Diciembre 12, 2024

Bolsonaro evitó el golpe militar porque él es parte del golpe

Que Brasil vive una etapa oscura y de difícil pronóstico, nadie lo duda. El escándalo conocido como “Lava Jato” derrumbó toda esperanza en un mejoramiento del sistema democrático institucional. La bestial solidez del neoliberalismo rampante exigió engullir autoridades y tiendas partidistas.

 

 

La crisis fue provocada no sólo por los perfiles de una economía predadora sino, también, por el exceso de ambición existente en muchas instituciones y altas autoridades de ese país, donde la corrupción desatada ha campeado a sus anchas desde hace décadas.

 

Sin temor a errar, es dable decir que en los últimos setenta años en Brasil no ha habido una democracia plena, sólida. Los requiebros del totalitarismo venían avanzando desde antes de la época que gobernaba Juscelino Kubitschek, quien a pesar de haber sido un exitoso y democrático mandatario (1956-1961), debió experimentar dos intentos de golpe de estado por parte de la Fuerza Aérea, la FAB.

 

Es un hecho indiscutible que el Partido de los Trabajadores (PT) fue quien llevó las riendas de la conducción del país en los últimos 10 años a través de los mandatos de Inâcio Lula da Silva y Dilma Rousseff, los que respetaron las exigencias mínimas impetradas por un sistema democrático y, además, lograron rebajar significativamente los índices de pobreza de esa gigantesca nación. Sin embargo, el neoliberalismo rampante –convertido ya en una especie de ‘civilización’- les atrajo (a ellos y a muchos políticos de todos los bandos) con el aromático aceite fenicio desprendido de los dólares y ‘reales’ de la corrupción. La catástrofe se les vino encima y la debacle temió con amenazas de golpe de estado contra el gobierno de los “petistas”.

 

Entonces surgió Jair Bolsonaro, un parlamentario situado en la mediocre medianía política que, sin embargo, aprovechó de manera excelente la coyuntura apareciendo en escena profiriendo amenazas  contra todo aquello que asfixiaba a los brasileños. Bravuconadas más o bravuconadas menos, Bolsonaro (se supone que conscientemente) era también parte del antiguo plan golpista diseñado por algunos militares. Ello venía desde años antes. Veamos este punto que ha sido destacado ya por algunos medios de prensa brasileños.

 

El abogado paulistano Paulo Barros de Carvalhosa ha contado detalladamente cuáles fueron los hechos que, en pleno gobierno del derechista Michel Temer, motivaron al ministro Dias Toffoli (juez y presidente del Supremo Tribunal Federal de Brasil) a invitar” o “convidar” al general Fernando Azevedo Silva a actuar como su asesor en el relevante cargo de presidente de ese Tribunal (STF).  El abogado Carvalhosa, con lujo de detalles, relata que ello fue una imposición de las fuerzas armadas, las que en gran medida decidieron intervenir y participar directamente en el STF para evitar a como diese lugar la postulación de Lula da Silva en el proceso electoral del pasado mes de octubre (2018).   

 

Ello explicaría el rechazo manifestado por Dias Toffoli –apenas tomó posesión de su cargo de Presidente del Tribunal- a poner en discusión (en el plenario del STF) el asunto de la prisión en 2ª instancia que podría haber beneficiado al expresidente Lula da Silva.

 

Según el abogado Carvalhosa, la presencia del general cuatro estrellas, y recién retirado de las FFAA, Azevedo Silva en el STF fue decisiva para abortar la entrevista que  el popular periódico Folha de Sao Paulo tenía agendada con el expresidente Lula. Por ese mismo episodio, otro ministro del STF, Ricardo Lewndowsky, amenazó con acusar al presidente del Supremo Tribunal de “notable abandono de deberes” y de un claro desvío de las funciones de ese organismo. Más adelante volveremos sobre este personaje, Dias Toffoli.

 

Digamos sin temor a equivocarnos que en la Historia de Brasil, y ni siquiera durante el I o el II Imperio ni en la 5ª ni 6ª república durante el período militar, hay registro alguno respecto a que un alto oficial del ejército haya ocupado un cargo en el Supremo Tribunal… y menos aún a través de un convite del presidente de ese organismo.

