Diciembre 7, 2024

Neocolonialismo recargado

¿Y nosotros, ciudadanos, qué pensamos y decimos? Al cabo  de más de treinta años de ideologización neoliberalista en la sociedad, al parecer hemos perdido buena parte de nuestra capacidad de asombro,  salvo, claro está, para comparar grandes diferencias de precios y ver ofertas aquí y allá, incluso de cosas que no necesitamos. En eso sí que estamos astutos. 

 

Pero si al lado nuestro, unos kilómetros más al norte, se está generando  un suceso inédito hasta hoy, con los medios de comunicación y  el gobierno estadounidense, más sus seguidores incondicionales a la cabeza,  intentando  un nuevo tipo de golpe de Estado contra un país soberano, eso no nos sorprende ni nos llama la atención.  La nuestra ha pasado a ser por ahora una suerte de ciudadanía zombie.  No hay tiempo para enterarse de nada que vaya más allá de nuestro metro cuadrado y nuestro interés privado. Es el resultado buscado: la privatización de la res pública; que todos nos dediquemos  solo a  nuestros intereses, y que algunos otros, algunos más poderosos o con más tiempo que otros, se ocupen del resto.  Gran  novedad: ahora tenemos golpes de Estado  dirigidos desde fuera de Venezuela, desde la Casa blanca y sus organismos de seguridad e intereses económicos y geopolíticos,  los que dan las órdenes al diputado que se autoproclame “presidente encargado” o algo parecido. 

 

Ni siquiera sus colegas opositores sabían de esa autoproclamación. Y claro, ahora pretende “dirigir” Venezuela acolchado en los brazos del gobierno estadounidense que está –por vez primera-, a la vanguardia de este nuevo tipo de golpe.   

 

  Todo ello, claro está, no sería posible sin el dominio corporativo de los medios de comunicación (TV, radios, periódicos), que distorsionan y mienten diariamente sobre la realidad venezolana; y tampoco sería posible si los actuales gobernantes  latinoamericanos tuviesen un mínimo de dignidad y respeto por nuestra tradición   independentista.  Estos nuevos gobiernos derechistas se rinden de manera vergonzosa  ante las órdenes del amo estadounidense.

 

  Nuestra ciudadanía al parecer no se asombra de esto. Quizá hasta lo encuentre  normal, siguiendo las consignas vacías repetidas una y mil veces en noticieros y otros medios: los luchadores por la libertad, la democracia y los derechos humanos en la Casa Blanca encarnan muy bien el cinismo y la hipocresía de sus intenciones reales. También, supuestamente tenían esas intenciones al invadir Irak y Libia, por ejemplo. ¿Y, dígame usted, donde están las libertades y las democracias en esos países hoy por hoy? ¿Qué es hoy Libia, después del asesinato de M.Gadaffi?  Pero claro, lo importante era el control de los recursos que tenían esos países, especialmente petróleo, todo ello bajo la monserga vacía de los derechos humanos. ¿Cuántos muertos,  sufrimiento y destrucción provocaron esas invasiones?  ¿Lo sabe usted, lector/lectora? ¿Importa acaso?  La Casa Blanca actúa como un tigre desesperado ante la posibilidad de no poder controlar las riquezas del subsuelo venezolano. Hoy mismo ( 29 de enero) el Sr. Bolton se saca la careta al sostener públicamente que los intereses de Washington en Venezuela tienen que ver con el petróleo y otros recursos que tiene ese país hermano: “haría una gran diferencia (sic) si las petroleras estadounidenses pudieran acceder a los pozos de crudo de Venezuela”.  Y agrega sin vergüenza,  que eso “Sería bueno para el pueblo de Venezuela   y el pueblo de los EEUU”. ¿Parece difícil de creer en pleno siglo XXI, no? 

 

 

 Y acto seguido – como cualquier ladrón imperial-  pretende  robarle al Estado venezolano el producto de sus ventas petroleras en ese país, para presionar, amenazar o intentar pasarle esos recursos al usurpador y servidor suyo, Guaidó.  

