Septiembre 20, 2024

“Querimos pagar”. Los ricos con los ricos y los pobres con los pobres

Mis dos hijos, Rafael e Ignacio, estudiaron en el Colegio subvencionado Regina Pacis y, entre sus compañeros había alumnos de la antigua población Lo Hermida, tal vez sacada por Pinochet para  que no se vieran rotos en los alrededores de las comunas ricas. Cuenta Rafael que un compañero vivía en un bloque de “bien”, mientras que en el del frente lo habitaban delincuentes y marihuaneros.

 

La esencia del ser humano radica en la selección: “Mis amigos y yo somos gente decente”, mientras que los otros, los pobres,  los tildamos de delincuentes y malhechores, quienes tendrán  como destino la cárcel, o bien, cumplir el precepto del que “si no trabaja, no come”.

 

Dicen los psicólogos que en los primeros cinco años de la vida de un niño todo se decide. El que nace en una casa con piso de tierra y una sola habitación para toda la familia, además, en un barrio marginal, cuyo trabajo más atractivo es convertirse en soldado del narcotraficante, lo más posible es que vaya a la cárcel.

 

Las estadísticas prueban que de los 50.000 presos que hay en Chile, al menos 2/3 de ellos son familiares directos de internos, donde se atropellan cotidianamente los derechos humanos,  (Cuenta el Capellán  de la Penitenciaría Robledo que un reo de 90 años le suplicaba le ayudara a morir lo más pronto posible).

 

Hay que ser muy ignorante, como el Presidente Sebastián Pinera, para creer que la cancha en la vida es pareja, y que no importa la cuna, pues quien trabaje triunfará y el que es flojo, borracho y pendenciero e hijo de padres alcohólicos y drogadictos su destino ya está predeterminado, (a veces, “los calvinistas” son tan deterministas como los marxistas vulgares). Para descubrir que nada en la vida es gratis hay que tener menos hormonas, neuronas e insensibilidad  que el actual Presidente).

 

La “industria de la educación y ésta como “bien de consumo” es muy onerosa: si tus padres son ricos, todo se hace fácil: basta preguntar al tesorero de un colegio privado, sea de curas o de rimbombante nombre inglés para comprobar cuán buen negocio reporta el negocio de la educación.

 

Los apoderados saben bien que la mejor inversión en este valle de lágrimas es la educación, pues aporta uno o dos millones para educar a sus hijos desde el preescolar hasta cuarto medio, de seguro, les está asegurado un brillante porvenir en alguna empresa, que tendrá como socio al mejor amigo de curso. Si no es buen estudiante y en la universidad da bote, podrá heredar de su padre un fundo o acciones del Banco de Chile. (Preguntaron a un amigo voluntario en el Hogar de Cristo si había gente de buenos apellidos entre  los hospedados por los Jesuitas, según èl, los hay pero muy pocos). Al menos, como el personaje burgués, de Thomas Mann, el equilibrista tiene una red que le evita caer en el vacío.

 

La clase media en Chile, sobre todo la emergente sueña, con convertirse en ricos, por esta razón votaron por Piñera.  Les molestaba sobremanera el proyecto aprobado durante el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet que eliminaba la selección para ingresar a la educación, y especialmente, poner fin a los colegios subvencionados, es decir, el empleo del dinero de los chilenos  sirviera para discriminar entre ricos y pobres. Los apoderados temían que sus hijos fueran cambiados de un colegio subvencionado, de gente “decente” a uno público gratuito, pero colmado por hijos de “delincuentes y de mal vivir”.

 

De nuevo, el rey de la vulgaridad por la estupidez de los electores ahora nuestro Presidente, sale con la frase para el bronce “invertir en la industria de la educación de los hijos” es mil veces más rentable que hacerlo por la compra de acciones del papel Confort: Por desgracia, la mayoría los súbditos no cuenta con el dinero necesario para invertir en educación como bien lo aconseja el buen rey que, al igual que Louis XVI, estaba inspirado por Dios asì rodara su cabeza por el canasto.

 

La desigualdad es incompatible con la libertad. Rousseau, el mejor de los pensadores de la Ilustración, decía que la democracia es una “cosa de ángeles” y que el “hombre nace libre y termina lleno de cadenas”. Sólo a las personas que tienen inteligencia muy unidireccional se les puede ocurrir que un niño que nació pobre puede ganar fácilmente la carrera de la  vida que el hijo que nació en cuna de oro. Es cierto que el jefe del gobierno itinerante de México, Benito Juárez,  era indígena, pero las excepciones sólo confirman la regla, pues por lo general las personas ganadoras de origen popular terminan vendiendo a su clase, y compartiendo encantados, con cardenales, senadores, diputados y empresarios.

 

La ministra de Educación, Marcela Cubillos intenta convencernos de que “el Proyecto de selección Justa” trata de terminar con la discriminación en favor de los alumnos de colegios pagados, de nombre inglés o de congregaciones religiosas, como si, por ejemplo, el Instituto Nacional no fuera tan clasista como los privados: Sus grandes alumnos, todos destacados hoy líderes políticos, eran tan ricos como los conservadores, lo único que los diferenciaba era en que no creían en el Papa, sino en el Gran Maestro; los llamados liberales eran más adinerados que los conservadores.

 

Es de esperar que los parlamentarios rechacen tan peregrino proyecto y defiendan el legado de Michelle Bachelet.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

16/01/2019                   

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