 

Dias Toffoli, explicando las razones de su invitación al general Azevedo Silva, manifestó que lo había hecho en virtud de las “competencias del exgeneral atendiendo a criterios objetivos”. En esa misma declaración pública, el presidente del STF, al referirse al día 31 de marzo de 1964 (día del golpe de estado militar contra Joao Goulart), lo mencionó como “movimiento”, borrando lo que durante años él mismo había calificado de “golpe de estado”. ¿Por qué? ¿Cuál fue el motivo para tamaña ‘vuelta de carnero’ de Dias Toffoli?

 

La explicación de ello se encuentra en lo ocurrido la noche del 06 de septiembre de 2018, día del atentado contra la vida de Jair Bolsonaro en la ciudad Juiz de Fora. Luego de ese grave incidente político, el alto mando de las fuerzas amadas brasileñas convocó una reunión urgente dirigida por el general Villas Boas quien pese a estar enfermo y semi paralizado, extremó sus esfuerzos para detener a ciertos oficiales que ya estaban al mando de sus tropas y con la decisión de marchar hacia  Brasilia para hacerse cargo del gobierno, pues según lo expresado por el generalato y por la alta oficialidad de la fuerza aérea, la marina y el ejército en esa misma reunión, ya no había “poderes republicanos” (sic) en el país, y que tanto el ejecutivo como el legislativo habían perdido toda legitimidad para gobernar Brasil.

 

Además, siempre según esos militares y aquí está el punto donde entra en escena Dias Toffoli, en el STF habría una disposición a liberar de la cárcel a Lula y a otros implicados en el escándalo del Lava Jato, lo cual les dejaría en condiciones de presentar sus candidaturas y regresar al gobierno de la nación.

 

La disposición general de los asistentes a esa reunión se mostraba abiertamente favorable al golpe de estado, a pesar que Villas Boas seguía haciendo infructuosos esfuerzos por evitarlo. Fue entonces que surgió una propuesta de último momento, la que detuvo la asonada y permitió trocar el golpe por una especie de ‘dictadura perfecta’, si y sólo si Bolsonaro sobrevivía al grave atentado (se encontraba en el hospital en ese momento).

 

La propuesta fue colocar a un general de la reserva (de la absoluta confianza del alto mando) en un cargo relevante del Supremo Tribunal Federal, obligado a su novel presidente (Dias Toffoli) a aceptarlo. ¿El argumento para ello? Si Dias Toffoli declinaba el ofrecimiento de los uniformados, el golpe se producía.  La única solución pacifica, a juicio de los componentes el alto mando, era que Bolsonaro resultase electo presidente de la república, pues se le consideraba “uno de ellos”.  

 

Y así caminó esta historia. Bolsonaro asumirá su cargo en enero del 2019, las fuerzas armadas están aparentemente tranquilas, mucha gente del STF sigue ardiendo de indignación por lo ocurrido, el general Azevedo Silva goza de buena salud en ese tribunal ‘asesorando’ al presidente del mismo… y este, consciente de lo que fue obligado a realizar, decidió hace algunos días publicar un artículo en un diario extranjero (en ’El País’, España), titulado “Por un gran pacto republicano para Brasil”, lo que deja muy claro que esa Corte o Tribunal jamás habría propuesto un pacto republicano entre los tres poderes del estado si el triunfador de las elecciones de octubre del 2018 no hubiese sido un ultraderechista regalón de las fuerzas armadas, del mega empresariado transnacional y de los grupos nacionalistas.

 

Dias Toffoli –yal vez nunca lo diga- sabe bien cuáles son las intenciones de los golpistas y ultra derechistas, pues hubo de conversar con ellos enterándose de sus verdaderas posturas frente a la política y a la sociedad, a la vez que recibe las opiniones del general Azevedo diariamente. Quizá por ello decidió jugar una carta peligrosa: publicar un llamado a estructurar un pacto republicano, única forma tal vez de ponerle trabas y topes a la ‘dictadura perfecta’ que encabezará Jair Bolsonaro a partir del 01 de enero próximo.

 

Lo acaecido a Dias Toffoli queda reflejado en  ese viejo dicho lusitano que reza: “Manda quien puede… y obedece quien tiene juicio”. Tales palabras serán, de ahora en más, una dura realidad para el pueblo brasileño.

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