Diciembre 13, 2024

La llegada de extranjeros apenas equilibra una década el éxodo de españoles

La diferencia entre la salida de autóctonos y la llegada de foráneos se reduce a 4.000 personas desde 2008, uno de los años de mayor afluencia y previo a la marcha en masa de nacionales

 

La inmigración que España recibe del extranjero apenas ha sido suficiente en la última década para contrarrestar el éxodo de españoles que migraban hacia otros países, una corriente que ha tenido especial incidencia entre la juventud ante la escasez de oportunidades que les ofrece el mercado laboral local.

 

 

El Saldo Migratorio del INE (Instituto Nacional de Estadística), que recoge el balance anual entre salidas del país y llegadas a él, indica cómo entre 2008 y 2017 salieron de él 225.464 nacionales más de los que regresaron, mientras que la arribada de extranjeros dejó un resultado positivo de 229.782, apenas 4.000 por encima de la pérdida de población autóctona por migración.

 

Eso, si se parte de 2008, cuando, en los inicios de la crisis, la salida de nacionales era incipiente (-1.804) y la llegada de extranjeros alcanzaba uno de sus mayores registros, con 312.446. Si se excluye ese año, la pérdida de población por migraciones supera las 300.000 personas, 223.360 autóctonos y 82.664 foráneos. La cifra se acerca a la de los habitantes de la provincida de Ourense (311.680) o de La Rioja (315.381) y supera la de ciudades como Valladolid (299.715).

 

En ese periodo, entre 2009 y 2017, la llegada de inmigrantes sin papeles fue mucho menos intensa que la de quienes sí los tenían. Según indican los Balances sobre Inmigración Irregular que publica el Ministerio del Interior, fueron interceptados 119.067, con un pico de 28.349 el último de esos años.

 

Sin embargo, el saldo de esas entradas, ya fuera en embarcaciones o por vía aérea como falsos turistas, dejó un saldo demográfico muy escaso. Algunos años, como ocurrió en 2015 y 2016, fue, de hecho negativo: las 39.066 repatriaciones superaron con creces a las 30.850 llegadas.

 

El año pasado, según admitió el Gobierno en una respuesta a la senadora Maribel Mora, se incoaron 20.143 procedimientos de expulsión cuando la cifra de interceptados, muchos de ellos repatriados desde los aeropuertos, fue de 28.349, lo que sitúa el balance del trienio en 59.209 salidas forzosas ejecutadas o iniciadas, para 59.199 llegadas.

 

“Las mismas consecuencias en España que en el sur”

 

“Las migraciones están teniendo en España las mismas consecuencias que en los países del sur: se va la genta más preparada y con algunas posibilidades económicas”, explica Carmen Gallego, socióloga de la Universidad de Zaragoza experta en estos fenómenos, que llama la atención sobre los efectos demográficos de esas corrientes en un país que ha tenido crecimientos vegetativos negativos en dos de los tres últimos años, en los que han muerto más habitantes de los que han nacido.

 

De hecho, la salida en los últimos seis años de más de un millón de menores de 35 años, en las edades de mayor actividad reproductiva, comienza a tener efectos visibles tanto en los índices de natalidad como en los de fecundidad, que han comenzado a desplomarse y sitúan al país ante un tenebroso horizonte demográfico.

 

“Los efectos de la migración se están dejando notar ahora más en la fecundidad y en la natalidad que en la economía, por la situación del mercado laboral, pero lo harán a largo plazo. Es necesario atraer emigración para poder garantizar el sistema productivo y el de las pensiones”, señala Gallego.

 

La llegada de extranjeros no ha alcanzado, ni de lejos, para contrarrestar la salida al extranjero de ciudadanos autóctonos a partir del éxodo iniciado en 2009

 

La profesora rechaza los planteamientos simplistas sobre las migraciones. “No son unos que vienen y otros que se van, es algo mucho más complicado”, indica. En este sentido, destaca cómo “no todos los que vienen tienen intención de quedarse, sino que a menudo, como ocurre con el modelo de migración familiar ecuatoriano, la intención es reunir dinero para regresar a su país e intentar montar allí algún negocio”.

 

“También hay que tener en cuenta la situación del país de origen –añade-; si mejoran allí las condiciones de vida, tienden a retornar”. Eso está ocurriendo, entre otras, con la comunidad rumana, con 165.842 regresos más que llegadas en los últimos seis años, algo más del 20% de los 810.348 censados en 2011.

 

“Hay zonas que necesitan mano de obra extranjera”

 

La intensificación de la llegada de inmigrantes ‘sin papeles’ a España provocó este verano varias polémicas mediáticas tras las declaraciones de Pablo Casado sobre los inexistentes millones de personas que preparan su llegada desde África y las de Albert Rivera sobre un supuesto efecto llamada por las políticas del Gobierno.

