Febrero 5, 2025

La FECH y el “cuco” del anarquismo I

A propósito de la elección de Melissa Sepúlveda de pensamiento anarquista (libertario) en la presidencia de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), se ha desatado una serie de críticas no sólo, obviamente, desde la extrema derecha, sino de personeros de alguna parte de la llamada izquierda.

En general, dichos comentarios demuestran una falta de conocimiento sobre el pensamiento anarquista, sus corrientes y su evolución. Sin pretender un desarrollo exhaustivo del tema, deseo exponer algunos antecedentes que, espero, permitan al lector interesado, contar con mayores elementos de juicio.

 

Me permito reproducir un párrafo de un artículo de mi autoría, que con el título “Movimientos estudiantiles y revolución III”, se publicó el 20 de enero de 2012 en este mismo medio: “En 1918, la FECH asume una identidad anarco-sindicalista: mientras se producía el levantamiento de Córdoba, creaba la Universidad Popular Lastarria, cuyo fin era entregar educación a la clase trabajadora. Ese mismo año, los líderes de la Federación, Santiago Labarca, presidente (radical); y Juan Gandulfo, vicepresidente (anarquista), participan en la Asamblea Obrera de Alimentación Nacional, suerte de parlamento libre en que confluyen obreros, artesanos y universitarios de diversas tendencias. El 22 de noviembre, convocados por esta organización, marchan 50 mil manifestantes protestando por el alza de los alimentos. La derecha afirma que se trata de un complot digitado desde Perú”.

 

ANARQUÍA, 1612. Tom. del gr. anarkhía id., deriv. de ánarkhos ‘sin jefe’ y éste de árkho ‘yo mando, gobierno’. (1)

 

En general, se ha descrito al anarquismo como una doctrina e ideología política que acentúa la necesidad de eliminar antes que todo al Estado, o sea, el dominio de la ley y de la autoridad constituida en todas sus formas, con el objeto de asegurar la máxima libertad del individuo y la posibilidad de desarrollar sus mejores facultades, como la voluntad y la capacidad de cooperar libremente con el prójimo. La teoría social implícita en el anarquismo, se funda en el convencimiento de que cualquier comunidad de individuos, cuando está libre de interferencias externas, está en condiciones de realizar por sí sola un orden suficiente para hacer frente a sus principales necesidades, sin tener que recurrir a leyes, formas de gobierno o jefes de cualquier clase.

 

 

Aristóteles en su Politca, le dedica un párrafo (Libro Quinto, 1302b) a este concepto, para relacionarlo con la mala administración: “Por el desprecio también se rebelan y llegan a la sedición. Como en las oligarquías, cuando son mayoría los que no participan de la politeia (pues se sienten los más fuertes), y en las democracias cuando los ricos desprecian el desorden y la anarquía. Como en Tebas, después de la batalla de Enófita, se arruinó la democracia por la mala administración. La de Megara fue destruida por el desorden y la anarquía; asimismo la de Siracusa, antes de la tiranía de Gelón; igual que en Rodas la democracia después de la insurrección (contra Atenas)”. (2)

 

Sin embargo, ya en el Libro Segundo de la misma obra, Aristóteles utiliza el término anarquía en su significado literal: sin gobierno. Al referirse a la monarquía dinástica plantea: “También suelen dividir al pueblo y a los amigos para introducir la anarquía, provocar revueltas y hacerlos luchar mutuamente. ¿Qué es esto sino que se anula temporalmente la polis como tal y se disuelve la comunidad política”? (3)

 

Durante la Edad Media y el Renacimiento, las traducciones de Aristóteles sufrieron graves tergiversaciones, dándole al concepto de anarquía, el sentido de concomitancia de falta de gobierno y desorden social provocado por ésta. Es decir, se utiliza el término anarquía como sinónimo de desorden. Para Aristóteles son dos conceptos diferentes: anarkhía y afasia (desorden).

 

Durante la Revolución francesa, los términos anarquía y anárquicos son usados para denigrar y condenar con el máximo desprecio a las facciones adversarias; no se salvan ni girondinos ni jacobinos.

 

En todo caso, para hablar de un pensamiento anárquico formado y autónomo, es necesario remontarse al último decenio del siglo XVIII, con la publicación de la Enquiry concerning political justice, and its influence on morals and happiness, de William Godwin. Este autor, “representa la variante individualista o filosófica del anarquismo, la cual atribuye un valor supremo a la libertad del individuo respecto de cualquier constreñimiento político, jurídico, económico o religioso, postulando con ello el derecho absoluto del individuo a tal libertad, llevando así hasta el extremo las instancias propias del liberalismo. La variante social o política del anarquismo como doctrina y movimiento social, se origina con la obra de Proudhom, especialmente con la publicación de ¿Qué es la propiedad? (París, 1840), en la cual reivindica por primera vez la calificación de anárquico, hasta entonces sinónimo de condenación moral y política”. (4)

 

Las demostraciones de Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865) están recargadas de aproximaciones históricas y referencias filosóficas poco pertinentes y que llegó a dar su confianza a empresas bastante dudosas. Pero hay dos aspectos de su actividad sobre los que no cabe la menor sospecha: a) la constancia y la firmeza de su dedicación a la causa del socialismo, si se entiende por tal término la dinámica de emancipación de las clases oprimidas, tal como demuestra, entre otros, el discurso a la Cámara del 31 de julio de 1848, que le valió una censura casi unánime de la Asamblea; b) la voluntad de estar cerca de las iniciativas propias de la clase obrera que se organiza para luchar contra la miseria y contra el desposeimiento político, inscribiendo su proyecto en el marco del combate por una mayor autonomía del proletariado.

 

En un próximo artículo seguiremos destacando la obra de Proudhon, así como la de Bakunin, Kropotkin y la importancia de sus legados en la evolución del anarquismo hasta nuestros días.

 

Notas:

  1. Joan Corominas, Diccionario etimológico de la lengua castellana, Gredos, Madrid, 1976.

  2. Aristóteles de Estagira, Politeia, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1989.

  3. Ibidem,

  4. Luciano Gallino, Diccionario de sociología, Siglo XXI, México, 1995.

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