Según Milton Friedman esta hipótesis es un buen punto de partida si nos permite sacar conclusiones aplicables a la realidad. Uno puede suponer que la tierra es plana, si luego verifica que puede andar en bicicleta… O concluir en la perfección de las superficies planas y esféricas si puede jugar al billar. Visto así… uno entiende a los economistas del FMI y de Harvard, que como Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart se equivocan hasta en la tabla del nueve.
Para mí que Friedman copió mal los argumentos que Stephen Hawking utilizó en su debate con Roger Penrose – sobre la Naturaleza del Espacio y el Tiempo – realizado en el Instituto Isaac Newton para las Ciencias Matemáticas de la Universidad de Cambridge.
Penrose y Hawking confrontaron sus visiones relativas a la mecánica cuántica y, como era de prever, sus conferencias y textos, saturados de un lenguaje especializado, no están al alcance del primer economista arribado. En todo caso Hawking sostuvo que la racionalidad de las hipótesis no tiene importancia si permiten que la reflexión pueda avanzar hacia teorías que interpreten adecuadamente el Universo. En mi muy modesta opinión nadie está libre de decir gilipolleces, y desde luego a Stephen Hawking no se le puede aplicar eso de “Roma locuta est causa finita est”.
Lo importante reside en no negar la realidad. Y en llamar las cosas por su nombre: Palomo dice que en la lengua de la gente linda “sectores vulnerables” se traduce como “rotos picantes”. En ningún caso “explotados”, o “mano de obra barata”. Ejemplos de la negación de la realidad gracias al expediente de borrar palabras y conceptos hay un puñado.
Hace ya algún tiempo, con la llegada de Margaret Thatcher al poder en Inglaterra (1979), y la de Ronald Reagan a la presidencia de los EEUU (1981), desaparecieron las clases sociales, y por vía de consecuencia la lucha de clases. Por arte de birlibirloque patrones y asalariados dejaron de tener intereses contradictorios, deben amarse los unos a los otros, y sobre todo ponerle un gran empeño común para alcanzar los objetivos de los primeros.
Fréderic Lordon, en “Capitalismo, deseo y servidumbre. Marx y Spinoza”, afirma que el conatus de los trabajadores, o sea su tendencia a perseverar en su ser, su pasión, ha sido puesta al servicio de la pasión de los patrones: ganar dinero. Un asalariado como se pide, no sólo deber ser productivo al extremo, sino además debe estar feliz de ser explotado.
Como se supone que ya no hay clases sociales, se encasilla a los sectores sociales según su poder adquisitivo. Allí donde hubo lucha de clases, quedó una sopa de letras. Desde luego los privilegiados continuaron SU propia lucha de clases contra todos los derechos de los asalariados, logrando eliminarlos casi completamente (Chile), o reducirlos drásticamente (Europa, EEUU).
La socialdemocracia, que con Jean Jaurès había intentado ofrecer una vía alternativa a la dictadura del proletariado (que terminó en dictadura de unos pocos contra toda la sociedad), era consciente de la confrontación de intereses entre productores asalariados y dueños del capital. Pero sus sucesores se pasaron con camas y petacas a la visión neutra y aséptica que impuso la derecha política para defender sus privilegios. Procediendo a otra negación.
De ahí que Jérôme Cahuzac, socialista, ministro del Presupuesto de François Hollande, en el curso de un debate televisivo con Jean-Luc Mélenchon, arguyese: “En el fondo, la lucha de clases resume nuestra real divergencia. Usted continúa creyendo en ella, y yo no creí jamás”. Vincent Peillon, socialista, actual ministro francés de la Educación, había escrito que sólo la colaboración de clases es un camino viable, y que él siempre ha obrado en esa dirección.
Ambos tienen, en la materia, el mérito de la claridad y la nitidez.
La práctica es otro cuento. En su calidad de ministro del Presupuesto, Jérôme Cahuzac tenía la eminente misión de cobrar los impuestos, y luchar contra la evasión fiscal que en Francia cobra proporciones alarmantes. Pero hubo un detallito: se descubrió que desde hace más de veinte años Jérôme Cahuzac tiene cuentas bancarias en paraísos fiscales (Suiza y Singapur), gracias a las cuales… ¡practicaba alegremente la evasión fiscal! Su dimisión fue un golpe terrible a la credibilidad del gobierno de Hollande, y el delito generó un escándalo que hace tambalear las instituciones.
Entretanto, Vincent Peillon tuvo una idea brillante: reponer en la escuela los cursos de Educación cívica y de Moral republicana. El semanario satírico Le Canard Enchaîné se pregunta si Jérôme Cahuzac presidirá el Jurado de Estudios.
Mientras tanto, en el campo de flores bordado Andrés Zaldívar afirma – sin sonrojarse – que el poder constituyente reside en el esperpéntico Parlamento creado por la dictadura, e hizo desaparecer, en una frase, al pueblo de Chile. Para Zaldívar la tierra es plana. Bachelet crea una comisión, atiborrada de “expertos”, cuya misión consiste en decirnos qué tipo de Constitución tenemos que tener, y cómo llegar a ella. Sólo le faltó arrogarse la facultad de aprobarla para imitar en todo al “capitán general”. Uno se dice que Escalona tenía razón cuando aseguró que quienes se ocupan de estas cosas fuman opio.
Como quiera que sea, Bachelet está rodeada de personajes como Escalona y Zaldívar, para no mencionar a Ricardo Lagos quién, poniendo su firma al lado, arriba, abajo, delante o detrás de la de Pinochet, aseguró que la Constitución ilegítima, como la calabaza, se había transformado en la carroza de la Cenicienta.
Lo dicho: para estos mendas la tierra es plana. Para ellos el pueblo de Chile no existe. En noviembre veremos si Stephen Hawking tenía razón en que se puede partir de cualquier pijotera hipótesis, si al final se logran los objetivos perseguidos.