A poco menos de tres años de la gran debacle que arrasó Dichato, aquel balneario chillanejo enclavado en término municipal tomecino, me he dado una vueltecita por allí. Me fui con la esperanza de mantenerme sereno, sin derramar lágrimas de añoranzas. Y lo conseguí.
No lloré, porque me di cuenta que las aguas embravecidas del 27 F que se llevaron varias vidas humanas, casas, recuerdos y sentimientos, cuyo duelo ya hemos hecho, fueron incapaces de destrozarnos todo, porque nos dejaron un hilillo de nuestra propia rebeldía, de nuestra propia idiosincrasia. Nos quedó una gotita de orgullo, de fuerza, de ilusión. Y eso es suficiente para los dichatinos.
La gente de allí, con formación granítica heredada de pescadores, con influencias de la fortaleza chillaneja, han sido capaces de abrir puertas a la esperanza y sembrar ilusiones sobre la tierra devastada.
A la desgracia, pecho al frente. A la tristeza, manotazo que borra las lágrimas y vista al horizonte. Y sobre los escombros, alzar el monumento a la caleta de nuestros antepasados, transformada ahora en ejemplo luminoso para el futuro.
Confieso que no estoy de acuerdo con varias de las cosas que se han hecho para reconstruir un Dichato nuevo. Sin embargo, y con la misma rotundidad, debo reconocer que aquel balneario de antaño, el que nos vio aprender a caminar entre las docas y las dunas calientes, se quedó dormido en el paisaje, arrastrado por el maremoto. Y sobre aquellos recuerdos, resurge un Dichato más moderno, más atractivo para los nuevos tiempos, más destinado al turismo enriquecedor.
Es otro Dichato y debemos adaptarnos para comprenderlo y para empujar ese carro.
Don Mino, la gran picada gastronómica de la región, nos vuelve a dar lecciones de visión de futuro. Porque fue capaz de no quedarse llorando sobre los escombros de lo que fue su restaurante, y se levantó rebelde bajo cuatro palos primero, pregonando que la vida continúa, que no hay tiempo que perder y que aquel hilillo de esperanza hay que transformarlo en torrente de progreso.
Sobre la tragedia, resurgir. Sobre el dolor, construir templos de fortaleza.
Hoy, Don Mino muestra su voluntad férrea de avanzar y nos invita a visitar lo que será su gran restaurante, símbolo de aquella idiosincrasia que nos ha permitido crecer.
Como él, varios más siguen la misma senda, lo cual se nos aparece como la gran lección de aquella gente sencilla, que es capaz de levantarse una y otra vez, sobreponiéndose a las inclemencias de la vida.
Reitero, no estoy de acuerdo con varias cosas que se han hecho. Pero reconozco que el Dichato Siglo XXI es diferente al que conocimos y supimos amar en el pasado. Que ahora crece de otra manera y camina en dirección más moderna. Sin embargo, la gente de allí sigue manteniendo y cultivando aquel espíritu fuerte que nos dio un sello, una identidad y que nos permite adaptarnos para ganarle al futuro.