Si Ud. tiene conocimientos o estudios en alguna disciplina sociocultural, me comprenderá. Debe recordar las innumerables veces en que, con la más plena seguridad, alguien le dio cátedra gratis en temas en los cuáles Ud. hasta puede ser especialista.
Mientras más ignorancia más seguridad de esos eruditos improvisados, lo que incluso está estudiado: “efecto Dunning-Kruger: cuanto menos sabemos, más creemos saber”.[1] No se trata de clase social o de nivel de estudios. Los que podemos llamar especialistas de sobremesa, pueden ser un locuaz taxista, una caserita de la feria, un compañero de oficina o cualquier profesional universitario de alguna carrera más técnica que reflexiva.
Las redes sociales claramente han ayudado a dar más eco a los especialistas de sobremesa. Puntualmente en Chile se ha agravado el asunto con esta especie de destape de opiniones que vivimos y que sonrojarían a Darth Vader, Voldemort, Sauron o a cualquier presidente estadounidense. La ignorancia está siendo camuflada con ideología; sea el caso de los ne(gr)onazis, anarco-capitalistas, fundamentalistas religiosos o de los economistas ortodoxos. Si mi ideología que estimo es la verdad sostiene que las personas tienen cierta naturaleza o características… ¡pues las tienen y se acabó!
En tal contexto de ignorancia e ideologismo, más de alguna vez hemos escuchado la afirmación que le da título a esta columna: “los pobres son flojos”. Obviamente, de labios de personas que no tienen ni la más básica formación en disciplinas socioculturales serias y por supuesto tampoco han trabajado sistemáticamente en el ámbito de la pobreza… pero aún así son pobretólogos.
Acá creemos que “los pobres son flojos” es una afirmación que además de clasista, ¡o por eso mismo!, denota la calaña intelectual y moral de quienes la sostienen. Es no saber nada de cómo funciona el sistema socioeconómico y es no tener ni la más mínima capacidad de empatía o misericordia. Lo peor es que tampoco estaría entre los objetivos de los pobretólogos informarse o ser compasivos.
A pesar de saberse que los pobres trabajan y mucho, pues justamente sus carencias los empujan a ser laboriosos e ingeniosos para poder comer diariamente, aún así, intentemos seguir la lógica detrás de quienes están convencidos de que “los pobres son flojos”.
Según la encuesta Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional(CASEN) 2017, en Chile más de tres millones y medio de personas son pobres multidimensionalmente.[2] Es decir, ellos tienen “múltiples carencias a nivel de los hogares y las personas en los ámbitos de la salud, la educación y el nivel de vida”.[3] Esa cifra de 3 millones y medio de pobres nos entrega el criterio para poder inducir acerca de aquellos, para poder “extraer un principio general o una conclusión a partir de hechos o datos particulares”.[4]O sea, según tengamos una muestra estadística apropiada de pobres-flojos, podremos llegar a la conclusión verosímil de que en verdad “los pobres son flojos”.
El ejercicio entonces es especular a cuántos pobres conocerán los pobretólogos, para poder hablar con tanta propiedad de la flojera de esas más de 3 millones 500 mil personas que en Chile son pobres. Y, es más, especular cuántas de esas personas que conocen son flojas.
Creo que ya sería un número muy exagerado si esos pobretólogos conocieran 500 pobres; y además, de una manera tan cercana y detallada que pudieran emitir un juicio certero sobre sus costumbres y forma de pensar. Incluso, casi sin ninguna posibilidad estadística en todo caso, concedámosles que esas 500 personas fueran realmente flojas.
El punto es que 500 pobres-flojos, cerrando la cantidad total de pobres en Chile en 3 millones 500 mil para facilitar nuestro ejercicio, ¡son un 0,014285% del total! O sea, ni siquiera siendo generosos en cuanto a cifras, es posible hacer una inducción mínimamente aceptable respecto a la supuesta flojera de los pobres.
Si ya asumíamos la calidad moral de los pobretólogos, nuestro sencillo ejercicio ha dejado todavía más en evidencia la sospecha de su calaña intelectual. Su generalización es de una falta de fundamento que ofende la inteligencia.
Sería muy recomendable que los pobretólogos pensaran antes de hablar o escribir. Con mayor razón en la era de las redes sociales, donde su rostro y nombre quedarán en el ciberespacio para siempre, dejando eternamente en evidencia su miseria intelectual y moral. La inteligencia está lejos de ser sólo manejar información, es fundamental asimismo saber pensar; y ojalá complementar todo lo anterior con prudencia y misericordia.
Así que pobretólogos y especialistas de sobremesaen general, antes de comunicar al mundo sus peregrinas creencias acerca de cualquier tema sociocultural, les sugiero buscar en la red si hay trabajos académicos al respecto… y leerlos. Le aseguro que más de algún psicólogo, antropólogo, historiador o sociólogo ha estudiado el asunto.
Finalmente, me disculpo con Ud. querido lector por quitarle tiempo con una cuestión tan obvia. Sin embargo, le pido clemencia al recordar que estamos en tiempos cuyo eslogan perfectamente puede ser: “mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento”. Estas palabras las usó el escritor Isaac Asimov (Newsweek, enero 1980) para referirse al “culto a la ignorancia” o al “anti-intelectualismo” estadounidense… Lo que calza bastante bien en nuestro país, más cuando ahora estamos en el corazón de Estados Unidos, ¿no?
[1]Dos artículos de difusión sencillos acerca del tema son: https://www.eldefinido.cl/actualidad/plazapublica/4620/El-curioso-efecto-Dunning-Kruger-cuanto-menos-sabemos-mas-creemos-saber/ y http://www.elmostrador.cl/vida-en-linea/2013/12/27/cuanto-mas-tontos-somos-mas-inteligentes-nos-creemos/.
[2]CASEN 2017. “Situación de pobreza. Síntesis de Resultados”: http://observatorio.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/casen-multidimensional/casen/docs/Resultados_pobreza_Casen_2017.pdf.
[3]“¿Qué es el Índice de Pobreza Multidimensional?”: http://hdr.undp.org/en/node/2515.