La economía mundial envía mensajes todos los días. ¿Qué está tratando de decirnos? Qué tal una pregunta provocadora: ¿nos estará diciendo que debemos imponer sanciones a Alemania por su desempeño económico?
La crisis global está por iniciar su séptimo año de vida. Los problemas en Europa no se resuelven. De hecho, ahora se combinan de manera peligrosa con los síntomas de una recesión prolongada en China para indicar que quizás ya entramos en un largo periodo de estancamiento a nivel mundial. La recuperación en Estados Unidos, de la que tanto se habla, está marcada por nubarrones y por un desorbitado incremento en las utilidades de los bancos sin que aumente la actividad crediticia hacia el resto de la economía. Decididamente los motores de la economía mundial no atraviesan su mejor momento.
La economía europea persiste como uno de los focos rojos más importantes. Las tribulaciones por las que atraviesan varios países europeos todavía se acompañan de rumores inquietantes sobre el futuro de la unión monetaria. Las negociaciones entre Bruselas y el eurogrupo, por un lado, y el gobierno de Syriza, por el otro, han exacerbado la tensión sobre la moneda europea. Al mismo tiempo han distraído la atención sobre uno de los problemas más serios en Europa. Los desequilibrios económicos entre países con fuerte superávit y los que mantienen un déficit crónico en sus cuentas externas son en este momento una de las más poderosas amenazas pare el proyecto de la unión europea.
En los últimos 20 años se habló mucho sobre las vertiginosas tasas de crecimiento de China y su prodigioso desempeño exportador. De todos conocido es el hecho de que el superávit en la cuenta corriente para el gigante asiático pasó de 2 a más de 8 por ciento de PIB entre 2001 y 2007, el año en que se dejan sentir los primeros efectos de la crisis en el mercado hipotecario estadunidense. En 2008 ese superávit rebasó 10 por ciento del PIB y subsecuentemente comenzó a reducirse gradualmente a medida que comenzó la contracción del mercado mundial (los datos son del Fondo Monetario Internacional). En 2014 el superávit chino apenas rebasó 2 por ciento del PIB.
Ahora el motor exportador chino se ha visto rebasado por la economía de Alemania. En este país el superávit externo (balanza de cuenta corriente) ya representaba 5 por ciento del PIB en 2006. Para 2008 ese indicador superaba 7.4 por ciento del PIB y, como era de esperarse, se redujo los dos años siguientes debido a la crisis. Sin embargo, las exportaciones pasaron a recuperarse rápidamente y el superávit alcanza hoy 7.5 por ciento del PIB.
Si se analizan estos indicadores en términos absolutos se observa que el superávit en la cuenta corriente de China pasa de 420 a 225 mil millones de dólares (mmdd) entre 2008 y 2014. Visto desde este punto de vista parece que la reducción de dicho superávit no es tan importante. Sin embargo, en estos últimos cuatro años el desempeño exportador de la eurozona llevó el saldo de la cuenta corriente de un déficit de 96 mmdd a un espectacular superávit de 392 mmdd. Se anticipa que este año el superávit de la eurozona rebasará el pico histórico que alcanzó el saldo de la cuenta corriente de la economía china en 2008 (más de 400 mmdd).
Una parte dominante de ese superávit en la cuenta corriente de la eurozona (cerca de 68 por ciento) corresponde a la economía alemana. Lo que eso significa no es solamente que los desequilibrios internacionales se mantienen, sino que al interior de Europa se han agravado. El mejor indicador de lo anterior es que el superávit de Alemania se ha incrementado, pasando de 225 a 285 mmdd en los últimos seis años.
Es evidente que la crisis en la eurozona no ha conducido a un requilibrio de sus economías, ni a una situación más armónica. Hasta las autoridades en Bruselas, de las que tanto hablamos en el contexto de las negociaciones con el gobierno de Syriza, se encuentran en un dilema frente a este auge exportador de Alemania. El procedimiento de desequilibrios macroeconómicos de la Unión Europea establece un límite de 6 por ciento para el superávit de cuenta corriente y Alemania lo viene rebasando desde hace tres años.
El Departamento del Tesoro estadunidense ha señalado el comportamiento alemán como un factor desestabilizador para la economía mundial. Y las autoridades en Bruselas, comenzando con Jean-Claude Juncker, sufren un dolor de cabeza. En voz baja para evitar el escándalo político en Alemania, han tenido que advertir que de no reducirse el superávit externo tendrían que imponer ¡sanciones económicas a Berlín! Después de todo es Alemania el país que más promovió la candidatura de Juncker como presidente de la Comisión.
La jaqueca de Juncker puede agravarse. Por más que la señora Merkel guste de vanagloriarse de la ‘competitividad’ alemana, lo cierto es que la represión salarial y ahora la depreciación del euro frente al dólar son los factores clave del desequilibrio. No hay que olvidarlo: tarde o temprano los desequilibrios pasarán a cobrar la cuenta.
Twitter: @anadaloficial