A contar del 1973 Chile vive de historias pobres, de genios enanos y de promesas fétidas. El tiempo moderno, del cual escribo, domina el país con una incongruencia nauseabunda. Todo es hediondo. Las calles, los pasajes, las puertas de las casas, las antenas de la televisión, las radios, el metro, el transsantiago, los colectivos, la madera, los dormitorios del chileno que necesitan ventilación; los hocicos de perros, los del gato que lanza hedores de ratas podridas.
Dependencia de los malos olores, de lo infecto de las oficinas públicas que dejan escapar hediondeces de hilos de corbatas remojadas en mierda de caballo: de los bares sale el hedor a sangre de hombre muerto y de las manos del cocinero caen sobre los platos el ácido o las verduras dejan escapar lo fétido del agua que pasó sobre ellas.
Hediondez que tiene huellas acentuadas de un pasado sin hazañas que escapan de las iglesias, de los bancos, de los palacios del poder.
Chile y su bacteria de la modernidad: Chile y sus cementerios que se llenan con “cadáveres modernos”; ahí las palas, acá las picotas: allá los sepultureros que matan la muerte, (al menos eso dicen en las picadas), más allá el sol que agusana hasta la existencia de la mosca.
Aquí los hospitales que queman los sanos y dan vida a las pirañas: 37 años atrás nació un chacal bélico, sin gallardía que trajo al país otro tipo de muerte,y, sin embargo, sigue vivo, aunque la tierra esconda su carne fétida, aunque esconda su hocico, su estómago repleto de gusanos que explotaron y pudrieron la patria dejando come heredad un hedor a cachos quemados: Chile, esto hay que dicirlo: el traficante de la muerte sigue vivo.
37 años atrás las madres del chacal le dieron el pecho en tetas de chanchas y le lavaban el poto con aguas de restos de nazis podridos.
La moldura de la modernidad no tiene nada de bravura, tampoco de rareza o de milagros. Todo el maravedí no es más que un embobamiento sin excepciones porque no atrae y no es sublime.
Esta historia nace envuelta en marchas fúnebres. El recién nacido pasó de pechos en pechos; América, Occidente Vaticano y América. Hijo de aguerridos nazis cumplió sus 4 años de vida (1977) y tenía miles de ejecutados y otros miles de desaparecidos.
En sus siguientes cumpleaños sus victimas goteaban sangre. El parto del 1973 fue para muertos, para mentes debilitadas. Antes de ello había otros olores: la chicha, el picado de cebollas, el sudor de la madre del campesino y del obrero.
El marchante del fascismo muestra a sus padres sus manos ensangrentadas:
¿Qué haces?
“Mato”
¿Y esa sangre?
“ Es de los chilenos”.
Ahí inició todo: el nacimiento del chacal, los pechos de chanchas, los lavados de poto con aguas de restos de nazis podridos. Ahí nació el otro Chile: Moderno y fétido.
37 años de muertos vivos. Procesos, cárcel, vendetta, ejecuciones, atropellos a los derechos humanos, atropellos a la dignidad humana, asesinato de inocentes, alzas de precios e injusticias que dominan el presente.
Salir de los 37 años de fetideces depende todos los chilenos, obvio, y no de unos pocos que siguen hablando como muertos e infectando el futuro.
Godosky