Diciembre 13, 2024

¿Reconciliarse con golpistas?

La reciente interpelación de la diputada comunista, abogada Carmen Hertz,  al Ministro de Justicia Hernan Larraín resulta ser al mismo tiempo una suerte de signo de la época que vivimos. Como se sabe, esa acción legal fue a propósito del retiro por parte del gobierno de Piñera de un proyecto de ley que otorgaba mínimos beneficios a quienes fueron prisioneros de la dictadura.

 

 

Pero en efecto, más allá de su importancia específica, el episodio revivió lo que fueron esos años tan dolorosos, así como la falta de preocupación real de todos los gobiernos post dictadura para atender a las víctimas y sus familiares. Al mismo tiempo mostró que más allá de los burdos disfraces con los que algunos sectores quieran vestirse, aquellos que provocaron, ejecutaron o apoyaron ese genocidio sin precedentes sin más razón que la de impedir el establecimiento de una sociedad más justa, siguen siendo exactamente los mismos. Cínicos, hipócritas, cobardes, falsos.

Razón tiene el viejo refrán que dice que “ aunque la mona se vista de sea, mona se queda” y lo cierto es que los derechistas siguen siendo los mismos de siempre ; su falsa amabilidad de hoy se tornaría en la misma violencia del 73 si sienten en peligro sus privilegios de clase. 

El ministro Larraín, asiduo visitante de la siniestra Colonia Dignidad en los peores años, intentó presentarse como una suerte de converso demócrata pero lo cierto es que no dio respuesta concreta a ninguno de los emplazamientos de Carmen Hertz. Con razón desde la tribuna aplaudían al ministro de Piñera aquellos hombres y mujeres, pinochetistas fanáticos, que fueron llevados por los diputados de derecha a esa reunión.

Sus destemplados gritos burlándose de los detenidos desaparecidos expresan el verdadero sentimiento  de ese sector social, económico y político del país.

Los exabruptos fascistoides de Kast, así como las bravatas de diputados de derecha que han intentado censurar a la parlamentaria comunista o que  se han burlado de las víctimas de la dictadura confirman lo dicho. Pero ¿ qué más se podía esperar de un nuevo gobierno de Piñera? Si el propio don Sebastián, por ejemplo, hoy habla de respeto a los tribunales, los mismos que intentó burlar cuando estuvo prófugo en 1982.

Tanto su  ministro como el propio mandatario ahora hablan de “dictadura”. Ya no hablan de “gobierno militar”, ni del “presidente Pinochet” o del “senador Pinochet” como en el pasado reciente. Como si se hubieran vuelto demócratas.

Pero nadie en su sano juicio tiene derecho a olvidar como en 1992 Piñera buscó afanosamente el apoyo de Pinochet para una aventura presidencial que entonces no se dio, En cambio, en septiembre del 2013, ya en la primera magistratura de la nación, el empresario hablaba contra la conducta del poder judicial en tiempos de la tiranía y les acusaba de que “pudieran haber salvado muchas vidas ” y apuntó en contra de Pinochet y su régimen.

Hipocresía, cinismo, características esenciales de los políticos reaccionarios que mienten día a día. Porque nadie olvida el ardoroso discurso de Piñera en 1998 cuando entonces su amado líder, el dictador, estaba preso en Londres. Orador central de acto de masas en favor del general, Piñera sostuvo que su detención era  “un atentado a la soberanía de Chile, a su independencia y a su dignidad” y que era “ inaceptable el no respeto a la inmunidad diplomática establecida en el Derecho Internacional de un Senador en misión especial”. Piñera entonces emplazó y acusó de todo al juez Baltasar Garzón y concluyó entre los aullidos de placer de la multitud de fachos presentes, advirtiéndole al magistrado español que “ no se le permitirá juzgar a un ex presidente de la  república de Chile ”.

En el curso de sus intervenciones en el Congreso el interpelado Hernan Larraín reiteró sin parar su propuesta de “Reconciliación nacional”. ¿Reconciliarse con criminales tan abominables como los militares, carabineros, marinos, aviadores y policía civil de la época? ¿Reconciliarse con los agentes de la DINA o con los de la CNI ? ¿ Reconciliarse con degolladores o con los que quemaron vivos a jóvenes seres humanos? ¿Reconciliarse con los asesinos que están hoy en Punta Peuco y otras cárceles? ¿ O con los marinos de entonces en la Esmeralda, el buque de la muerte al que hoy rinden tributo los partidarios de la muerte y en donde se asesinó incluso a sacerdotes?

