Como si luego de haber soñado con mucha lluvia, dos grupos del Frente Amplio deciden organizar un partido de izquierda, como si fuera un asunto fácil. Una pequeña mesa redonda bastaría, según ellos.
La izquierda en Chile viene desde hace mucho tiempo y ha pagado elevados costos. Hay que recordar esos años con pago en fichas a los mineros, cuando la huelga era la urgencia y lo sucedido en la Escuela Santa María es un doloroso ejemplo, allí estaba la izquierda y los anarquistas de esos años, dando batalla contra los sostenedores del esclavismo. Antepasados de los que transitan y por la CEP/SOFOFA/CASAPIEDRA pagan a sus empleados/parlamentarios.
Las masacres de Ranquil, o La Coruña. Chilenos asesinados por pedir respeto para vivir. Los proyectos de ley presentados en el parlamento tantos años para la defensa de los trabajadores. La CUT y la clase obrera, las huelgas, el profesorado, las organizaciones revolucionarias nacidas en la década del sesenta. Las luchas reivindicativas de los trabajadores del carbón. Esa es la izquierda que reconoce la memoria del movimiento popular.
La diferencia fundamental entre la derecha y la izquierda es la preocupación por los más los pobres, los desesperanzados, los excluidos, esos para los cuales el desarrollo los ha olvidado y nunca se detiene a su lado. Los invisibles que están y habitan en todos los pueblos de la patria. La defensa de los derechos fundamentales.
La izquierda debe ser también antiimperialista porque ellos son los que fabrican los golpes militares, los que venden las armas, los que estrangulan a los pueblos con los precios de los medicamentos, los que inventan las guerras, los que compran la soberanía de los pueblos al tener ejércitos traidores y corruptos en liquidación y oferta permanente.
La Nacionalización del Cobre fue posible con un presidente de izquierda en La Moneda.
Cualquier proyecto que se diga de izquierda tendrá la responsabilidad de cargar con la experiencia de lucha de todos los tiempos pasados, porque fue ese el recorrido que lo lleva a la victoria el 4 de septiembre de 1970, ejemplo innegable que si es posible repetir.
La izquierda chilena pasó por los pesados años de la guerra fría cuando se mataba en Vietnam. No toda la izquierda criticó la invasión a Praga, pero se condenó al burocratismo del modelo soviético, de la misma forma que se aprende ahora las lecciones del continente como Venezuela, Cuba para estar a las alturas en los tiempos actuales, en esas obligadas confrontaciones con las cuales hay que enfrentar al neoliberalismo.
La batalla será siempre contra el capitalismo, siempre.
Así, sin consultar a nadie y lanzando campanas al vuelo anuncian el nacimiento de la izquierda, simplemente sostenidos al parecer por los votos que les dieron una pequeña representación parlamentaria. Eso no es posible, ni creíble, ni consecuente, se parece a una apropiación indebida de la historia y sus tiempos.
Es algo precario, vanidoso, pretencioso. No se niega la necesidad de articular un frente popular que ponga cara al neoliberalismo, a la socialdemocracia, pero la calle y sus actores deben hablar y estar. Chile mantiene intacta la herencia de la dictadura y sus poderes fácticos y nada se hace desde el parlamento para siquiera rasguñar la pintura. Nada.
“Si el Frente Amplio no apuesta decididamente a contribuir en la organización política de los intereses de los trabajadores, a la representación de las fuerzas sociales en conflictos por la recuperación de sus derechos, no pasará de ser una anécdota procesada por los mecanismos de control del poder”Gael Yeomans/Francisco Figueroa.
Existe y está la izquierda que batalló durante la dictadura, y otra algo parecida que intenta existir desde marzo de 1990. Desde esos años cuando se llevaron candidatos a presidente, parlamentarios y concejales, programa incluido, tarea histórica para algunos acumulando fuerza, y para otros, dar muestras de buena conducta y alcanzar en tener un espacio de la legalidad heredada de la dictadura.
Los intentos serios y vocación de poder son la suma de todas las esquinas de la patria, de los trabajadores, estudiantes, de los profesores, en los abandonados pueblos del sur. Pescadores artesanales, la calle, la plaza pública. No es suficiente la consecuencia oratoria de algunos despeinados y sin corbata, o de unos que son unos cuantos más. Los intentos serios que surgen para alcanzar el poder son recorridos de largo aliento donde hay que sumar voluntades y ganar muchas batallas.
Clase obrera, trabajadores, choferes de micros o pescadores no hay en el FA. No es suficiente una foto y la marcha junto a los dirigentes sociales, eso es viejo, no es nueva política.
En sus orígenes los frenteamplistas colocaron elevadas y draconianas exigencias de conducta democrática y blancura, para estar sentados en el nuevo referente que nacía para superar según ellos, las viejas prácticas de la añeja clase política. Gritaban que en su interior no existía el amiguismo, ni la corrupción, y terminaron escogiendo sus candidatos entre su círculo más cercano. Se olvidaron y le tuvieron miedo a la calle.
Olvidaron los nuevos actores/rebeldes que muchos de ellos provenían de la Nueva Mayoría, que fueron parte del gobierno de Bachelet, que practicaron, excluyeron y se cepillaron entre ellos como fue el distrito 10.
Hay que tener muy claro que definirse de izquierda, con el peso de la historia no es menor. La memoria guarda a destacados líderes superando periodos violentos por donde sostener proyectos e instalar las bases para un Chile diferente, menos pobre, algo más desarrollado pero especialmente dueño de sus riquezas básicas y digno.
La izquierda en Chile siempre ha soportado violentos ataques desde la derecha, el más grave y siniestro es el 11 de septiembre, aquel violento golpe militar financiado por los Estados Unidos, donde sus agentes de la CIA se desplegaron algunos años antes para que las Fuerzas Armadas se prepararan para romper la institucionalidad del país.
Fue la izquierda quien desde las primeras horas del golpe militar, levantaron las banderas de la Resistencia Popular, mientras otros esperaban como actuarían si los militares cerraban el congreso.
Es la izquierda la que defiende desde La Moneda el programa y el gobierno popular. Es un presidente de izquierda quien reafirma que pagará con su vida la solidaridad de la clase trabajadora, de la mujer, y los pobres. La derecha celebraba y los demócratas cristianos, salvo las trece notables excepciones, se preparaban para salir al mundo a defender al golpismo, a justificar la intervención gorila.