Diciembre 10, 2024

“A la sombra de los escarabajos”, una novela diferente

Lo conocí en Coltauco, en mi propia casa, hace más de una década,  cuando mis paltos eran doce (hoy son sólo seis) y mi fiel bóxer, Tonko, aún vivía. En esa época Andrés Bianque ya era referente obligado para quienes deseaban iniciarse en el áspero mundo de artículos y columnas para publicar en la prensa electrónica independiente, como también lo era para quienes querían dar trancos en la confección de poesías. 

 

Volvimos a encontrarnos muchos calendarios más tarde, específicamente en la Biblioteca Nacional -en Santiago-, con ocasión del lanzamiento de su primera novela plasmada en papel, “A la sombra de los escarabajos”. Me había solicitado semanas antes que fuera uno de los presentadores –privilegio indudable-, cuestión que acepté,  y en la mañana del evento le dediqué a su novela y a él mismo estas palabras travestidas en líneas

¿Cómo encasillar literariamente lo que produce la prolífica pluma de Andrés Bianque? No se trata esta vez de artículos de opinión… ni siquiera de poesía en su más pura esencia…no, no… estamos ante una obra que ha escalado peldaños en la alta cima. Es otra cosa, es otra obra…grande, con maciza contundencia.

Pero, ¿qué es literariamente? ¿Poesía hecha novela, novela hecha cuento, cuento hecho ensayo, ensayo hecho paper, paper hecho documento, documento hecho relato… y finalmente relato hecho poesía, y así continúa el círculo?

Andrés hunde la pluma horadando el mundo interior del ‘yo’… no sé si se trata de su propio yo o del yo de todos en general (esto último es lo que quiero creer al menos), pues apunta a ese otro ser que habita en cada uno de nosotros, que no paga alquiler por ocupar nuestro cuerpo, pero que impone sus términos aún cuando uno ni siquiera se lo solicite. Bianque apunta, en rigor escritural, a lo que conocemos con el nombre de “conciencia”.

¿O es uno mismo, uno físico y mental, quien vive cual allegado molesto, quejumbroso e insatisfecho perenne en ese “yo” verdadero llamado Conciencia?  ¿Seremos, en esencia, arrendatarios de nuestra propia conciencia? Es que ella construye caminos y realidades que algunas veces marchan en paralelo con la realidad física del arrendatario.

Tiene vida propia… movimiento propio…y es libre, absolutamente libre… ya que jamás debemos olvidar que en nuestras existencias solo la conciencia y el miedo son realmente libres. Aún más, lo son a tal grado que resultan ser los únicos entes etéreos capaces de esclavizar y encadenar a sus propios arrendatarios humanos.

Entonces, relatar y transcribir lo que doña Conciencia siente, piensa y  opina, resulta una tarea titánica que sólo algunos escasos poseedores de las plumas adecuadas pueden llevar a cabo.

Andrés Bianque es uno de ellos.

Esta virtud, al menos en mi caso particular, logra las más de las veces retrotraernos a tiempos idos –nunca perdidos-  desempolvando sus hojas para mostrarnos a nosotros mismos en situaciones donde la carretera existencial comenzaba recién a ensanchar sus promesas.

Me ocurrió al leer el capítulo “Estación Terminal (Inferno)”…. Despertó mi conciencia y ella me llevó de regreso a los años 1957-1960… a ese tren proveniente de San Rosendo con destino a Santiago… a mi propia historia personal de chiquillo asombrosamente demudado ante la realidad de los viajes que conducían a aquella lejana capital….

Andrés, en ese capítulo, me demuestra que fue en aquellos púberes calendarios cuando mi conciencia empezó a horadar mis neuronas y avanzar hacia la conquista de mi entendimiento de la vida, del ser humano, de las cosas, del mundo frío y ajeno.  En mi historia no se trataba del metro, ni de Santiago y sus efluvios de corleone latinoamericano del híper desarrollo macroeconómico.

No, claro que no… en mi historia se trataba solamente de aquel sólido, viejo y querido tren con itinerario San Rosendo-Santiago-San Rosendo… el que yo abordaba en Curicó, o en Estación Central según fuese mi destino, y corría presuroso para lograr exactamente lo que Andrés apunta en la página 58 de su obra, donde acusa que mi conciencia hoy también me acusa::

A lo lejos escuchó la añeja grabación de la estación, que anunciaba la llegada del tren. Apuró el tranco. Tenía que ser el primero en sentarse en el último vagón, último asiento, al fondo, al lado de la ventana, para evitar, por cualquier razón, tener que ceder su asiento a algún inopor­tuno, llámese lisiado, ciego, embarazada o cualquier otro impertinente de aquellos que nunca faltan.

Es decir, una ubicación privilegiada, favorita…….

 

Nadie subía a su vagón, absolutamente nadie. Se sentía

a sus anchas, tanto que apoyó sus pies sobre el asiento

de enfrente. El contexto privilegiado le hamacaba la existencia.

 

En la ventana adyacente, se repite su sonrisa de misántropo

 

Andrés Bianque ha escrito una obra necesaria. Hacía de verdad falta contar con un cuerpo literario como este, que reúne poesía, relato, ficción (¿será, ficción?, lo dudo) y análisis, y que desnuda la intimidad más preciada y tal vez menos conocida por todos y cada uno de nosotros: nuestra conciencia, traducida ella en nuestros temores, esperanzas, anhelos, visiones y dolores.

Creo que Bianque demuestra en sus lucubraciones cuán eterna es la conciencia, ya que al no pertenecer ella al cuerpo físico sino simplemente ser la dueña de la realidad desconocida y alquilarnos un espacio para desarrollar nuestra burda existencia, logra sobrevivir a nuestro fin y continuar en el éter, por décadas, por siglos, aportando sus propias vivencias a la gran conciencia universal.

Pareciera que la conciencia, así observada,  se alimentara sólo de espermidina…   sustancia que se encuentra en el queso curado y en los cereales, y que alarga la vida…

¿Los escarabajos, la consumirán? Al menos aquellos que Bianque Scuadracci delineó, sí lo hacen.

Gracias, por un recorrido al interior de uno mismo… gracias por descorrer los velos de nuestros particulares melodramas, y demostrarnos en esta obra que la conciencia es un conjunto de pequeños detalles, y que cada uno de ellos importa un mundo absoluto, y que cada uno de esos mundos nos reclaman acción, coherencia y soluciones.

Pues, tal como dijo Brandon Sanderson, conocido autor estadounidense de literatura fantástica,  “Las novelas no son sólo escapadas felices, son parte del alma clavadas en páginas, goteando tinta de sus venas de pasta de papel”

Por ello (y por mucho más), gracias Andrés Bianque por permitirnos un  reencuentro con  nuestras conciencias cuando ellas eran aún incipientes;  ….y felicitaciones por regalarnos esta obra necesaria.

 

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *