Son las palabras de un sindicalista. Francés el sindicalista, aún cuando esas palabras podían haber sido pronunciadas en Chile. Edouard Martin, obrero siderúrgico, le habla a la nación. Y precisa que “antes de que se secara la tinta del acuerdo entre el gobierno y el grupo multinacional Mittal, este último había decidido incumplirlo”.
¿Quién manda en Francia? El capital apátrida viene a apoderarse de las joyas de la industria francesa, a sacar el máximo de provecho, para luego llevarse lo que tiene algún valor, cerrar las industrias y condenar a la desertificación vastas regiones del territorio nacional. Cerrada la mina de carbón de Lota, ¿qué quedó? Una población de 40 mil almas abandonadas. Cerradas las oficinas salitreras, ¿qué quedó? El desierto.
Lo mismo pasa en Florange, donde la industria siderúrgica ha hecho vivir por siglos toda la región. El ser humano no cuenta, sólo cuenta el lucro. Un patético sirviente socialista fue a cerrar Lota. En la vieja Europa otros socialistas presiden la desindustrialización europea. ¿Los trabajadores? ¿Las familias? ¿Las escuelas, la salud, el comercio, los proveedores, la pequeña y mediana empresa? Eso no interesa. Sólo importa la “destrucción creadora” que, eliminando seres humanos aquí, genera oportunidades de negocio allá.
Jacques Attali, ex consejero de François Mitterrand, mercenario servil de grandes intereses hoy, vino a la TV a eructar insultos contra “esos privilegiados que aun tienen empleo y se quejan”. François Hollande parece querer demostrar que su apodo de “picha floja” no es inmerecido. ¿Mr. Lakshmi Mittal le hubiese hablado a Charles de Gaulle del mismo modo? Al “grand Charles”, ese que sacó a los yanquis de Francia porque se atrevieron a decir que no les gustaba su gobierno, en el cual había un par de comunistas. “Aquí mando yo”, dijo “mon général”, y decenas de miles de tropas estadounidenses, las mismas que habían liberado Francia, setuvieron que ir a Bélgica o a Alemania con la cola entre las piernas y sus generalitos delante.
Otros hombres, otras envergaduras. Para de Gaulle la República era intocable. Por haberle faltado el respeto hizo desaparecer hasta el último general felón que se atrevió a intentar un golpe de Estado apoyándose en las tropas estacionadas en Argelia. De Gaulle no era socialista, y se lepuede calificar de anticomunista ilustrado. Pero era un demócrata.
En una Europa sumida en la crisis, dominada por la recesión, con más de 25 millones de desempleados y una deuda pública fuera de control (debida por lo esencial al rescate de los bancos privados), aún hay quién pretende que la solución se encuentra en otra dosis de liberalismo y privatizaciones, la receta que generó este gigantesco desastre. La simetría con el “socialismo real” es aterradora. Si en la URSS las cosas andaban mal era porque faltaba una dosis de socialismo. Si en la Europa de hoy progresan la miseria y la desesperanza, es porque falta una dosis de libre mercado. ¡En un continente que ya no sabe qué privatizar!
En esa realidad, las palabras saturadas de emoción del dirigente obrero Edouard Martin resuenan como un trueno: “La traición continúa… aquellos que debían defendernos nos están asesinando…”. Me vienen a la mente los versos de Nicolás Guillén: “Yo bien conozco a tu enemigo, el mismo que tenemos por acá…”.
El gran capital, las multinacionales, el libre mercado, sin duda. Y también los serviles gañanes que les sirven la sopa y les garantizan “tranquilidad, gobernabilidad, estabilidad” en nombre de un improbable progresismo. En Chile como en Europa, los enemigos son los mismos, y a veces tienen hasta el mismo nombre. Dominan porque han hecho desaparecer hasta la fe en la democracia, en la potestad de la voluntad popular.
Pero no pierden nada por esperar: sólo preparan la revolución que anuncia… Ricardo Lagos, un experto en revoluciones. Por fin dijiste una verdad Ricardo, en medio de tu océano de mentiras. Tal vez porque de algún modo te sentiste tocado por las palabras del obrero Edouard Martin: “La traición continúa… aquellos que debían defendernos nos están asesinando…”.