De los postulantes al Premio Nacional de Literatura 2018, Diamela Eltit se perfila como la persona dotada de mejores atributos y pergaminos, para obtenerlo. Debido a la tenacidad, proyección y eficacia de su trabajo literario y humano, donde no hubo claudicaciones, medias tintas, mientras acechaba la dictadura, y la creación había sido condenada a muerte, ella se entregó a la pasión de hacer literatura. Empujada por el compromiso con la cultura, la vida, la libertad de expresión en una época donde permanecer callado, parecía ser la opción del conciliador. De quien dobla la cerviz y privilegia el silencio.
Durante la dictadura cívico-militar, junto al poeta Raúl Zurita y Lotty Rosenfeld, entre otros, crearon el colectivo Acción de Arte (CADE) empeñados en permanecer vigilantes, despiertos, armados de la mortífera pluma, entintada en la verdad. Ejemplo que también asumieron creadores vinculados a la plástica, al teatro, a la música, al cine y a escritores de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH). Mientras la dictadura asesinaba al pueblo, silenciaba la cultura, lo sometía a censura, lo vigilaba, desterraba, clausuraba diarios y revistas opositoras, sobre Chile caía la noche. Larga y oscura noche, que se extendió por 17 años, y desde 1990 hasta hoy, aún asistimos a un tímido amanecer. Dispersa la intelectualidad chilena, vagaba por el mundo. Quienes permanecían en el país, combatían a la Hidra, el monstro de infinidad de cabezas. El colectivo CADE realizó un trabajo descollante, multiplicador, suicida por momentos -el cual debe ser estudiado por las generaciones actuales- donde cada acción de arte, constituía un riesgo. Escribir críticas durante la tiranía, es un acto subversivo, que debe ser castigado. Recordemos solo a la Santa Inquisición. El grupo CADE a partir de su fundación, se propuso mantener viva la llama de la cultura, la creación y el espíritu de libertad, donde la solidaridad crecía alrededor del colectivo.
Diamela Eltit autora de alrededor de 15 novelas, poesía, infinidad de ensayos, profesora de estado, de talleres literarios, premiada con profusión, jamás se ha detenido en su labor de crear. Ignora la pasividad. “Por la patria”, “El padre mío”, “Los trabajadores de la muerte”, dan testimonio de su rica producción literaria, llamada a perdurar, convertidos en eslabones de una cadena interminable de novelas. Su prosa no es complaciente, dulzona, dirigida al común de los lectores. Se atreve, porque es osada y rebelde: no le importa enfrentar la crítica. Posee el espíritu de saber cómo combatir a favor de la libertad, del desposeído, en distintos escenarios. Crear en terrenos escarpados -no escondida en la ciudadela- al borde del precipicio, esgrimiendo la palabra, convertida en símbolo, donde dar un paso en falso, conduce a la muerte.
En una reciente entrevista expresó: “La discriminación de género no sería posible sin la colaboración de las mujeres”, a raíz de las declaraciones de Mario Vargas Llosa, cuyo rabioso tradicionalismo le permite vivir a expensa de sus mentores. Diamela Eltit, agrega: “Hay que repensar desde lugares simétricos, entre hombres y mujeres, no excluyendo al hombre, sino compartiendo igualitariamente el poder entre lo femenino y lo masculino”.
Aureolada por el destino, dotada de capacidad, donde no existen espacios a las claudicaciones, su nombre y trayectoria, como sus colegas Gabriela Mistral e Isabel Allende, dignificará la lista de quienes han recibido el Premio Nacional de Literatura.