Diciembre 3, 2024

Los Evangélicos: de la enajenación religiosa al asesinato de Dios

Para Federico Nietzsche la religión es un platonismo vulgar (entiéndase para el vulgo); la religión cristiana, por ejemplo, sostiene la existencia de dos mundos: uno terrenal y el mundo de la trascendencia extraterrenal, y el hombre es un compuesto de cuerpo y alma, materia y espíritu. Al sobrevenir la muerte el alma inmortal se  separa del cuerpo, que luego se corrompe. El cuerpo es la cárcel del alma.

 

 

Nietzsche rechazaba también el racionalismo de Sócrates y de René Descartes. En una de sus obras, La gaya ciencia, en el episodio del “loco”, proclama la muerte de Dios: el loco baja de la montaña gritando “busco a Dios, los hombres lo han asesinado”, y lleva una linterna que el cristianismo ha utilizado como metáfora de la luz, “hágase la luz”, (en la modernidad la dualidad luz-sombra, Dios-Demonio, blanco-negro, han perdido sentido). El público se rìe del loco haciéndole bromas y pronunciando improperios. El asesinato de Dios deja al hombre y la vida sin sentido, y no le queda más camino que adoptar el nihilismo o bien, la búsqueda del “superhombre”.

 

 

Karl Marx, en el libro La crítica de la filosofía del derecho de Hegel, (páginas 83-84), describe la religión: “la miseria religiosa es por una parte la expresión de la miseria real, y de otra parte la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón del mundo sin corazón y el espíritu de una época sin espíritu. Es el opio del pueblo…es la realización fantástica de la esencia humana… Toda religión es perniciosa porque reduce al hombre a la esclavitud”.

 

 

El opio, en el siglo XIX, era la droga principal: servía tanto para adormecer al paciente en una cirugía, como para conducir al consumidor a mundos ideales, un analgésico que permite vivir en ese mundo sin corazón – hoy son los antidepresivos y otros medicamentos anti psicóticos -.

 

 

El  filósofo Paul Riqueur, Nietzsche, Marx y Freud son los pensadores de la “sospecha”: a partir de ellos Dios ya no es tema, pues se le ha asesinado, o más optimista, como en la enajenación religiosa de Marx, desaparecerá junto con “la sociedad sin clases”.

 

 

Frente a la religión se pueden tomar varias actitudes: en primer lugar, creer en la iglesia como institución, (Jesucristo la fundó a través del apóstol Pedro); en segundo lugar, creer en Dios obviando la institución religiosa; en tercer lugar, desarrollar y vivir una espiritualidad sin Dios; en cuarto lugar, declararse enemigo de Dios, (lo era Voltaire Louis); creer, (como Epicuro), que los dioses son átomos más perfeccionados; en quinto lugar, dudar de la existencia de un mundo extraterrenal, (agnosticismo); en sexto lugar, no creer en la existencia de la trascendencia divina, ni cuestionarse sobre el tema.

 

 

En el mundo de hoy el único valor es el dinero y el éxito, y solamente se mantiene vivos a los derrotados para hacer más ricos a los ya ricos y, además, para que reproduzcan la especie humana.

 

 

Las religiones se han convertido – siguiendo a Marx – “en el espíritu de un mundo sin espíritu”, pero en el caso de la iglesia católica, la institución pontificia está sufriendo un proceso de disolución, pues los Pontífices, los cardenales, los obispos y los sacerdotes, en vez de ser verdaderos puentes que conducen hacia la verdad y el bien, son pastores convertidos en lobos, que abusan de las ovejas – especialmente de niños y niñas -.

 

 

La iglesia católica, heredera de los emperadores romanos, sólo puede sobrevivir sobre la base del poder, que se explica por la existencia de un Estado, El Vaticano, y de un rey absoluto, el Papa, asesorado por cardenales y obispos. Además, cuenta con un Banco, que los provee de mucho dinero, producto de operaciones financieras – no muy distintas de los demás bancos italianos -.

 

 

Jesucristo y la creencia en la recompensa de otro mundo sigue impulsando a los desgraciados, a los derrotados, a los marginales, a los pobres…a soportar este valle de lágrimas con la esperanza de otra vida mejor, lo cual es ilógico – como lo sostenía Epicuro – “la muerte es la no-vida”, es decir, mientras estamos vivos, no estamos muertos.

