Diciembre 10, 2024

Las máscaras de Joaquín Lavín

“La Pincoya, mejor que el Barrio Alto” (Joaquín Lavín en

La revolución silenciosa, Ed.Zig Zag, 1987).”:

 

“Comparado con los de La Pincoya un niño del Barrio Alto de 6 años es una guagua a la que sus padres o empleadas cuidan, visten, le dan alimentación y le organizan y compran juegos. Un niño de 6 años de La Pincoya, en cambio, en la mayoría de los casos, debe buscar fórmulas para procurarse su propio alimento, además de vestirse solo y resolver sus problemas diarios. Esto lo hace varias veces más creativo”.

                                               Joaquín Lavín.

 

 

Joaquín Lavín, plumario de la dictadura, escribió alabanzas a los niños de poblaciones en 1987, un año antes del plebiscito.

 

Ahora Joaquín Lavín dice ser partidario de llevar algunos niños “carenciados” al Barrio Alto. Recordemos que la dictadura que apoyó Lavín desalojó a los pobres de Las Condes y dejó a un 47% de los niños chilenos, esos que Lavín alababa, viviendo bajo la línea de pobreza.

 

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Lavín ha sido, tal vez, el demagogo más potente de la extrema derecha desde los años de la dictadura, a la que sirvió y pregonó como el que más.

 

Joaquín Lavín Infante tiene ya 65 años, al final del gobierno de Piñera tendrá 69 y estará al filo del fin de su anhelo objetivamente más soñado.

 

Son pocos los que desde la derecha han mostrado tanta ambición en los últimos cien años: sólo Augusto Pinochet (que quiso gobernar hasta la tumba), Sebastián Piñera y tal vez Arturo Alessandri Palma aspiraron varias veces a ser ungidos como jefes de Estado.

Lavín no se anda con chicas ni simplemente con alcaldías. Dos veces ha sido candidato a Presidente de la República y en ambas anduvo cerca.

Su línea política ha sido indiscutible.

Partidario a ultranza de la derecha extrema, y del sistema capitalista neoliberal, en su momento fue alto funcionario de la dictadura, a la que alabó desde un ministerio, en los peores momentos para la democracia. Escribió incluso un libro pagado por la dictadura de Pinochet y distribuido por ella. Su nombre: “La revolución silenciosa”. Con un demagógico párrafo de ese libro hemos iniciado esta columna.

Está en su historia el haber presidido la UDI y haber subido el Chacarillas con un velón en la mano como acólito de Pinochet.

Lavín recaló hace poco nuevamente en Las Condes, obligado por encuestas que lo daban perdedor por Santiago. Y en una comuna que tiene un per cápita de al menos 40 mil dólares no ha parado de difundir su demagogia (dedicada a conseguir votos en el país) envuelta ahora también en populismo. Demagogo y populista. Sus consignas: “Integrar la sociedad chilena”; “Terminar con la división entre barrios altos y barrios bajos”; “Todos tenemos derecho a vivir en los mejores barrios” (!).

Dejó atrás las superficialidades (tratar de hacer llover para terminar con la sequía; construir playas de arena blanca cerca del Mapocho; poner botones de pánico que no se escuchaban con el ruido del tráfico capitalino; tirar nieve en el centro de Santiago para que los pobres no tuvieran que subir a Farellones; establecer en Santiago un plan de salud tipo Cuba con medicina gratuita y especialistas por manzanas, viajar a Cuba y alabar de paso su revolución. Todo ello incluso envuelto en una nueva definición ideológico-política, que él inventó: “derechista bacheletista”).

 

Ahora partió, nada de rodeos, derecho al callo: abrir el centro de Las Condes para que allí se trasladaran a vivir de otras comunas personas de otra clase, de “clase media”. ¿Cuántas? ¿Miles? ¿Cientos? Cuatro familias. Cuatro. ¿De clase baja? Ninguna, cómo se te ocurre, aquí no habrá más un campamento como el Ho Chi Minh, que existió hasta septiembre de 1973 pegado a la Avenida Kennedy, y que trasladamos a la fuerza, como a todos los pobres, desde Las Condes al sur de Santiago.

 

Las Condes es hoy una comuna de 300 mil habitantes.

Ahora, gracias a Lavín, podrán ir a vivir a Las Condes unas veinte personas más, cuatro familias.

Las Condes crecerá de 294.838 habitantes, según el último censo, a 294.858.

Su per cápita no variará en nada. Sus colegios, sus malls y sus mercados y sus plazas y sus bancos y sus clínicas, en nada. No bajarán los precios de sus hoteles, sus restoranes, sus teatros. Los haitianos no caminarán por sus calles ni subirán a su metro. Nadie se morirá de frío allí.

Será como si a Wall Street se fueran a vivir unos diez portorriqueños más después del paso del último huracán. Para que hablemos, tal vez ya sucedió y no se notó, de “una integración social” en los EEUU, de esa que soñó Martin Luther King.

A Martin Luther King lo mataron. A Lavín sólo la va a doler el estómago de tanto reírse pensando en 2021,

A él y a los que están por mantener la actual distribución del ingreso en Chile, por sostener las AFP y las isapres, por no dar reajustes superiores al alza del costo de la vida, por mantener los ingresos de las mujeres por debajo del de los hombres, por frenar la gratuidad de la educación, por debilitar los sindicatos y hacer una reforma tributaria que agilice y devuelva plata a los pobres ricos.

“No es inclusión real” dijo la Intendenta derechista de Santiago, cuyo candidato a Presidente para tres años más no es por cierto Lavín, “porque lo que propone el alcalde de Las Condes es trasladar unas cuantas cuadras a gente que ya vive en esa comuna”.

Ella ni siquiera contó a las cuatro familias. Quiere otras máscaras para disfrazar y mantener el status quo. No las de Lavín. Tal vez las de Moreno.

 

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