Diciembre 7, 2024

Un nuevo momento para el feminismo

 

El 8 de marzo siempre ha sido una fecha señalada. En el Estado español, desde 1978, año tras año, las calles se han teñido del morado feminista. La convocatoria de huelga de 2018 mostró un potente feminismo transversal, en el que millones de mujeres de todo el mundo se sintieron convocadas para expresar su hartazgo e indignación por las muy diversas formas en que el machismo y el patriarcado se expresan en sus vidas.

 

 

Las huelgas feministas, que se iniciaron en 2016 con el llamado del movimiento feminista argentino, al que se fue sumando el de muchos otros países, son el testimonio del nuevo momento de la interpelación feminista que se venía fraguando en la última década.

 

Varios elementos pueden ayudar a una lectura de este recorrido. Uno de ellos es el análisis feminista de la complejidad y profundidad de la crisis y su impacto en las vidas y cuerpos de las mujeres. Supone hablar de la profundización de la división sexual del trabajo, de la privatización del trabajo de cuidados en el marco de las familias, con el consiguiente aumento de la carga de trabajo para las mujeres y el deterioro de las condiciones laborales de quienes los realizan (desde las mujeres en los hogares, las trabajadoras de hogar a las de los servicios sociales). Producto todo ello de la inhibición del Estado y de los hombres de esta responsabilidad.

Este análisis trata de establecer la interrelación de la producción y la reproducción social como parte del mismo proceso económico, y abre alternativas para politizar la reproducción y poner sobre la mesa la centralidad de los cuidados, con el consiguiente cambio de paradigma económico.

se trata de aterrizar la articulación entre el patriarcado y el capitalismo racializado en el contexto neoliberal

En definitiva se trata de aterrizar la articulación entre el patriarcado y el capitalismo racializado en el contexto neoliberal. Algunos de sus efectos son la profundización de las desigualdades, el enfrentamiento a cualquier proyecto colectivo como el que representa el feminismo porque  impugna el sistema, la mercantilización de todos los aspectos y espacios de la vida. También supone el reforzamiento del Estado autoritario, que necesita mayor violencia institucional para imponer la salida a su propia crisis, que en esa lógica establece como respuesta a las violencias machistas la vía punitivista y el refuerzo de la lógica “securitaria” frente a la inseguridad que el propio sistema genera, y requiere cada vez más de la disciplina y moralización desde la sexualidad y los cuerpos de las mujeres, volviendo a establecer la distinción entre las buenas y malas mujeres, de la vida y de la propia sociedad.

Las mujeres en el cruce de relaciones de poder

Otro elemento que explica el actual transitar del feminismo es el proceso por el que se va armando el mapa de los conflictos que atraviesan la vida de las mujeres. Esto supone entrar de lleno en el debate sobre el sentido de la diversidad. Dar voz a la diversidad de las mujeres no se inscribe en la lógica de adaptación al mercado en su búsqueda de nuevos nichos de negocio, ni en constituirse en nuevas sujetas de consumo como busca el neoliberalismo, en hacer del feminismo una moda. Se trata de articular una propuesta inclusiva de cambio de las condiciones del 99% de las mujeres, y explica la profundidad social de la contestación feminista, su amplitud y transversalidad.

La interseccionalidad suena a palabro y sin embargo es una herramienta teórica muy útil para entender la dimensión política transformadora de la diversidad de las mujeres. La interseccionalidad señala la relación entre los diversos modos de opresión, patriarcal, capitalista, colonial, las estructuras sociales en que se apoya y las relaciones de desigualdad y poder que generan, a lo que el ecofeminismo añade su relación con los procesos de explotación de los recursos y el medio ambiente.

La interseccionalidad señala la relación entre los diversos modos de opresión y el ecofeminismo añade su relación con los procesos de explotación del medio ambiente

Es lo que permite hablar de un feminismo anticapitalista y antirracista que no entiende la diversidad como una suma de identidades particulares, ni como una excusa para establecer jerarquías de opresiones, sino que intenta comprender cómo operan esas jerarquías sociales sobre las condiciones materiales de vida y la subjetividad de las mujeres. La situación de las temporeras de la fresa de Huelva, atravesadas por su condición de mujeres, trabajadoras, “migrantes” y marroquíes, víctimas de la explotación, la violencia sexual y el racismo, es un claro ejemplo.

Esta perspectiva amplia da forma explícita al sujeto del feminismo y articula una agenda política atravesada por el reconocimiento de esta diversidad y del reconocimiento de la agencia de las mujeres, de su capacidad para tomar la palabra y expresar. Lo contrario supone mantener una situación de privilegio en el establecimiento de las necesidades, las reivindicaciones y la agenda feminista. Y como señala Chandra Mohanty, “situarse en el privilegio es lo que alimenta la incapacidad de ver a las que no lo comparten”; contra ese riesgo nos alertan las mujeres que el sistema excluye y criminaliza, las que sufren las nuevas formas de explotación, las trabajadoras del sexo que están organizadas, las mujeres racializadas, las mujeres que deciden ponerse el hiyab o las mujeres trans.

La diversidad y la perspectiva interseccional es lo que está dando un significado global al feminismo, el impacto social de la movilización y de la propuesta feminista.

El nuevo internacionalismo feminista

Un último elemento que explica esta nueva ola feminista es el nuevo internacionalismo. Conectadas por redes y encuentros, la política del contagio ha ampliado sus horizontes desde los feminismos locales. Traduce en clave feminista la relación que el capital establece entre el Norte y el Sur global. Son las cadenas globales de los cuidados por las que se transfieren los cuidados de las mujeres del Sur a sus familias, a las mujeres del Norte y las suyas. Son los efectos de las empresas extractivistas del Norte global para apropiarse de recursos y tierras en países como los centroamericanos, donde asesinan a defensoras de las tierras y de los derechos humanos, a feministas, o las expulsan de sus territorios y las obligan a migrar; como sucede con las mujeres que huyen de las guerras que provocan la lucha por apropiarse de esos recursos. Son las violencias que traspasan fronteras en la trata con fines de explotación sexual, mujeres que pueden acabar encerradas en un CIE sin que el Estado les ofrezca ninguna protección. Y son quienes sufren la violencia institucional que representa la negación de asilo a las mujeres que salen de sus países por ser trans o lesbianas.

El internacionalismo, tejido sobre prácticas feministas transnacionales, pone en relación estas situaciones y las salidas a las mismas, sin caer en las continuas trampas que desde el poder transnacional tratan de justificar, en nombre de la defensa de los derechos de las mujeres, políticas militaristas, invasiones a países, políticas antiinmigración e islamófobas.

Hoy inicia también los esfuerzos para articular las resistencias feministas a una extrema derecha que se presenta como solución a la crisis del propio sistema general, tratando de imponer una salida ultraliberal y ultrapatriarcal con los terribles efectos conocidos para las mujeres. Por eso los intentos de descalificar y deslegitimar el feminismo y su resistencia al proyecto capitalista patriarcal estarán a la orden del día.

El feminismo está articulando luchas desde las reivindicaciones más concretas, poniendo sobre la mesa una propuesta global, y proponiendo un nuevo sentido común que impugna al que rige la lógica capitalista y neoliberal. 

 

Artículo publicado en Revista CTXT

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Justa Montero forma parte de la Asamblea Feminista de Madrid y de la Coordinadora estatal de organizaciones feministas

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