 

“Como siempre, la inmigración se utiliza en el debate político, pero los datos no son alarmantes ni mucho menos”, explica David Pac, profesor de Sociología en la Universidad de Zaragoza, quien, por el contrario, destaca cómo “las zonas rurales que están creando empleo necesitan mano de obra extranjera para cubrir esos puestos”.

 

En su opinión, discursos como los de Casado y Rivera tienen una clara intencionalidad política que busca captar votos entre los sectores menos formados de los trabajadores españoles. “Los extranjeros compiten por los empleos menos cualificados, y es en esos estratos en los que cala el discurso, como han hecho Trump en EEUU, Marine LePen en Francia o los partidarios del Brexit en Inglaterra”.

 

“Nadie ve una amenaza para su empleo en los inmigrantes que trabajan como temporeros, porque casi nadie quiere ese tipo de ocupaciones”, anota.

 

a inmigración que España recibe del extranjero apenas ha sido suficiente en la última década para contrarrestar el éxodo de españoles que migraban hacia otros países, una corriente que ha tenido especial incidencia entre la juventud ante la escasez de oportunidades que les ofrece el mercado laboral local.

 

El Saldo Migratorio del INE (Instituto Nacional de Estadística), que recoge el balance anual entre salidas del país y llegadas a él, indica cómo entre 2008 y 2017 salieron de él 225.464 nacionales más de los que regresaron, mientras que la arribada de extranjeros dejó un resultado positivo de 229.782, apenas 4.000 por encima de la pérdida de población autóctona por migración.

 

Eso, si se parte de 2008, cuando, en los inicios de la crisis, la salida de nacionales era incipiente (-1.804) y la llegada de extranjeros alcanzaba uno de sus mayores registros, con 312.446. Si se excluye ese año, la pérdida de población por migraciones supera las 300.000 personas, 223.360 autóctonos y 82.664 foráneos. La cifra se acerca a la de los habitantes de la provincida de Ourense (311.680) o de La Rioja (315.381) y supera la de ciudades como Valladolid (299.715).

 

En ese periodo, entre 2009 y 2017, la llegada de inmigrantes sin papeles fue mucho menos intensa que la de quienes sí los tenían. Según indican los Balances sobre Inmigración Irregular que publica el Ministerio del Interior, fueron interceptados 119.067, con un pico de 28.349 el último de esos años.

 

Sin embargo, el saldo de esas entradas, ya fuera en embarcaciones o por vía aérea como falsos turistas, dejó un saldo demográfico muy escaso. Algunos años, como ocurrió en 2015 y 2016, fue, de hecho negativo: las 39.066 repatriaciones superaron con creces a las 30.850 llegadas.

 

El año pasado, según admitió el Gobierno en una respuesta a la senadora Maribel Mora, se incoaron 20.143 procedimientos de expulsión cuando la cifra de interceptados, muchos de ellos repatriados desde los aeropuertos, fue de 28.349, lo que sitúa el balance del trienio en 59.209 salidas forzosas ejecutadas o iniciadas, para 59.199 llegadas.

 

De hecho, la salida en los últimos seis años de más de un millón de menores de 35 años, en las edades de mayor actividad reproductiva, comienza a tener efectos visibles tanto en los índices de natalidad como en los de fecundidad, que han comenzado a desplomarse y sitúan al país ante un tenebroso horizonte demográfico.

“Los efectos de la migración se están dejando notar ahora más en la fecundidad y en la natalidad que en la economía, por la situación del mercado laboral, pero lo harán a largo plazo. Es necesario atraer emigración para poder garantizar el sistema productivo y el de las pensiones”, señala Gallego.

La llegada de extranjeros no ha alcanzado, ni de lejos, para contrarrestar la salida al extranjero de ciudadanos autóctonos a partir del éxodo iniciado en 2009

La profesora rechaza los planteamientos simplistas sobre las migraciones. “No son unos que vienen y otros que se van, es algo mucho más complicado”, indica. En este sentido, destaca cómo “no todos los que vienen tienen intención de quedarse, sino que a menudo, como ocurre con el modelo de migración familiar ecuatoriano, la intención es reunir dinero para regresar a su país e intentar montar allí algún negocio”.

“También hay que tener en cuenta la situación del país de origen –añade-; si mejoran allí las condiciones de vida, tienden a retornar”. Eso está ocurriendo, entre otras, con la comunidad rumana, con 165.842 regresos más que llegadas en los últimos seis años, algo más del 20% de los 810.348 censados en 2011.

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