En pocas semanas se ha producido un cambio en la situación política en Chile, proceso que genera fenómenos morbosos, errores de apreciación político -estratégica, formas variadas de oportunismo, temores y esperanzas, y emerge una idea social sobre la posibilidad de cambiar un orden. Despiertan del mismo modo, los fantasmas que han rondando en esta larga transición hacia una democracia real y viva.
La movilización ciudadana ha estremecido la conciencia política de la sociedad en las últimas semanas, pues se trata de un proceso en donde intervienen una multiplicidad de actores, con argumentos contradictorios entre sí, adoptando posiciones opuestas, con recursos desequilibrados, y donde se entrecruzan las tensiones de una sociedad signada por las injusticias, la violencia y el abandono o sentimientos de deriva que experimenta el ciudadano frente a un orden lejano, dirigido por una elite que se rota en el poder y que al final de la tarde siempre termina asintiendo en que estamos en el mejor de los mundos.
La complejidad del momento político no radica tanto en la comprensión de la configuración de polos críticos o el atrincheramiento de posiciones de los bandos y discursos en disputa: requiere o exige comprender que la situación política y su madurez va unida a la modificación de los patrones de comportamiento de la vieja clase política en relación a lo social, lo ciudadano.
¿Cuáles son entonces los elementos de la nueva situación política?
1. La vieja clase política se comporta como si la sociedad no hubiese cambiado, y esto es válido tanto para la Alianza como para la Concertación. El gobierno ve las manifestaciones de Hidroaysén como maniobra de fanáticos ambientalistas, incapaces de comprender que se requiere energía para alcanzar el desarrollo, las cuales son movidas por generosos recursos provenientes de oscuras redes internacionales, sembrando dudas sobre las intenciones de los ambientalistas. Estos lenguajes son conocidos en la política de los últimos 20 años y se practicaron profusamente en los gobiernos de transición democrática, cuyo maestro fue el mismísimo Capitán General. En este cuadro, la sociedad civil no ve diferencias en ambos estilos de gobernar y eso es un dato importante a considerar. Da lo mismo al parecer.
2. La autoridad pública da señales equívocas y erráticas al disponer de sus recursos de fuerza para mantener el orden, como ocurrió con el tema del uso de gases lacrimógenos para enfrentar manifestaciones. Se aprecia una vacilación o incomprensión de lo que ocurre, pues al dar señales contradictorias y usar estos dispositivos, se termina actuando sobre familias, adultos mayores y niños que concurren a las expresiones de malestar, optando así por dejar de proteger adecuadamente a la sociedad frente a grupos minúsculos de personas que carecen de recursos como el diálogo y la argumentación deliberativa, montando espectáculos de violencia callejera. Esto tiene lugar porque no se sabe o entiende el fenómeno social en curso. Se precisa en consecuencia, un cambio urgente en el modo de enfrentar los procesos que se avecinan.
3. En un sentido, la ciudadanía no cree en los que gobiernan, desconfían de sus decisiones, sienten en desamparo frente a la falta de protección y construyen relatos propios o corporativos para comprender por sus medios lo que aparece como incomprensible en el diálogo con la autoridad política. Y esta desconfianza se manifiesta hacia la clase política gobernante de modo transversal. La imagen patética de diputados sosteniendo un lienzo contra la construcción de represas en Hidroaysén y de otros intentando bajarlo, es la síntesis morbosa de la crisis de imagen y de autoridad que viven los representantes de la institucionalidad fundada bajo una dictadura militar. Expresan un modo de actuar político lejano a la ciudadanía.
4. Socialmente, asistimos a procesos de convergencia creciente entre el accionar de actores, movimientos sociales y nuevas narrativas o voces políticas, convergencia que irá en incremento en próximo tiempo y que podría confluir en la constitución de nuevas expresiones socio – políticas en un futuro cercano. La velocidad con que tiene lugar este cambio está relacionada directamente con la erosión en las viejas representaciones políticas, las cuales usarán todos los recursos para sostener posiciones.
5. Toda crisis tiene una resolución. Los acuerdos y compromisos que irán naciendo al calor de la nueva situación política, sea aquellos que se aborden al interior de la vieja clase política, o de aquellos que emerjan de la constitución de nuevas fuerzas políticas aún en desarrollo, habrán de considerar los escenarios más probables de salida a la crisis que puede manifestarse sólo como una crisis de gobernabilidad pasajera, o como una crisis orgánica, cuyas proyecciones son aún inciertas.
* Director ejecutivo de la Corporación Libertades Ciudadanas.