 

Por cierto, no es la primera vez que la arrogancia imperial se cierne sobre nuestros países y recursos. Tampoco sobre suelo venezolano. Se debe recordar que desde el mismo día en que Chávez gana la primera presidencia con su filosofía bolivariana, desde ese mismo día, los factores de las derechas, las oligarquías poderosas y por cierto, los EEUU, comenzaron a planear cómo intervenir y provocar una crisis generalizada. Esto no debe olvidarse. El permanente hostigamiento ha estado desde el principio con un doble discurso de la oposición: por una parte, se participa en actos de violencia, se llama a EEUU,  la OEA y la UE a intervenir y boicotear al Estado venezolano; por la otra, se participa en elecciones (siempre que puedan ganarse, si no, se abstienen).  Ya lo sabemos: tenemos la así llamada huelga petrolera, y también el golpe de Estado contra Chávez del 2002 que vergonzosamente apoyó  nuestra Cancillería en tiempos del “socialista” Sr. Lagos. Después tenemos las “guarimbas” o manifestaciones violentas en la calle, que dejaron más de 40  muertos (más de uno quemado vivo). Como vemos el expediente de intervenir cuando hay recursos importantes y gobiernos díscolos,  lo ha utilizado la Casa Blanca  muchas veces, y siempre con resultado de destrucción, sufrimiento  y muerte.   Lo sorprendente es que a 200 años de nuestra primera independencia, aun las elites de poder latinoamericanas ven su destino de poder ligado a  los dictados hechos desde la potencia del Norte.  Bueno, a decir verdad, esa conjunción con poderes externos se explica también por los intereses de negocios, como no. 

 

 

 

Con razón en los años sesenta y setenta, se habló mucho, en particular en el Movimiento de Países No Alineados,  de la necesidad de lograr, para los pueblos al sur del mundo, una real y segunda independencia. Una que no sea solo de forma y basada en delimitaciones geográficas, sino afirmada en el ejercicio del autogobierno político y ciudadano de los pueblos por sí mismos. 

 

Un autogobierno que no se limite a administrar reglas de elecciones, sino que sea capaz de gestionar según intereses nacionales, sus principales recursos y productos. Y esto, diga lo que digan las potencias mundiales.  De seguro, esto necesitaría una poderosa unidad latinoamericana, como la que se pretendía con Unasur, por ejemplo. Pero, nuevamente, el imperio del Norte ha trabajado para enfrentarnos y desunirnos entre nosotros mismos (y los gobiernos derechistas se prestan para eso muy contentos , y están hablando de una entelequia que se llamaría “ProSur”).  No les conviene para nada a los poderosos del Norte y del Sur una Latinoamérica unida en la diversidad. Capaz  de dirimir sus conflictos desde su autonomía y también de coordinar acciones de progreso y de ayuda mutua, más allá de las ideologías de cada gobierno de turno. Todavía estamos pagando la operación globalista de conformar una nueva mentalidad, en especial, después de la desaparición del llamado Campo Socialista. ¿Cuál era la idea? Suprimir, descalificar todos los referentes normativos que marcaron el pensar del siglo XIX,  buena parte del siglo XX y  los creativos años sesenta.  Con ello alimentar una idea de mundo y sociedad basada en el individualismo posesivo y narcisista, es decir, privatizar la vida en común, y con ello hacernos creer que ya no habrá más alternativa posible al nuevo globalismo  modernizador y capitalista  Por todo ello, tenemos que trabajar por ir urdiendo y  demanda resituar un ejercicio ciudadano y crítico más allá del enmarque neoliberalista impuesto estas últimas décadas. 

 

 

 

 

Único modo con el cual podremos defendernos, en lo que viene,  de convertirnos en un mero mecanismo funcional subordinado  al servicio de  un Estado Policial mundial. Como bien lo expreso José Martí  (que nació un 28 de enero de 1853),  “ Cuando se vive y se ha de seguir viviendo, frente a frente a un país que, por sus lecturas tradicionales y erróneas, por el robo fácil de buena parte de México, por su preocupación contra  las razas mestizas, y por el carácter cesáreo y rapaz que en la conquista y el lujo ha ido creando, es de deber continuo y de necesidad urgente erguirse cada vez que haya justicia y ocasión”. Palabras premonitorias y más actuales que nunca, estimado lector y lectora.    

Pablo Salvat

 

 

 

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