Diciembre 8, 2024

Nicaragua: Golpe a la resistencia en Masaya deja seis muertos y 30 heridos

El ataque comenzó poco antes de las seis de la mañana en Ticuantepe, a 14 kilómetros de Masaya. Ahí se encontraba la primera barricada que conecta a Managua con esa emblemática ciudad. Ticuantepe está a mitad de camino y ahí comenzaron los trancazos entre antimotines, paramilitares y los resistentes del otro lado de la barricada. Con vehículos pesados y a punta de bala el obstáculo fue derribado y la tropa gubernamental siguió su paso hacia Masaya.

 

 

La mañana se saldó con seis civiles muertos y más de 30 heridos, según reportaron organismos de derechos humanos de Nicaragua. Masaya fue rodeada y a primeras horas de la tarde unos atacaban con armas de fuego letales y los otros con tirachinas y morteros caseros que son más ruido que nueces. El control de la ciudad pasó a manos de las fuerzas gubernamentales y paramilitares.

Esas organizaciones reportaron más tarde la detención de 10 madres en Masaya por elementos de la Policía Nacional. Otras 62 personas fueron también levantadas por las fuerzas policiales. Al cierre de esta edición se desconocía su paradero.

El operativo gubernamental fue encabezado por un legendario militar sandinista, Glauco Robelo, ex jefe de inteligencia del Ejército Popular Sandinista. El dato es que este conocido ex guerrillero hace tiempo que está jubilado, al menos oficialmente. Su presencia en Masaya lo convierte automáticamente en jefe de jefes de fuerzas oficiales y de paramilitares.

En medio de la trifulca llegó a Managua el embajador de Estados Unidos ante la Organización de los Estados Americanos (OEA), Carlos Trujillo, con la intención de entrevistarse con Daniel Ortega y Rosario Murillo, la pareja que horas antes ordenó la ofensiva sangrienta contra Masaya.

El Diálogo Nacional que debió reanudarse esta mañana quedó en el limbo cuando la Conferencia Episcopal dijo que primero el gobierno debía enviar las cartas-invitación a los organismos de derechos humanos de la ONU y de la OEA para que llegaran a este país a la brevedad. Cero diálogo y balas y muertos de sobra. Esta es la situación en Nicaragua 64 días después del inicio de las hostilidades.

Lejos, muy lejos de que las aguas se aquieten, el ambiente que se vive en el país es más denso cada día. El gobierno necesitaba demostrar su fuerza y lo hizo este martes, a medias, en Masaya. Y fue a medias porque el despliegue militar sobre esa siempre rebelde y combativa ciudad está muy lejos de la capacidad militar que tiene a su mando el binomio Ortega-Murillo.

Todas las vías carreteras estratégicas del país están cortadas. Dicen que a los puertos mercantes ya no llegan barcos y que, por supuesto, los camiones de mercancías que llegan eventualmente a esta capital son una rara especie. El turismo se ha desplomado y no son pocos los hoteles que han cerrado sus puertas, y los que se mantienen abiertos, han reducido su personal al mínimo porque la ocupación es insignificante.

Restaurantes y lugares de ocio han resentido también con crudeza los efectos de la situación. No hay nadie que abra sus negocios en la noche. Es más, esta capital es un cementerio después de las ocho. Pocos son los que se atreven a salir a la calle, así sea en carro. A esas horas la vida vale un carajo.

Más allá de las conversaciones entre los gobiernos de Trump y Ortega-Murillo, analistas locales sostienen que la otra clave está en el Ejército, en su Consejo Militar, ahí donde se toman las decisiones que luego se elevan al presidente en su calidad de Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas. Podría suceder que, ante el cariz de los acontecimientos, la cúpula militar decidiera no seguir a su jefe, algo que desencadenaría el punto final del orteguismo.

Para Francisca Ramírez, reconocida líder campesina, el futuro inmediato es diáfano: levantaremos cada barricada que destruyan. Y esta mujer de arrestos une como nadie a estudiantes y campesinos, los dos sectores más abiertamente inclinados a que Ortega y Murillo abandonen el poder y el país a la brevedad, mejor ayer que mañana.

Los más conciliadores y prudentes, y es un decir, apuestan por una transición ordenada. Son las iglesias, sobre todo la católica, Washington y un sector del empresariado. En una de esas, estudiantes y campesinos recibirán las gracias por los servicios prestados y serán marginados de la negociación final.

Si eso llegara a suceder, lo que nadie sabe es cómo reaccionarán esos sectores orillados a la orilla.

Al final es evidente que la oposición no está lo suficientemente estructurada para presentarse como un bloque sólido ante el poder del Estado.

Pero es obvio que en este país requerirá de una enorme operación cicatriz, tal y como sucedió cuando el sandinismo revolucionario y la contrarrevolución organizada y financiada por Estados Unidos pusieron en práctica tras firmar la paz, un proceso que culminó en 1990 con la pérdida del poder sandinista vía electoral.

Y entre que son peras o son manzanas, las oficinas de Migración en Managua son invadidas cada día por ciudadanos que buscan su pasaporte para abandonar el país. Los destinos de esos potenciales viajeros son los mismos que cuando la insurrección y toma del poder por el sandinismo: Estados Unidos y Costa Rica.

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