En un artículo titulado “Una Mirada Académica a la Crisis del Liberalismo Moderno” y publicado por el diario El Clarín el 30 de enero del 2018, se señala textualmente que “es preciso recordar que la actual elite política estadounidense en vez de castigar a los culpables de la crisis del año 2007 – 2008; los salvó y los premió”.
“Los grandes bancos responsables de dar crédito a destajo, a individuos y a empresas que no podían pagar sus deudas, en vez de castigarlos por su gigantesca irresponsabilidad, ellos fueron premiados. Los ejecutivos de los bancos culpables, fueron jubilados con una fortuna de varias decenas de millones de dólares cada uno de ellos. La corrupta manera de salvar la economía fue imprimiendo trillones de dólares. Este dinero no se usó para reconstruir al país, pero sí se usó para aumentar aún más las fortunas de los super ricos. La desigualdad creció exponencialmente y una vez más, la enorme mayoría de la población sólo pudo mantener su nivel de consumo gracias al crédito. Los ricos han puesto su dinero en actividades especulativas. Hoy día el mercado de bonos y otros papeles bursátiles, han inflado una super burbuja que en cualquier momento puede explotar estrepitosamente”.
La elite financiera estadounidense, aquella que tiene su cuartel general en Wall Street, ve con horror cómo la política de consensos y acuerdos que ha dominado el sistema político de los Estados Unidos desde 1990, ahora se desintegra y el Estado se paraliza. El sistema político de los Estados Unidos creado por los padres fundadores, es un sistema donde el poder está cuidadosamente dividido. Para gobernar efectivamente, el presidente de la república debe tener la capacidad y el talento necesario para formar una coalición mayoritaria que le permita con éxito transformar sus ideas en políticas y programas públicos con suficiente poder para que ellos sean implementados leal y eficazmente tanto por el sector público como por el sector privado.
El sistema político estadounidense entró en un largo periodo de decadencia política con la elección del presidente Bush hijo a comienzos del siglo XXI. Esta decadencia política siguió y se acrecentó con el presidente Obama, y ahora está haciendo una fatal crisis con el presidente Trump. El bipartidismo cooperativo ha dejado de existir y este modelo, de acuerdos básicos, ha sido reemplazado por un sistema confrontacional y de aguda división política. Es así como la unidad básica y compromiso con valores políticos comunes ha dejado de existir. Hoy día la extrema división y confrontación política domina en Washington. El país está profundamente dividido y ningún líder político tradicional tiene el poder legítimo suficiente para enfrentar con éxito los enormes desafíos que hoy sufre la nación norteamericana.
El orden mundial impuesto por Estados Unidos en 1990 fue construido sobre bases cosmopolitas, liberales y globalizantes. Este orden está rápidamente desapareciendo. Las empresas estadounidenses ya no se pueden trasladar a Asia, Europa, África o América Latina para desarrollar sus planes de negocios en forma altamente productiva. Esto es, pues el Presidente Trump, le ha declarado la guerra a la globalización liberal y ello significa que las empresas ya no tienen la protección militar de los Estados Unidos para desarrollar sus planes de negocios libres de interferencias locales y de potencias hostiles. El nacionalismo y el estatismo populista y anti liberal, está gradualmente apoderándose del planeta. Paradójicamente la bandera de la globalización económica planetaria ahora está en manos de chinos y rusos. “América First” es el grito de guerra con que Trump ha notificado al planeta, y ahora son los intereses del pueblo estadounidense los que tienen absoluta prioridad, y estos intereses se protegen con una progresiva política aislacionista y nacionalista. Es decir, con altas barreras al libre comercio, a la inmigración y al movimiento de capitales. El pueblo de Estados Unidos está ahora protegiendo a su industria y todo esto será defendido con dientes y uñas.
Esto significa que las grandes empresas estadounidenses con intereses multinacionales, ya no podrán hacer sus suculentos negocios, obtener sus gigantescas utilidades y eludir impuestos en los Estados Unidos. Por otro lado, los países hegemónicos de los cinco continentes también han empezado a tomar medidas proteccionistas que afectan severamente las utilidades de las empresas estadounidenses. En suma, el presidente Trump, está obligando a las multinacionales de su país a volver sus actividades y ganancias al territorio nacional. Al mismo tiempo amenaza que si estas empresas deciden seguir en el extranjero, deberán pagar altísimos impuestos para vender sus productos en los Estados Unidos. Esto indudablemente significa que las utilidades y ganancias de miles de multinacionales (y de cientos de miles de empresas locales que las apoyan en sus negocios internacionales) gradualmente se reducirán.
