Diciembre 5, 2024

Francisco y ricos obispos de la iglesia chilena

A cuatro días de la llegada del Papa Francisco a Santiago sería loable tratar de visualizar el país con que se encontrará y, sobre todo, el estado de desprestigio y aislamiento de la jerarquía chilena respecto al pueblo de Dios. Los sacerdotes Mariano Puga y Felipe  Berríos, que conocen a fondo las vivencias, esperanzas y temores de los pobres, han hecho críticas, a mi modo ver muy acertadas, sobre la preparación de esta visita.

 

 

En primer lugar, actualmente tenemos una jerarquía de obispos más dispuesta a llevar el “amén” a los ricos mercaderes, dueños de este país, que hacer eco del clamor de las comunidades cristianas de  base. Estos pastores de vacas gordas carecen de la sencillez de Francisco, y tiene más olor a comodidades mundanas y cocteles y venias a los ricos, que a oveja, como aconsejaba Francisco al trasmitir   el auténtico evangelio de las Bienaventuranzas.

La contrarreforma del Papa polaco, Juan pablo II, ha tenido mucho éxito en la jerarquía chilena, si consideramos un porcentaje  de obispos en ejercicio fueron formados por el padre Fernando Karadima y que, tanto el Papa actual, como la cúpula eclesial chilena, hace oídos sordos a los clamores de las víctimas de abuso sexual del degenerado cura, al nombrar como obispo de Osorno a Juan Barros, discípulo de párroco del bosque, acusado de encubridor. Como bien lo dice el sacerdote jesuita, Felipe Berríos, por qué el Papa no recibe a las víctimas de los 80 curas chilenos, acusados de pedofilia.

Estos sacerdotes que viven con los pobres tienen mucha razón al criticar el secretismo que caracteriza a los poderosos de la iglesia católica, traspasado ahora a la comisión encargada de organizar la visita papal. Según el cura Mariano Puga, hubiera sido deseable que esta comisión consultara con las comunidades cristianas  de base, pues este Papa se caracteriza por una pedagogía del evangelio que llegue a los marginados y a los que más sufren, haciéndolos partícipes de las enseñanzas del Divino Maestro. Los sacerdotes deben aprender del sufrimiento y de la esperanza de los pobres, de los niños, de los viejos, de los inmigrantes, de los pueblos originarios – lo que llaman los comentaristas del Vaticano, “la pastoral de frontera” -.

En la iglesia de los mercaderes los protagonistas principales son los purpurados, vestidos con costosos trajes púrpura y anillos de valor. ¿Qué tienen que ver estos adornados “árboles de pascua” con la verdadera iglesia de los pobres, con un Papa simple, que se niega al boato, a vivir como un príncipe solitario en las dependencias vaticanas dispuestas para el Papa de turno, en cambio, prefiere alojar con sus compañeros en el Hotel Santa Marta, y en vez de zapatos rojos, usa los negros, incluso con la suela gastada?

¿Qué relación tiene un Papa, como Francisco, que medio de una entrevista periodística declara que su mayor deseo es pasear de incógnito por las calles de Roma y detenerse ante una apetitosa pizzería, o, como en alguna ocasión, acudir personalmente a la óptica para retirar sus anteojos, con una jerarquía donde brillan los ridículos obispos castrenses, que almas para matar hombres o a  algunos pillos, que coleccionan autos de lujo, o los Nuncios, embajadores del Papa – otrora representado por el obispo Ángelo Sodano, un lame-bota del dictador Pinochet –  y hoy, por otro italiano, que critica y acusa ante el Vaticano a curas tan valiosos como a los jesuitas José Aldunate y Felipe Berríos y a Mariano Puga, que mal informa al Papa destacando las virtudes, por ejemplo,  del encubridor de Karadima, Juan Barros?

Los dueños de la iglesia restauradora, producto de la contrarreforma del Papa polaco, cuya única obsesión era destruir el comunismo en los países del Este, tiene como Cardenal Primado a Ricardo Ezzati, representante de o más reaccionario del clericalismo chileno que, a estas alturas de la vida, sigue reiterando – como decía el obispo Crecente Errázuriz, en 1925 – “el Estado se ha separado de la Iglesia, pero no la iglesia  del Estado”, y  hace lobby ante los parlamentarios católicos para que rechacen el proyecto de ley de aborto en base a tres causales y el matrimonio igualitario y otros temas.

El Chile de los magnates está, geográficamente,  cada día más lejano del país de los marginados: el primero cuenta con barrios y casos que ya se lo quisieran los habitantes de muchas  ciudades europeas e, incluso, norteamericanas y, el segundo, es gris, triste, polvoriento y carente de áreas verdes y lugares de creación. Los NI, NI,  – ni trabajan ni estudian, los que pasan el día pateando piedra – como dirían Los Prisioneros – y sólo tienen como única salida ser soldados del narcotráfico, y las mujeres y los niños protegerse, entre rejas, ante el peligro  de las balas locas y de los allanamientos.

Destaca, en los tres días de visita de Francisco a Chile, en encuentro con las mujeres de la cárcel de San Joaquín; en Chile, las internas son doblemente o triplemente castigadas, pues muchas de ellas se ven forzadas al micro tráfico debido a la necesidad de alimentar a su familia y sus hijos les son arrebatados desde la más tierna edad para ingresarlos en instituciones, como el SENAME, dirigido por pechoños democratacristianos especialmente, donde son maltratados y abusados y, algunos de ellos, conducidos a la muerte – en este país, el 80% de los internos e internas son hijos o tienen un familiar en prisión-.

Otra de las visitas del Papa re refiere al encuentro, en Iquique, con los inmigrantes, (aún se recuerda el valiente discurso de Francisco en Lampedusa, frente al rechazo de la Comunidad Europea a los inmigrantes. Otro de los principales encuentros con el Papa es el del pueblo mapuche, en Temuco, tan marginado por el Estado chileno y amenazado por los ultra reaccionarios con la militarización.

El contraste entre la jerarquía eclesiástica al servicio de los mercaderes y el Papa Francisco es abismal.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

11/01/2018                 

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