El dogma neoliberal no se detendrá ante nada. Lo prueba el último capítulo de la crisis del euro. Cuando las medidas adoptadas por la Troika para “rescatar” a Grecia hundieron los bancos chipriotas, se hizo necesario salvar a Chipre.
Entretanto los remedios suministrados hundieron a Grecia. “Rescatar”, “salvar”, entre el significante y el significado hay un abismo. Todo consiste en proteger un sistema financiero rufián, que ha visto aumentar desmesuradamente la parte que se adjudica del lucro generado por toda la actividad económica: en los EEUU, si en diciembre de 1947 el sector financiero obtenía el 8% del total de beneficios corporativos, en diciembre de 2001 había alcanzado una parte inimaginablemente alta: ¡un 45,80%!
Ahora, el monto total del “rescate” de los bancos chipriotas, 17 mil millones de euros, equivale al PIB anual de Chipre… ¿Cómo lo hacen para perder tanto dinero? Y por otra parte… ¿Quién lo gana?
Para reunir ese monto, la Troika despoja los depósitos superiores a 100 mil euros de un 37,5%, y bloquea lo que queda just-in-case. Para justificar lo que no deja de ser un pillaje legal realizado con premeditación y alevosía, sobre seguro y en despoblado, la Troika arguye que “quienes participaron del desastre tienen que contribuir a pagarlo”. Dicho así parece sensato. Lo malo es que quienes tienen la obligación de velar por el sistema bancario europeo se quedaron callados ante la borrachera especulativa, comenzando por el Banco Central Europeo (BCE).
El presidente del BCE, banquero de oficio y ex colaborador de Goldman Sachs – falsificador de las cuentas públicas griegas y uno de los inventores de la estafa de los subprimes – no podía ignorar que los bancos chipriotas se libraron durante años a una desenfrenada especulación sobre la deuda griega.
Otro argumento tiene que ver con que Chipre es un paraíso fiscal. Pero Chipre siempre ha sido un paraíso fiscal, de esos que el G20 prometió eliminar hace años… sólo de la boca para afuera. Y no es el único: hasta hace muy poco el presidente del Eurogroup (los países que adoptaron el euro como moneda única) era Jean-Claude Juncker, primer ministro de Luxemburgo, otro paraíso fiscal. Mónaco, San Marino y el Vaticano, célebres paraísos fiscales por donde circula el dinero de las mafias, del narcotráfico, de la trata de blancas, del tráfico de armas, de la pornografía y otras actividades tan edificantes como las que te cuento, tienen acuerdos con la Unión Europea para usar oficialmente el euro, y acuñan su propia moneda.
La historia no es reciente: el autoritario líder serbio Slobodan Milosevic transfirió miles de millones de dólares a Chipre para comprar armas y eludir el embargo de la ONU. Armas que compraba… en Rusia. A su vez, los magnates rusos usaban los bancos chipriotas para lavar el dinero proveniente de actividades tan claras como las malversaciones al Estado ruso, el tráfico de armas y otros pecadillos. La Troika siempre lo supo, y se acomodó muy bien de todo aquello, como se acomoda de los paraísos fiscales extremadamente oficiales que posee Gran Bretaña en las islas europeas de su dominio, o de propiedad de su no muy graciosa reina Isabel II.
¿Tengo que mencionar un delito de información privilegiada – Sebastián Piñera sabe de qué se trata – que le permitió a empresarios y políticos chipriotas transferir sus fondos a otros paraísos fiscales antes de que la Troika y el gobierno chipriota impusieran el “corralito”?
De la noche a la mañana hay dos Eurozonas: una “libre”, en la que los capitales circulan alegremente, y otra, Chipre, en la que los capitales están sometidos a un estricto control destinado a hacerlos desaparecer en el “rescate”.
Es lo que llaman la eficiencia del libre mercado, lograda gracias a una mano no muy invisible. La misma mano que mueve, desde las bambalinas, los hilos de un puñado de marionetas que pasan por ser los presidentes o los primeros ministros del burdel en que se está convirtiendo Europa.