Los líderes de las empresas multinacionales de Estados Unidos, tenían la esperanza de que el sistema político del país efectivamente controlara y anulara las políticas nacionalistas y proteccionistas de Trump. No obstante, en los últimos meses se ha visto que el presidente ha sido capaz de enfrentarse a sus enemigos locales y empezar a derrotarlos. El último acto que llenó el vaso de la desilusión de los plutócratas de Wall Street fue la confrontación entre republicanos y demócratas sobre la investigación que está llevando a cabo el FBI bajo la dirección de Robert Mueller. El presidente hace pocos días atrás, pudo demostrar ante la sociedad estadounidense, que el partido demócrata utilizó al ministerio de justicia y al FBI para apoyar descaradamente la candidatura de la señora Clinton y dañar la candidatura de Donald Trump.
Este crucial acontecimiento le ha demostrado a la elite financiera del país que el presidente no puede ser derrotado con facilidad y que muy por el contrario Trump está agresivamente contraatacando los intereses básicos de la plutocracia financiera. Este crucial fenómeno político en mi opinión es la razón por la cual el mercado financiero ha entrado en crisis en estos últimos días. La brutal caída en el precio de los papeles bursátiles, se puede explicar por la generalizada creencia que las empresas estadounidenses están sobrevaloradas en la bolsa. Las enormes ganancias de la globalización, se están extinguiendo gradualmente y por lo tanto el altísimo valor de las acciones de dichas empresas se está empezando a cuestionar. Los eventos bursátiles de los últimos días (que incluyen catastróficas caídas en los valores bursátiles y seguidas de potentes recuperaciones) a mi juicio, son señales que indican que muchos ricos inversores han perdido la esperanza de que los demócratas puedan ser capaces de terminar con la presidencia de Donald Trump.
El presidente Trump ha demostrado tener suficiente habilidad politológica para derrotar a sus enemigos. Las esperanzas de la elite financiera de que Trump fuera rápidamente enjuiciado y encontrado culpable de colusión con los rusos, se está rápidamente desvaneciendo. La triste realidad de tener a Trump por siete años más como presidente pareciera ser el motivo principal de que el mercado de valores haya entrado en crisis. Si Wall Street se desploma en forma definitiva, esta vez no habrá una política de dinero fácil y barato para salvar a los ricos dueños de bancos y empresas multinacionales, en la misma forma como ellos fueron salvados durante la gravísima crisis de los años 2007 – 2008. En esta última crisis de hace una década atrás, la elite cosmopolita y globalizante, estaba en total control del poder ejecutivo y legislativo. En aquellos años la elite prefirió salvar a los bancos y sacrificar al pueblo asalariado. Esta vez un presidente populista y nacionalista tendrá especial cuidado de que sus políticas estén dirigidas a salvar al país en su totalidad siguiendo de cerca los planes y programas del presidente Franklin Delano Roosevelt.
En otras palabras, la prioridad principal será reconstruir la infraestructura nacional, mediante vastos programas de reconstrucción y construcción de obras públicas. Esto significa la reconstrucción de puertos, aeropuertos, canales, vías férreas de alta velocidad, etc., etc. La prioridad será también mantener y aumentar el poder adquisitivo de 200 millones de ciudadanos cuyas familias han perdido el nivel de vida y estatus que ellos tenían en los años 70 del siglo pasado. Todo esto es señal que la elite financiera ya no manda en el país y que las fuerzas populistas y nacionalistas han empezado a controlar el poder político en Washington. De esta forma es probable que se repitan las políticas y programas del “nuevo trato” del presidente Roosevelt. Es así como los intereses de la elite financiera y cosmopolita, caerán en un plano muy secundario de la misma forma como estos intereses cayeron entre los años de 1933 a 1980. La actual inestabilidad de la bolsa de valores se puede así explicar por el fundamental cambio en la política estadounidense y que se ha empezado a producir a partir de principios del año 2017.
F. Duque Ph.D
Cientista Político
Puerto Montt, 09 de febrero de 2018