Como sabemos, el camaleón cambia de colores según la ocasión y, tanto en la izquierda como en la derecha, la imitación a las tendencias triunfadoras se impone: en los años 30 los movimientos de derecha, a nivel mundial, imitaban a los ídolos dictadores, (Adolfo Hitler y Benito Mussolini), fue el caso de Salazar, en Portugal, el traspaso de la juventud de la Confederación de Derechas Españolas a la Falange, de José Antonio Primo de Rivera, y el monárquico Calvo Sotelo no disimulaba su admiración por el fascismo, (incluso en Chile ya lo hemos planteado en otros artículos sobre el tema, muchos seguidores de Gustavo Ross se inclinaban por soluciones fascistas, es decir, la dialéctica de los puños y las armas).
Cuando el escenario político se radicaliza y la elección se plantea entre la ultraderecha y la izquierda – el caso de Brasil en la actualidad – las opciones de centro tienden a desaparecer. Desgraciadamente, la opción de la ultraderecha tiende a ser imitada por los partidos políticos y movimientos que antes postulaban posiciones de derecha democrática e, incluso, del progresismo momificado, como ocurre con el Partido Socialdemócrata de Brasil.
Nuestro Presidente es el rey de los lugares comunes de las frases hechos y de “pasar al sol que más calienta”: hace pocos días, con la conmemoración del NO de cartón piedra, se presentaba como un gran demócrata – nada menos que el hijo de don Patricio Aylwin, desplazando a su hija Mariana – que, en su discurso en La Moneda, dijo la vulgaridad de que el triunfo del NO a Pinochet pertenecía a todos los chilenos, en presencia y beneplácito de puros fanáticos del SÍ, y que se les sigue cayendo la baba por el “Tata”.
Como San Pedro, no necesitó que el “gallo cantara tres veces” para que Piñera renegara de la democracia del humanismo cristiano y de los ciudadanos que votaron por el NO. Ahora, como ve muy cercano el triunfo del fascista-canuto, milico, clasista, racista y homofóbico y admirador de Pinochet, machista y que añora las dictaduras brasileras, Jair Bolsonaro, el camaleón chileno se atreve a decir, nada menos que en Europa, donde las democracias predominan, que el programa económico de este matarife brasilero es muy similar al suyo, y era que no, pues su principal asesor económico de Bolsonaro es un imitador de El Ladrillo, de los Chicago Boys, que pretende privatizar las empresas públicas, en un país que se diferencia de las demás naciones latinoamericanas por haber nacionalizado y construido un parque industrial importante.
Ante el peligro de ser sobrepasado por la ultraderecha – en Chile representada por el ex candidato presidencial, José Antonio Kast, que logra cada día más penetración en los canales de televisión abierta en Chile, el “camaleón” Sebastián Piñera no se hace ningún problema al acercarse a la extrema derecha latinoamericana, y quienes profesaban de “conversos”, es decir, pasaban golpeándose el pecho al condenar los crímenes del “Tata”, hoy volverán muy felices al redil de los partidarios de la dictadura cívico-militar. Ya les era muy difícil usar el traje de demócratas o de “progresistas” socialcristianos, como Manuel José Ossandón. Hoy, con la posibilidad del triunfo de Bolsonaro no tienen ningún problema en alabarlo.
La derecha siempre ha estado más cómoda en medio de regímenes autoritarios, ojalá dirigidos por un milico sanguinario – por esta razón les encantaba Francisco Franco y la España fascista -.
Los Presidentes “camaleones” en Chile no han sido pocos, y no han tenido mucha suerte: Carlos Ibáñez del Campo se disfrazaba de bombero cuando había que inaugurar un cuartel de estos abnegados servidores de la comunidad; de general del Ejército de Salvación, cuando visitaba a los canutos; de médico, cuando se trataba de impresionar a los pacientes. Ibáñez no ha sido el único camaleón que hacía estas gracias, también Gabriel González Videla que bailaba samba, y Michelle Bachelet que usaba el traje de médico para motivar a sus electores. Esta vez en Europa, Piñera no cantó el himno nazi en alemán, ni le “mostró su piedra a la Reina Isabel II, pero se pasó de largo cuando, en Francia, la guardia de palacio iba a rendirle honores de Jefe de Estado.
Nuestro Presidente se parece al personaje de Woody Allen Zelig el hombre camaleón y su señora la doctora Fletcher.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo). 10/11/2018