 

 

La esencia del poder ha sido siempre con la corrupción: toda institución, en un momento dado de la historia, se corrompe. Es un lugar común el planteamiento de la tesis de que el cristianismo haya sido una de las causas del derrumbe del imperio romano.

 

 

 

Las religiones monoteístas generalmente traicionan sus textos-base: el Decálogo de Moisés, por ejemplo, dice “no matarás” y las guerras de religión han sido de las más mortíferas de la historia; en el Corán se invoca la Yihad, pero podría ser interpretada en forma ambigua: una minoría de sus lectores puede interpretarla como lucha para la perfección humana – algo así como la “agonía” para los griegos –, pero mayoría la interpreta como una guerra santa, en que corran ríos de sangre de los infieles.

 

 

Ante el actual derrumbe de la iglesia católica, son las sectas protestantes que se han convertido en el refugio de los pobres, a quienes conducen, por medio de la prédica, a convertirse en una fuerza principal del fanatismo ultraderechista, (ni el triunfo de Donald Trump, ni el eventual de Jair Bolsonaro tendrían explicación lógica sin el aporte de los evangélicos cavernarios.

 

 

Los Libros Sagrados siempre han tenido una interpretación violenta y sangrienta: Hitler fue católico y Mussolini supo usar muy bien a la iglesia estableciendo el Concordato. Muchos curas protegieron a los criminales nazis y colaboraron para el refugio en América Latina. Hay un Cristo “pacifista” y hay otro violento, que azota a los vendedores del Templo; hay un Cristo Rey y otro, obrero; el primero era el líder de los falangistas y, el segundo, del Grupo Germen, de Fernando Vives y Clotario Blest. El Cristo violento justifica a la “santa inquisición”, mientras que el pacifista, a la “no violencia activa”; por el violento,  considera la pena de muerte como un bien – Según el ideólogo de la dictadura chilena, Jaime Guzmán, da la oportunidad al condenado de convertirse en el último minuto -.

 

 

En el mundo del dualismo hay santos que, seguramente, van al infierno, y otros, al cielo: Pío X, Escrivá de Balaguer y el polaco, Juan Pablo II… tuvieron suficientes méritos para ser conducidos por Virgilio a alguno de los círculos del infierno; otros serán invitados a gozar de la gloria eterna – como los hoy llamados a formar parte de la legión de los santos, como Monseñor Arnulfo Romero y Pablo VI, (el Papa Montani, protector de la Democracia Cristiana y amigo personal de Aldo Moro).

 

 

 

 

La iglesia, a través de los tiempos, nunca ha soportado la separación del Estado: el poder y la política, para los cardenales, es mil veces más importante que la creencia en Dios y su dedicación al apostolado, (“a Dios queremos en nuestras leyes, en las escuelas y en el hogar…”).

 

 

En la Escolástica, una de las discusiones principales era averiguar cuántos ángeles caben en el ojo de un alfiler; Santo Tomás de Aquino dedicó dos tomos de la Summa Teológica a este tema.  En el siglo XXI, ningún filósofo se plantea tan absurda disputa, pues con “la muerte de Dios” pasamos al reino de la ciencia y de la razón, y hoy, al de “Mamón”, el dios-dinero, y a la pos-verdad, y según Foucault, a “la muerte del hombre”.

 

 

 

Al Presidente Sebastián Piñera, el personaje  Zelic, del “hombre camaleón”, de Woody Allen, sólo le faltó disfrazarse de cardenal para entrevistarse con el Papa y plantearle su preocupación por la situación de la iglesia católica en Chile, que no corresponde a un jefe de Estado laico.

 

 

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

 

14/10/2018

 

Bibliografía

 

Nietzsche Federico

 

La gaya ciencia

 

Así hablo Zaratustra  

 

El anti Cristo

 

Ecce  Homo

 

El viajero y  la sombra

 

Carlos Marx

 

Contribución a la Crítica  de la filosofía del derecho de Hegel

 

Werner Post  La crítica de la religión  en Karl Marx

 

 

 

            

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