Diciembre 26, 2024

Senador Ignacio Walker, ¿usted cree o no cree en la democracia?

Esta pregunta la formuló, en 1908, el entonces embajador de Estados Unidos a Porfirio Díaz, presidente de México, quien llevaba 27 años en el poder y afirmaba que su país vivía en plena democracia (dos años más tarde se inicia la Revolución mexicana). En el mes de marzo de ese año, don Porfirio le concede una entrevista al periodista norteamericano James Creelman, de Pearson’s Magazine: una de sus preguntas al presidente, lo cuestionaba en este mismo sentido.

 

 

Cito esta anécdota, no con el ánimo de comparar a don Ignacio con don Porfirio, pues con todo, este último fue héroe de grandes batallas en contra de los invasores franceses, comandados por Maximiliano y enviados por Napoleón III, sino para aclarar que hay ciertos personeros de la casta política que piensan que para ser demócratas basta sólo con decirlo. Me explico:

 

La semana pasada, el gobierno, después de un cónclave que duró varias horas, informó que en el 2015 se abriría el debate sobre el cambio de la Constitución. Inmediatamente surgieron muchos comentarios de la más variada índole. En general los de siempre argumentando lo de siempre: que la Asamblea Constituyente es el caos, que no se justifica porque no hay crisis (¿no hay crisis?), que es inconstitucional, etc.

 

Sobre la Asamblea Constituyente he escrito numerosos artículos, corrigiéndoles a los de siempre el error que contienen sus argumentos para negarse a una Asamblea Constituyente. Sin embargo, me faltaba uno, que por ser presidente de la Democracia Cristiana y senador binominal, creo que merece dedicarle un poco de mi tiempo para explicarle que no todos los chilenos comulgamos con ruedas de carreta y que lo piense bien antes de querer pasarse de listo.

 

El honorable senador Ignacio Walker en una entrevista a radio Cooperativa, dice estar a favor de cambiar la Constitución “por la vía de un acuerdo fruto del trabajo de ambas cámaras del Congreso Nacional, que legitime por la vía de un plebiscito, como se hizo con las reformas constitucionales del año 1989. Una comisión bicameral siempre me ha parecido la más atractiva, la más democrática, sobre todo si se hace con un método de participación ciudadana, de consulta. Podemos llegar a un acuerdo, tenemos que tener un acuerdo y ese acuerdo forjado en una sede institucional, que debe ser el parlamento, se tiene que plebiscitar; eso hicimos el 89”.

 

Primero: me veo en la obligación de agradecer al honorable senador que haya puesto como ejemplo el plebiscito de 1989, como la vía idónea para cambiar la actual Constitución. El mejor ejemplo de un plebiscito trucho, con información falsa, y con engaños a la ciudadanía sobre los acuerdos a los que habían llegado algunos personeros de la Concertación (que, por cierto, nadie había mandatado), con la dictadura cívico-militar. Columnistas de este medio, especialmente el colega Felipe Portales, ha denunciado en una serie de artículos, la ignominia en que cayeron ciertos políticos de la Concertación al proponer cambios a la Constitución de 1980, que la hacían todavía más antidemocrática y, como dice Fernando Atria, todavía más tramposa. Para muestra un botón: el aumento de los quórums para cualquier reforma a la Constitución de 1980. ¿Ésa es, entonces, honorable senador, la vía más idónea para cambiar la Constitución? Pero si ese contubernio fue el precursor de los actuales causeos que se cocinan en el Congreso o en casa de amigos. Claro que por tratarse de unos acuerdos que nos joderían aun más a la mayoría de los chilenos, esa cocina estaba construida en mármol de Carrara, sus ingredientes eran importados y a pesar de que según los cocineros, eran de la máxima calidad, muy pronto devinieron en su total descomposición.

 

Segundo: como expresé anteriormente, las reformas que se plebiscitaron el día 31 de julio de 1989, se acordaron entre cuatro paredes, pues no existía el Congreso Nacional. Ahora bien, como bien dice el señor Walker, “como se hizo con las reformas constitucionales del año 1989”. Es decir, aunque hubiese habido Congreso, se trataba de REFORMAS CONSTITUCIONALES (exactamente 54), no de redactar una nueva Constitución. ¡Puchas, estimado lector!, ¿es tan difícil de entender esta cuestión tan básica que he explicado hasta la saciedad? Pero si esto no lo digo yo, lo dicen todos, absolutamente todos los tratadistas de filosofía del derecho.

 

senador Ignacio Walker, ¿usted cree o no cree en la democracia? Se lo pregunto, porque usted dice que “una comisión bicameral siempre me ha parecido la más atractiva, la más democrática”. Es decir, una comisión del Congreso binominal (que ustedes mismos reconocen que no es representativo, por algo lo están reformando) es, según usted, ¿más democrática que la soberanía radicada en el pueblo?

 

Tercero: lo repito por enésima vez, por principio, ni los Parlamentos ni los Congresos Nacionales (lo segundo es lo que hay en Chile), por ser poder constituido, no tienen derecho de convertirse en Poder Constituyente. Ahora, en el caso de nuestro país, con mayor razón, pues no es representativo, puesto que la elección de los representantes se basa en un sistema binominal, y según todas las encuestas, cuenta con sólo el 10% de aprobación.

 

Cuarto: aquí vuelvo a la pregunta del título de esta nota: senador Ignacio Walker, ¿usted cree o no cree en la democracia? Se lo pregunto, porque usted dice que “una comisión bicameral siempre me ha parecido la más atractiva, la más democrática”. Es decir, una comisión del Congreso binominal (que ustedes mismos reconocen que no es representativo, por algo lo están reformando) es, según usted, ¿más democrática que la soberanía radicada en el pueblo? Si es así, permítame decirle, honorable senador, que usted no tiene la más mínima idea del significado que tiene la palabra democracia, que, por lo demás, queda demostrado en el acto de encontrar “de lo más atractiva” una comisión bicameral. No sé qué le puede encontrar de atractivo a una comisión bicameral, especialmente en el caso chileno, puesto que los honorables de ambas cámaras no gozan de mucha simpatía entre los ciudadanos.

 

Quinto: por último aquí le dejo, honorable senador, una perlita para que aprenda de personas que algo saben de qué se trata el cambio de Constitución y en quién reside el Poder Constituyente:

 

Carlos Gaviria, magistrado y ex presidente de la Corte Constitucional de Colombia, estuvo hace tres semanas en Chile para participar en algunos encuentros de discusión sobre el tema. En una entrevista concedida al portal digital El Mostrador, ante la pregunta “Frente a los sectores que establecen como inconstitucional a la Asamblea Constituyente”, responde:

 

Lo que sucede es que los constituyentes crean un nuevo ciclo de la base legal, el constituyente originario, que es el pueblo, no tiene ninguna vinculación con ninguna norma previa, no se trata de asambleas constitucionales que tengan que respetar mecanismos anteriores para reformar una Constitución, sino invocar al pueblo como poder originario que dicte una nueva Constitución, que nada tenga que ver con la anterior, aun cuando sus contenidos coincidan en una buena parte. El hecho legitimante es la reunión del pueblo como constituyente originario, para definir cuáles son las normas originales que deben regir el destino de una nación”.

 

 

 

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