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En el caso de la crisis en el Vaticano se da, en su integrad, el principio de que “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Muy poco tiene que ver el boato y el estricto protocolo en las ceremonias vaticanas con la simplicidad y profundidad de Jesús de Nazaret y su doctrina de amor a los pobres.
Hace mucho tiempo que el papado abandonó la doctrina social de la Iglesia y la teología liberadora: tanto Juan Pablo II, como Benedicto XVI han emprendido una verdadera cruzada contra las teologías de la liberación; aun cuando no lo confiesen, se trató de una verdadera contrarrevolución que pretendía anular los avances del Concilio Vaticano II, propiciados por Juan XXIII y Paulo VI, logrando acallar a los principales teólogos de esta concepción liberadora del cristianismo. En efecto, ya queda muy poco de las conclusiones de las Conferencias Episcopales latinoamericanas de Medellín, Puebla y Contadora.
La opción por los pobres ha sido reemplazada por la “ginecología” y la reducción de los valores a la sola sexualidad: se trata de condenar a las parejas separadas, el divorcio, la homosexualidad y el matrimonio entre parejas del mismo sexo, el aborto terapéutico, así como también hacer imposible el acceso a las mujeres al ministerio sacerdotal, lo cual demuestra una rígida moral que, en vez de ser consecuente con el legado de Cristo, se ha transformado, a través del tiempo, en un búmeran; se ha visto dominada por clérigos pedófilos, proxenetas y banqueros inmorales.
Si recurrimos a la historia del papado durante el siglo XX podemos comprobar que los períodos reaccionarios y de apego al poder predominan sobre el corto tiempo que los Papas Juan XXIII y Pablo VI emprendieron reformas substanciales, expresadas en el Concilio Vaticano II y en las Encíclicas Mater et Magistra y Populorum Progressio, respectivamente, además de CELAM, especialmente en Medellín y Puebla.
Papas reaccionarios como Pío X, que rechazaba todos los valores de la modernidad, duró 17 años en el trono papal y, para más remate, fue elevado a los altares. Pío XI reinó otros 17 años, incluida la primera guerra mundial. Pío XII, acusado de favorecer al fascismo-nazismo, gobernó la Iglesia durante 19 años. El papado progresista de Juan XXIII duró, apenas, 5 años, y el de Pablo VI, 15 años, y Juan Pablo I sólo duró 33 días – se presume que fue asesinado por la mafia de la P2, masones infiltrados en el Vaticano -. El papado más largo en el tiempo fue el de Juan Pablo II, 23 años y 5 meses y fue uno de los Papas más reaccionarios del siglo XX.
Afortunadamente, ya casi nada queda de las Democracias Cristianas: la italiana acaba de morir en las últimas elecciones, cuando un retazo de centro, muy reaccionario, apoyó al tecnócrata Mario Monti; sólo queda la alemana, que tiene poco de dependencia del Vaticano.
A falta de una doctrina social, domina en el papado los “banqueros de Dios”, como lo fue, en el pasado, Paul Marcinkus, sospechoso de la conspiración contra Juan Pablo II, un Papa decidido a intervenir en los negocios escandalosos del Banco del Vaticano, (Instituto de la Obras Religiosas). A raíz de la quiebra del Banco Ambrosiano, se suicidó Roberto Calvi, en Londres. El Banco Vaticano goza de la extraterritorialidad, por consiguiente, no puede ser controlado por el Banco de Italia y, en sus operaciones, actúa como un “paraíso fiscal”: tiene aproximadamente 44.000 Cuentas Corrientes en las cuales el nombre del propietario es desconocido y solamente numerado – se cree que algunos dineros de la mafia han sido lavados vía Banco del Vaticano -. El presidente de este Banco, Ettore Gotti Tedeschi, fue investigado por el Banco de Italia, y su casa allanada por la policía; el último acto del Papa Benedicto XVI al respecto fue reemplazarlo por el alemán, de 58 años, Von Freiberg.
Otro de los grandes dramas que forma parte de la crisis actual del Vaticano es la pedofilia, delito practicado por algunos obispos y sacerdotes – particular gravedad han tenido los casos de Irlanda y Estados Unidos, donde la Iglesia se vio obligada a pagar millones de dólares de indemnización a las víctimas -. Tanto Juan Pablo II, como Benedicto XVI están, actualmente, acusados de negligencia y encubrimiento. El caso de Marcial Maciel es emblemático: el fundador de los Legionarios de Cristo no dejó crimen sexual por cometer y era el predilecto del Papa Juan Pablo II – próximo candidato a los altares -. Es vergonzoso para el papado que el diario New York Times publique una lista de Cardenales vetados para participar en el Cónclave, por encubrir a sacerdotes pedófilos.
El diario La Republica, de Italia, ha destapado otros escándalos sobre la existencia de una red de proxenetismo en el Vaticano. Los famosos Vatileaks serían difundidos – ojalá así sea – por el próximo Papa, que será nominado en el curso de este mes de marzo.
De no producirse un cambio “copernicano”, como el de Juan XXIII, el papado seguirá alejándose del mensaje de Cristo y sirviendo a los poderosos.
Rafael Luis Gumucio Rivas
03/03/2013