religiosa –inspirados en forma directa o de algún otro modo– y por lo regular miembros malignos, mesiánicos, sádicos, enfermos, medievales de un culto de muerte. Entre estos últimos, no hace falta decirlo, están los radicales cultivados en su patria que asesinan personas de cualquier religión a causa de las aventuras de Occidente en Medio Oriente.
En realidad, esto significa que el crimen ordinario –el asesinato en masa de occidentales a manos de occidentales por dinero, codicia, venganza personal o un deseo de matar persona relacionado con las drogas– es tratado como algo normal. Pero el crimen relacionado con el terrorismocasi siempre indica que se hace responsables a musulmanes. En otras palabras, los criminales son amigos nuestros, mientras los terroristas son musulmanes de piel oscura que odian nuestros valores, quieren cortarnos la cabeza y obviamente están locos.
Vimos la naturaleza insostenible de esta tontería inmediatamente después de la matanza de 14 estadunidenses inocentes en California. Al principio los policías del país dijeron no saber si era un crimen relacionado con el terrorismo (sic); lo llamaron tiroteo masivo. En varios canales nos dijeron que los asesinatos eran resultado de una disputa, que supuestamente el hombre del gatillo estaba furioso por insultos de una de las 14 víctimas. Pero luego resultó que tenía nombre musulmán y que, junto con su esposa, poseía un arsenal en a casa y al parecer había jurado lealtad al Isis. Entonces el tiroteo masivo se convirtió en acto de terror. Para mayor confusión con la nueva definición, los policías dijeron que no creían que la pareja hubiera tenido contacto directo con el Isis, pese a que el grupo se atribuyó responsabilidad. Luego se supo que la pareja había sido radicalizada –algo que la mafia no practica– años antes de la matanza.
En el crimen a puñaladas en la estación del metro de Londres, hace una semana, también se confundió la semántica. Al principio al policíainvestigaba un acuchillamiento en Leytonstone, pero después de que el sonido de una grabación en video registró a un hombre que gritaba esto es por Siria y un civil que contestabatú no eres musulmán, la policia lo declaró incidente terrorista. David Cameron dio mucho peso a lo de tú no eres musulmán. De entonces a la fecha se ha acusado a un hombre por intento de homicidio.
Todo esto es un tanto extraño. En la década de 1980, cuando el ejército británico y el ERI luchaban a muerte en Irlanda del Norte, el gobierno británico estaba desesperado por poner a los del ERI la etiqueta de criminales: criminales despiadados, desesperados, incluso terroristas, pero más que nada criminales comunes que debían responder ante la ley y ser sentenciados a muchos años de prisión, cualquiera que fuese la razón de su violenta campaña. Luego los del ERI decidieron que deseaban ser llamados presos políticos –la versión cortés de terroristas– porque querían que sus asesinatos, robos e intimidación se viesen comocrímenes políticos, separados de la ralea de mafiosos, criminales a sueldo, violadores y sádicos que habitan todas las sociedades, incluida la de Irlanda del Norte.
Tan entusiasmados estaban en reclamar estatus político que se pusieron en huelga de hambre. Diez murieron bajo la fría mirada de Margaret Thatcher. Pero luego el gobierno británico cedió a casi todas las demandas del ERI. Los internos de la agrupación se convirtieron enpolíticos y salieron del cautiverio cuando se declaró la paz, en tanto los rufianes y asesinos de Irlanda del Norte siguieron al arbitrio de su majestad.
Entonces, ¿hay alguna ventaja en ser terrorista o criminal ordinario? Supongo que depende de cuánto valga su vida. Para los combatientes británicos del Isis Reyaad Khan y Ruhul Amin, muertos en un ataque con drones del Reino Unido, ser clasificados como terroristas resultó letal. Sus muertes –léase ejecuciones– fueron, según Dave, necesarias y proporcionadas a la autodefensa individual (sic) de Reino Unido. Habían planeado ataques en Gran Bretaña.
En otras palabras, Dave no hubiera mandado un drone a aniquilar a un asesino escolar de Leicester o a un matón del East End de Londres, incluso si estaban planeando otra matanza. Khan y Amin tenían que estar lejos y trabajando por Isis para calificar para un ataque con drones. Entonces Dave y nuestros muchachos y muchachas los sentenciaron a muerte.
Sin embargo, la dicotomía criminal/terrorista se extiende mucho más allá. La más reciente afirmación de los opositores sirios a Bashar Al Assad –que Assad es un terroristamucho mayor que el Isis porque ha matado más personas que el grupo islamita (seis veces más, según el Canal 4 británico)– sugiere que el mero número de hombres, mujeres y niños que han muerto a manos de alguien determina si se es criminal o terrorista. O tal vez significa que un grupo terrorista con aspiraciones de matanza más modestas –presumiblemente el Isis en este caso– es menos horrible que un grupo terrorista con aún más muescas en los cañones de sus armas.
Pero esperen un minuto. Si lleváramos el ejemplo de Al Assad a su conclusión lógica, tendríamos que conceder que los señores Bush y Blair –mediante la invasión ilegal de Irak en 2003– fueron responsables de la destrucción de más vidas inocentes que Isis y Al Assad juntos. Y entonces, ¿Bush y Blair califican como superterroristas? ¿O sólo son criminales, aunque criminales deguerra que en teoría calificarían para la corte internacional de La Haya, pero que están absolutamente a salvo de ataques de drones y nunca jamás serán llamados terroristas?
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya