Diciembre 4, 2024

Fuerzas armadas: matando y robando a Chile

Las Fuerzas Armadas de Chile son las mismas de siempre. Un ejército que asesinó siempre a su pueblo por pedido expreso de la clase dominante para salvar el alma de la patria y los sagrados intereses.

 

Desde que dispararon a tantos miles de hombres, mujeres y niños indefensos, sin armas, pobres, en la Escuela Santa María de Iquique, dejando a más de tres mil botados en los patios de aquel lugar, se da comienzo a  todo un largo listado de muertos en otras tantas masacres obreras/campesinas/estudiantiles cometidas por los uniformados. Han actuado igual de la misma forma siempre. Los caídos son los pobres exigiendo derechos para una vida digna.

 

Los uniformados son pagados. Reciben un sueldo que es dinero fiscal y están siempre subordinados a los grupos económicos que los llaman para matar, cuando hay que cuidar la paz social y los intereses de la burguesía; entonces se hacen rutina los viajes a los cementerios para enterrar a los maltratados.

 

Los militares chilenos han tenido suerte.

 

En muy pocas ocasiones los militares chilenos se han tenido que enfrentar a una fuerza en algo parecida a ellos que les dispute su hegemonía, y de esas hazañas/victorias militares viven a expensas. Las han instalado en toda la sociedad en conjunto con los sectores políticos que más la han utilizado, que los uniformados son una necesidad, un asunto fundamental en el país, sector indispensable/imprescindible para guardar la soberanía, mantener el territorio, y defender a la población de cualquier ataque extranjero.

 

Los militares chilenos han actuado siempre con ventaja por el poder de las armas y las utilizaron para asesinar y romper la institucionalidad, así de cobardes.

 

Siempre existirá la posibilidad de una guerra al ser esta la continuación de la política por otros medios como afirma Klausevich, pero también está el espacio donde las grandes empresas de armamento las apuran para obtener gigantescos beneficios. En la actualidad hay diferentes guerras en el mundo, y muy pocos conocen realmente las causas de aquellos enfrentamientos.

 

La dictadura militar chilena de Pinochet y sus secuaces no es una victoria militar, ni política, ni económica, fue sencillamente un violento acto de venganza masiva como respuesta a la victoria de un proyecto con mayoría popular, donde la clase dominante no tendrían la posibilidad de seguir usufructuando de tantos beneficios que en diferentes gobiernos anteriores a 1970, le había regalado la burguesía benefactora.

 

El ataque a La Moneda no es una victoria militar, es una foto a la cobardía, a la traición y la falta de valentía/nobleza militar que no tienen los que se dicen que son.

 

La dura realidad de país en los tiempos actuales deja en evidencia que las Fuerzas Armadas siguen siendo las mismas, nada ha cambiado en su interior y de forma regular se siguen manteniendo los mismos contenidos que desde las escuelas norteamericanas alimentan la estructura ideológica que las clases privilegiadas necesitan. Todo es tan así, que a pesar de los cambios de presidentes en los Estados Unidos los contenidos militares y las relaciones entre los ejércitos con la CIA y el pentágono, mantienen las mismas características.

 

En los pulcros pasillos de los institutos militares se sigue predicando que el comunismo está vivo y es una amenaza latente para la cual se debe estar preparado siempre. La guerra fría está viva porque la alimentan como una necesidad, absurdo pretexto. Esa vieja monserga se mantiene para que existan segmentos de nulo aporte a la realidad con que se construye un país con un elevadísimo costo pagado con dineros fiscales.

 

Ahora, además del conocido historial de criminalidad de los militares, se le debe agregar el calificativo de ladrones y corruptos, asunto que también es financiado con dineros de todos los chilenos.

 

Cuánto es el poder que realmente ejercen los uniformados sobre la clase política gobernante al no conocerse ningún intento/proyecto/voluntad de acercar a la civilidad a los que se hacen temer por el uso privilegiado de las armas. En la memoria colectiva quedó instalado el Terrorismo de Estado, el uso de la violencia indiscriminada junto a los más horrendos crímenes que conoció Chile y estremecieron al mundo.     

No es éticamente aceptable que unos cuantos miles de uniformados reciban recursos en pensiones y prebendas más que millones de pensionados, hombres y mujeres todos ellos trabajadores. Cómplices son aquellos que ayudan a mantener los beneficios y medallas para con los militares condenados por crímenes de Lesa Humanidad. Todos los gobiernos han prometido revisar las pensiones y beneficios de los criminales uniformados, finalmente nada, el miedo los consume, el pánico los embarga y ya sin principios navegan como peces de ciudad que perdieron las agallas como escribe Sabina.

 

La guerra real, la de todos los días, son los millones de chilenos que trabajan para vivir, es el combate diario con enemigos bien definidos, el capital competitivo, y los grandes grupos empresariales quienes gozan de los mayores beneficios; como ejemplo basta la avaricia y el poco pudor de las AFP, convertido en un robo/delito/agresión/asalto económico para millones de chilenos, el dinero que hace más ricos a los ya extremadamente ricos.

 

Saber marchar y nada más

 

Muy tímidos son los pronunciamientos sobre dar inicio, falta de voluntad, asunto de poca importancia a un proceso indispensable como es la democratización de las Fuerzas Armadas. Nadie levanta la voz en el parlamento. Nadie pide que algo se haga para detener el robo y la corrupción nunca antes conocida entre los militares.  

 

Valorable es la mención que lentamente circula en la necesidad de establecer un escalafón único, pero los asuntos van más allá que unas cuantas medallas y galones.  

 

Chile tiene un modelo de educación superior universitario que perfectamente puede ser utilizado para los que opten por la carrera militar en su formación humanista, histórica, científica. Nadie podría discutir que hay aspectos de la carrera militar que debe ser en sus propios institutos armados.

 

Pero relacionando a los uniformados con la civilidad se asegura mejorar y elevar en algo la precariedad y limitada relación uniformada con las ideas, conocimiento y avances del mundo, la sociedad y los hombres para los siguientes decenios. 

 

Un país en estas condiciones, con las actuales Fuerzas Armadas convertidas en forajidos, yendo por los cuarteles con patente de corso, un país entero con las manos arriba mientras el robo rejuvenece a los viejos estandartes pidiendo les aplaudan las botas brillantes con banda de música, Chile no será país serio, así asustado, con miedo, pero especialmente con autoridades mediocres y parlamentarios chiquitos como luces de un día.

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