Noviembre 13, 2024

Toda política ‘camaleónica’ camina hacia el totalitarismo

Una gran mayoría de chilenos está disconforme con la conducción política del país … el Congreso no tiene credibilidad, el Poder Judicial ni qué decir, las policías tampoco, las iglesias menos. Sin embargo, es válido preguntarse ¿qué impide la unión de los ciudadanos honestos? ¿Por qué persisten en el tiempo los mismos corruptos manejando las riendas de la nación?

 

 

La dura realidad nos muestra que los asuntos políticos no son como quisiéramos que fueran y ni siquiera se acercan a un mínimo de nuestras esperanzas. La realidad es fría y enérgica.

 

En las últimas semanas he conversado con más de un centenar de personas sobre el tema que interesa a esta nota, y me he percatado de un hecho doloroso: a más del 90% de esas personas no les interesa quién gobierne. Pareciese que en política  aquello de “ni chicha ni limoná” es una lamentable realidad del 80% de los electores. Es la política ‘camaleónica’, que cambia de color según la ocasión. Ello podría explicar además por qué en tan sólo dos lustros los ciudadanos hemos elegido un gobierno de centroderecha, luego uno de centroizquierda, y otra vez uno de derecha.

 

Para los chilenos “definirse políticamente” es un tiovivo que va marcando diferentes tendencias mayoritarias en lapsos muy cortos. Ello es miel sobre hojuelas para el sistema neoliberal, ya que sea cual sea el tipo de gobierno que tome asiento en la Moneda, efectuar cambios de fondo en materia económica es un asunto ímprobo y tal vez inexistente (nadie logra provocar cambios en serio en tan sólo cuatro años). De esa forma, el mentado sistema va caminando a paso seguro para convertirse en civilización.

 

Por ello existe temor en amplios sectores de nuestra sociedad respecto a que el electorado, impávido ante los acontecimientos (como es su costumbre), decida entregar el gobierno a grupos políticamente radicalizados que odian a las mujeres por tratar de ser libres y poderosas, desean controlar la sexualidad de los chilenos, apuestan por el clasismo y la xenofobia sin ataduras ni moldes, son enemigos de la educación pública y de los derechos de cualquier tipo (humanos, sindicales, sociales, etc.)… el peligro está vivo y cerca.

 

¿Quién podría detener esa locura? Aquellos políticos que alguna vez estuvieron junto a la clase trabajadora, hoy se han incorporado definitivamente a las filas de sus antiguos adversarios. Y si los trabajadores caen, es un  hecho que los sectores medios terminarán siendo aherrojados por esa misma fuerza déspota que conculca libertades, quema la cultura, persigue a los escritores y prohíbe el pensamiento.

 

Los expertos dicen que los hechos históricos son irrepetibles. No obstante hay algunos de ellos que sí se repiten. Tal vez la Historia, como fenómeno social, sea circular y siempre regrese al inicio de todo. 

 

En Chile se está replicando –de manera diferente, por cierto- lo que ya sucedió en Alemania entre los años 1925 y 1933. La sociedad de ese país se despreocupó de los cuidados que requería la democracia y permitió a una tropa de fanáticos racistas y xenófobos acceder legalmente al gobierno, vía elecciones democráticas. El resto de lo ocurrido es conocido por todos.

 

Aquello de ‘política camaleónica’ y no ser ‘ni chicha ni limoná’ –o “no importa quién gobierne”-, deja de ser una posición cómoda para el falso bienestar del pusilánime cuando se transforma en el regreso de la noche oscura y el miedo hecho rutina.  

 

Estamos llegando a un escenario donde los parlamentarios, dirigentes partidistas, políticos de todos los pelajes, periodistas y opinólogos, salimos sobrando, pues en este horizonte actual es posible asegurar que “sólo el pueblo salva al pueblo”.

 

 

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