Diciembre 7, 2024

Los Borbones en pelotas

A  nadie le hubiera ocurrido pensar que el gran poeta sevillano G A. Becquer, aquel de que “sólo se quedan  los muertos”, recopiló 98 caricaturas pornográficas de la reina Isabel II y de sus múltiples amantes. Los Borbones, a partir de Enrique IV, han sido todos “calientes” y degenerados – a lo mejor, el único que se pudiera salvar era Carlos III, hijo de la Farnecio -, por ejemplo, Felipe IV se caracterizaba por su depresión profunda que le impedía, incluso,  salvar  un cantante italiano, contratado por la Farnecio.

 

 

Marìa Luisa de Parma padecía de “fiebre uterina”: uno de sus ardientes amantes fue Manuel Godoy, que hacía un buen dùo de “cornudos” con Carlos IV. Según la reina Marìa Luisa, ninguno de sus hijos era Borbón.

Fernando VII tenía un pene tan grande que le era muy difícil hacer el amor; lo mismo ocurrió con Luis XVI, pero al contrario: lo tenía muy chico y los dolores eran intensos cada vez que se aproximaba, nada menos, que a María Antonieta.

Isabel II fue obligada a casarse con Francisco de Asìs, a quien le gustaban más los jóvenes que las niñas. Los dos reyes se odiaban y con sobrada razón. Francisco de Asís era pechoño y carlista y, además rodeado de curas hediondos y degenerados; asì, que Isabel se convirtiera en ninfómana y no dejara general y guardia de puerto, era casi lógico.

Alfonso XII, por ejemplo, no tiene ninguna sangre Borbona y, según dicen, después del poético amor con doña Mercedes, no dejó lecho “de soprano”  por calentar. ¿Qué decir de Alfonso XIII?

El rey Juan Carlos, posiblemente Borbón, le puso tantas veces los cuernos a la digna reina Sofìa – única persona decente de esa familia – que se convirtieron en más grandes que los colmillos de marfil de los elefantes que cazaba en Boswana, en compañía de su amante, Carolina – quien vive en un chalet, muy cerca de La Zarzuela -.

 

Que se sepa, el rey Felipe VI es el único Borbón que se ha tomado en serio su papel de monarca y marido, y no le pone el gorro a la reina Leticia, una periodista plebeya, ambiciosa, antipática e irrespetuosa, incluso con la reina Sofìa, y pretende convertir a su mamà en una especie de Mme.  Elizabetta de María Antonieta, con la diferencia de que la Elizabetta era hermana del rey y, además, una persona muy discreta y jamàs se le hubiera ocurrido cerrarle el acceso a los nietos, como lo hace Leticia con la reina Sofìa, (en las revistas de corazón, el rey emérito había aconsejado al rey Felipe que se divorciara de la reina Leticia).

En España. Los monarcas tenìan la suerte de estar por sobre la ley, pero ¡oh sorpresa! un juez valiente y recto, Juan Castro, se atrevió a imputar a la Infanta Cristina por lavado de dinero y fraude al fisco. La princesa, interrogada por el juez, dijo que estaba muy enamorada de Iñaki Urdangarìn y que tanto confiaba en èl que firmaba todos los balances de AINZOON – Sociedad bipersonal – sin siquiera mirar su contenido; lo mismo ocurrìa con los traspasos de otra Sociedad, NÒOS, cuyos jefes eran Urdangarìn y su profesor, Diego Torres. Este último negocio consistìa en vender conferencias y juegos deportivos a las comunidades autónomas, (incluso dirigidas por el Partido Popular), en especial, en Baleares y Valencia. El presidente de Baleares, Jaume Mata, declaró ante el juez que èl no podía negar dinero al yerno del mismísimo rey emérito y cuñado del rey actual.

Al comienzo delo juicio – como lo hacen muchas veces los pillos que buscan salvarse – el campeón de balòn-mano acusò de todos los delitos a su socio, Diego Torres, (y tenía toda la razón, pues la justicia es dura con los pobres, pero ramera con los ricos), pero con el juez Castro no se juega, con el agravante de que sòlo le faltaban unos días para jubilar).

Urdangarìn fue acusado de varios delitos: prevaricación, fraude fiscal, tráfico de influencias, firma de boletas falsas, entre otros. El fiscal del caso, Pedro Horrach, en vez de acusador, se convirtió en defensor de la Infanta Cristina, culpando de todos los delitos a su marido.

La Infanta Cristina era tonta de remate al firmar documentes sin antes verificar su contenido, por consiguiente, el único malo era el vasco Urdangarìn.

El rey Juan Carlos, a quien se le atribuyen méritos falsos, como el de haber salvado la democracia española el 23F, cuando Tejero se apropió de la Cámara, pero la verdad era que el rey había preparado un golpe de Estado para colocar al general Armero como Presidente del Gobierno, con un gabinete que incluìa, incluso, a Felipe Gonzàlez.

El rey Juan Carlos, imposibilitado para hacer otra cosa, le quitò al matrimonio Urdangarìn el título de Conde Palma, y pronunciò un discurso en que, en resumen decía la mentira de que “todos los españoles son iguales ante la ley”.

El rey actual, Felipe VI, ha intentado en varias ocasiones hacer que su hermana, la Infanta Cristina, se divorcie de Iñaki Urdangarìn y renuncie al cuarto lugar en la línea del trono, pero no ha conseguido ninguna de las dos propuestas.

Urdangarìn acaba de entrar a la cárcel de Brieva. Destinada a mujeres, sólo a diez kilómetros de Ávila, lo que permitiría a su mujer el visitarlo, desde Ginebra donde está radicada, al menos una vez por semana y, a lo mejor, encontrarse como pareja una vez al mes.

(Si prefieren profundizar en asuntos del corazón de la realeza, los remito a libro de Pilar Urbano, La gran desmemoria, o bien, las obras de Eduardo Inda).

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

19/06/2018               

       

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