Habría que preguntarle a alguno de estos “reconciliadores” si  ellos perdonarían y se abrazarían, es un ejemplo, con aquellos que hubieran violado a su madre prisionera para luego introducirle arañas y ratones en su vagina poco antes de matarla. Porque esto hacían también los “valientes soldados” de Pinochet. Y si alguien quiere refrescar memoria que se ponga a revisar los expedientes judiciales vigentes.

En rigor las figuras del actual gobierno, cada cual con lo suyo, expresan bien lo que es nuestra derecha política. Esta que algunos supuestos avezados políticos llaman “ la nueva derecha chilena, una derecha moderna, liberal, que hace suyos planteamientos avanzados”. Y algunos sectores progresistas caen y pisan el palito.

Por favor, si son los mismos de siempre

Otro personaje es el canciller Ampuero. Cuando era un joven comunista en septiembre de 1973 y ante el espanto masivo causado por el golpe de la derecha chilena, al igual que miles y miles de chilenas y chilenos no dudó en salvar su vida y su libertad y salió hacia el exilio en La Habana, Cuba. Allí recibió, como todos los exiliados, casa, comida, trabajo, amistad, afecto, solidaridad. Creo recordar que vivió en uno de los departamentos del Reparto de Alta Habana y militaba en una base de los jóvenes comunistas chilenos de ese sector.

No han de haberle gustado los muebles o algo así, pero a poco andar ya se había cambiado de tienda política e ingresaba al Mapu y viajaba por otros países, amén de otras aventuras. Era sólo el comienzo de un desfile por variadas tiendas políticas y lugares geográficos  hasta llegar a su actual condición de  ¡ministro de Piñera!. No es precisamente el mejor final pero cada cual es responsable por lo que hace o deja de hacer.

Lo que queda claro es que si salió de Chile el 73 es porque le impactó como a millones de seres el salvajismo de la represión, los crueles métodos impuestos a los militares chilenos por la Escuela de las Américas de los EEUU y por la CIA, ambos órganos esenciales del apoyo norteamericano al golpe en Chile como relatan el Informe Church y el Informe Hirschey del Senado de ese país. Quizás, además, no soportaba la complicidad de El Mercurio y La Tercera distorsionando la realidad, comunicando falsedades, inventando planes “Z” y otras canalladas. O la activa presencia de grandes empresarios en la gestión de la dictadura.

Lo que fuere, pero salió porque supo que se había instalado una dictadura y estuvo exiliado en Cuba en donde encontró refugio, paz y amistad.

Y este es el mismo personaje que hoy se atreve a tratar de dictadura a Venezuela., en donde el proceso revolucionario es tan hostigado como lo era el de la Unidad Popular del 73 que, entonces, Ampuero  apoyaba. Sabe perfectamente que los enemigos de Venezuela hoy son los mismos del Chile de Salvador Allende. Con razón el Canciller venezolano lo puso en su lugar hace unos días. Pero los hijos pródigos de Pinochet que promueven la agresión a la revolución bolivariana le hacen coro a los falderos de la OEA que ya hablan de delitos de lesa humanidad en esa nación hermana.

En el colmo de los colmos Ampuero se permitió decir que “ las personas tienen dignidad y consecuencia por los cuales se mueven ” ¿Habrá pensado alguna vez cuáles son la dignidad y consecuencia suyas propias y por las cuales se mueve después de su recorrido por el espectro político? Resulta imposible no comparar su conducta con la del tristemente célebre secretario de la OEA Luis Almagro.

Reiteramos que no es posible reconciliación alguna con los represores de la dictadura ni con quienes hoy, por caminos aparentemente diferentes, pretenden la mantención de lo esencial del tipo de sociedad surgida en Chile tras la dictadura de la que, en los hechos, son fieles herederos. Con ellos sólo corresponde ni perdón ni olvido.

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