Gobierno y oposición se unen ante violencia de origen mapuche. Comuneros mapuche exigen perdón ante violencia histórica del Estado chileno. Sobre el problema de fondo, “mejor no meterse”. Cuántos más Luschinger-Mackay y Lemuy para que el Estado chileno reconozca su fracaso de someter al pueblo mapuche desde hace un siglo y medio.
Conflicto chileno-mapuche
El Estado chileno condena la violencia de procedencia mapuche con votos de representantes de partidos de derechas, centro e izquierdas en el Senado y la Cámara de Diputados, mientras una “Cumbre Mapuche”, con más de 300 comuneros en el cerro Ñielol, plantea al Estado chileno que pida perdón por los “atropellos históricos” contra el pueblo mapuche.
El contraste de las imagenes del Presidente del Senado, Camilo Escalona (PS) y del Ministro del Interior, Andrés Chadwick (UDI) en la testera del Senado en Valparaíso tras la votación, con el de las mujeres y hombres mapuche en el cerro de Temuco tras pancartas: recuperación de tierras, autodeterminación, desmilitarización, muestran los términos del conflicto.
El Estado lo representa como conflicto mapuche, en cambio el pueblo mapuche como conflicto interétnico chileno- mapuche. El Estado chileno no reconoce al pueblo mapuche como diferente al chileno y el pueblo mapuche reivindica la diferencia y exige que se le reconozca.
“Mapuche no se sienten chilenos”
Como señala Jorge Pinto, Premio Nacional de Historia 2012, para resolver el conflicto es básico que el Estado chileno entienda, reconozca y asuma que “que los mapuche no se sienten chilenos”. Esto significa optar por un nuevo trato: de Estado a pueblo, diferente al chileno, en una relación diálogo, horizontal, cualitativamente diferente a la actaual: relación de autoridad, de sometimiento, sino de criminalización.
Además, el Estado chileno debe reconocer la evidencia histórica que la violencia en la región de La Araucanía fue instalada por el mismo Estado cuando procedió a conquistar militarmente los territorios mapuche en la segunda mitad del siglo XIX y continuó con la imposición de las reducciones indígenas; con el aval al robo de tierras mapuche y el impulso de decretos y leyes para el despojo de propiedades y tierras ancestrales para invadirlos con grandes inversiones extranjeras.
Esta violencia persistente del Estado chileno -militar, policial y legal- , genera una violencia, de resistencia o de defensa de lo propio de sectores del pueblo mapuche. De esta relación de violencia del conflicto chileno-mapuche son víctimas Suarez Maullín, Lemún, Huentecura, Collihuín, Luchsinger, Mackay, Catrileo, Cariqueo, entre otros.
Trato discriminatorio
Otro elemento en que reconoce el conflicto chileno- mapuche es en la reacción ante el crimen. Cuando son mapuche los asesinados las autoridades del Estado no se conmueven, explican o justifican, a lo más lamentan; siempre los responsables quedan impunes y protegidos por las instituciones, a diferencia de si el asesinado es chileno, como en el caso de Luchsinger-Mackay, la conmoción es nacional, la condena expresiva y la respuesta del Estado: mano dura, todo el peso de la ley, allanamientos y abusos policiales.
En este mismo caso, las comunidades mapuche han rechazado el crimen del matrimonio chileno, también la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM), caratulada de terrorista por el Estado chileno. Plantean el diálogo como principio para resolver el conflicto, convocan parlamentos para aunar un planteamiento de reivindicación de sus derechos históricos (territorio, tierras, autonomía, autogobierno) que les permita asentar las bases política, económicas para el desarrollo social y cultural propio del pueblo mapuche.
“Mejor no nos metamos”
Y al Estado le interesa parlamentar con el mapuche. El diputado Guillermo Arenas (UDI), de la región de La Araucanía, plantea que los políticos, de gobierno y de oposición, -los mismos que votaron contra la violencia de origen mapuche-, no tienen voluntad de abordar el fondo del conflicto (“mejor no nos metamos”) por el “alto costo político y financiero” que significa y la falta de “rentabilidad política y electoral” que implica.
El diputado UDI por la región de La Araucanía revela que la mayoría cree que “el problema de los mapuche es la pobreza y si los sacamos de la pobreza se van a olvidar de que son mapuche, y todos felices y contentos, pues es lo mejor que les puede pasar a ellos” y escabullen la complejidad que introduce el “orgullo, la reivindicación étnica y cultural”, y concluye que las soluciones pasan por el reconocimiento de sus derechos políticos.
Dominan los criterios de “los que no saben”, como señala Arenas, que son los que piden mano dura, exigen estados de emergencia y leyes antiterroristas, en la inteligencia militar, por sobre de “los que más saben”, que confían en la inteligencia política.
La palabra, a los “que más saben”
Es momento que el Estado reconozca que en Chile co-habitan diferentes pueblos, que lo establezca en la Constitución; inicie un diálogo cara a cara, horizontal, entre representantes del Estado y de las comunidades mapuche; definan una agenda común, no unilateral, sobre los temas que permitan al pueblo mapuche tener una base material para ejercer un autogobierno que les permita decidir su desarrollo político, económico y cultural en convivencia y respeto mútuo con la sociedad chilena.
La visión unilateral sobre la violencia que se desprende de la declaración del Senado y la Cámara es un consenso apropiado para legitimar la política represiva y antiterrorista del Ministerio del Interior, pero inútil para abrir un diálogo como el que comunidades mapuche comienzan a exigir.
Para buscar salidas, habría que escuchar a “los que más saben”, como sugiere el diputado Arenas. Entre estos hay muchos chilenos y que en conjunto con mapuche podrían ser foco de atención y atracción para que la sociedad exija al Estado chileno un cambio de rumbo en vista a conseguir la convivencia pacífica con el pueblo mapuche.
Uno de estos chilenos se pregunta: ¿Cuántos episodios trágicos como la muerte del matrimonio Luchsinger-Mackay, o el asesinato del niño Alex Lemun se necesitan para que desde el Estado y la sociedad chilena entendamos, como parece haberlo entendido hoy el pueblo mapuche, que el diálogo (parlamento) de buena fe sobre las raíces del conflicto y sobre nuevas formas de relación entre pueblos diferentes que comparten un mismo territorio, es el único camino posible?
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