Diciembre 5, 2024

Ya se nos viene La Haya encima

Ya se nos viene la sentencia de La Haya en un juicio entablado por Bolivia al que Chile ha sido obligado a comparecer.  Lo más probable es que, como hemos escrito aquí muchas veces, La Haya pida a las partes CONVERSAR sobre un tema acerca del que hemos venido conversando en el último siglo.

 

No sería grave.

 

Algo así como “Las partes deberían conversar, como lo han venido haciendo durante un siglo, siguiendo los principios de Naciones Unidas”.

Sería sin embargo un bofetón (o un palmazo) contra el chovinismo y la demagogia de ambas partes.

 

Chile ha dicho, a raíz de este juicio, que “NO entregará ni un centímetro de territorio” para que la gente crea que la entrega de territorio ha estado en peligro, cuando no lo está. La Corte no puede decir nada sobre territorio, ni esta vez Bolivia lo ha pedido. ¡Demagogia de la Cancillería y de la Presidencia! Un grupo de extremistas ex diplomáticos, incluso, ha dicho que ante la eventualidad de que “gane Bolivia” el país debe salirse de las instituciones internacionales en las que nos ha ido tan mal en el último tiempo con Perú y con Bolivia, del Pacto de Bogotá y de la Corte de la ONU que está en La Haya. ¡Demagogia!. Los fanáticos buscan matar al árbitro, aunque eso nos deje mal con el público mundial asistente. Y eventualmente debamos comparecer ante otras instancias.

 

Un ex comandante en jefe de la Marina chilena ha dicho que hoy Bolivia debería atenerse a nuestra consigna patriótica “Por la razón o la fuerza”. No pudo hacer mejor favor a los jueces que están porque los países conversen.

 

Bolivia (mejor su gobierno chovinista y demagógico) quedará muy mal ante su propio pueblo al que ha engañado haciéndole creer que esta sentencia de La Haya devolvería mar a Bolivia y que incluso Antofagasta, perdida en la guerra, podría volver a Bolivia, porque Antofagasta “fue, es y será boliviana” al decir de Evo Morales, en el curso del juicio.

 

Morales no ha hablado a la Corte. Ha hablado a su pueblo para buscar apoyo electoral de cualquier modo.

 

El solo hecho de que la Corte (no de La Haya sino de la ONU en La Haya) se haya declarado competente en este juicio y entregue un fallo es un castigo para el Estado que sostuvo la incompetencia de la Corte para ver esta demanda boliviana.

 

La sentencia de la Corte, que no contendrá más beneficios a Bolivia que el de que Chile “converse”, caerá como un balde de agua fría para muchos bolivianos que creyeron en la demagogia irresponsable de Evo Morales.

 

Más aún. Los dimes y diretes insolentes y destemplados entre el gobierno boliviano y el Canciller Ampuero (que cree que hacer diplomacia es andar encorbatado y sentarse en la falda de Trump o en la de Ilanka) serán un aliciente para que la Corte de la ONU aconseje conversar.

 

La Corte está integrada por jueces de culturas musulmanas y confucionistas, además de los de culturas occidentales (legalistas) que nosotros integramos. Sus conceptos de ley o equidad no son idénticos a los nuestros. Son cuestiones que deberían considerar jurisconsultos de la talla de José Wladimir Rodríguez Elizondo y Gabriel Gaspar, que hace algunos años miraban el mundo, la ley y la equidad desde una legítima cultura de materialismo histórico y dialéctico. José Wladimir Rodríguez escribió en “La República” de Perú “En diplomacia las negociaciones fallidas nunca mueren del todo” (28/11(2010).

 

 

Lo de La Haya del 1 de octubre será un capítulo más de una serie que continuará.

 

No le hace bien a la región ni a Chile que nuestro país continúe en una estrategia absolutamente defensiva (con aparente subconciencia de culpabilidad), esperando la nueva ofensiva diplomática de sus vecinos perjudicados en la Guerra de 1979, hace casi 140 años.

 

Hay que sacar del cajón de la historia y de una visión integradora del siglo XXI una propuesta a Bolivia y Perú para establecer un polo portuario de desarrollo al norte de Arica que permita mayor progreso a una alianza tripartita, y posibilite un callejón boliviano al mar.

 

Allí veríamos si Bolivia está por solucionar su problema o solo para levantar banderas chovinistas en un país derrotado en el siglo XIX.

 

Veríamos si Perú ha dejado atrás la idea “de estado” de alguna vez, no se sabe cuándo ni cómo, recuperar su “estrellita del sur”, sueño inconfesado o confesado a medias de buena parte de su elite.

 

Y Chile, desterrando su viejo chovinismo y su demagogia, podría apagar además los vientos belicistas en la región, que de repente son más fuertes pero que sólo sirven para vender, comprar y ganar dinero en armamentos bélicos. Y abultar la venta de diaruchos limeños.

 

Guerra no habrá en este patio. Tal vez en Venezuela, como lo quiere Trump, pero no en Chile-Bolivia- Perú.

 

La actual Constitución de Bolivia obliga a sus gobiernos a pelear por una salida soberana al mar en territorios que alguna vez le pertenecieron. Pero Bolivia es parte de América y del mundo. También de Naciones Unidas.

 

En sólo América -¡para qué mirar Europa o África!- hay países que, en guerra, han perdido porcentajes mayores de sus territorios (México, Paraguay). Al parecer no hay forma de retrotraer la historia. Sólo el acuerdo integracionista, ojalá cercano, beneficioso también para el que perdió la guerra, podrá cicatrizar en parte las heridas del pasado y abrir caminos de desarrollo y paz.

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