Escribo desde mi puesto de combate,
desde la misma trinchera que cavamos para luchar contra la dictadura,
contra su violencia, su cultura de muerte y sistemática violación de los DDHH,
para denunciar la destrucción de los sistemas públicos de salud, educación y previsión social,
y las primeras privatizaciones de recursos naturales y empresas estratégicas.
La misma desde la que votamos NO para recuperar pacíficamente la democracia.
Salimos temporalmente de nuestra trinchera,
creyendo que comenzábamos también a terminar con el sistema neoliberal de la dictadura
y a recuperar los bienes comunes usurpados.
Durante años quisimos construir las transformaciones desde dentro,
pero tuvimos que seguir enfrentando -cual fuego amigo- al modelo neoliberal
ahora enquistado en toda la clase política, el parlamento, el gobierno, la izquierda que ya no era …,
todos subordinados al poder económico de las familias ricas y las multinacionales.
Y volvimos a atrincherarnos, levantando organizaciones y movimientos sociales,
para resistir y enfrentar la profundización del modelo, hecho suyo por la Concertación,
que aumentó la privatización de los recursos naturales y servicios públicos, el agua, las carreteras, el suelo urbano; intensificó la competencia y la privatización del arte y la cultura, puso la ciencia al servicio de los grandes negocios, promovió el extractivismo y subsidió las plantaciones forestales de las familias ricas, que arrasaron con los bosques nativos, golpearon y desplazaron a las comunidades indígenas y campesinas.
La Concertación militarizó el territorio mapuche, reprimió y torturó a su pueblo, hasta el día de hoy.
Hace mucho tiempo que entendimos que todos los cambios y reformas para construir un país más justo, sustentable y democrático sólo han sido y serán posibles mientras nos mantengamos en nuestras trincheras, y estemos marchando en las calles, resistiendo y construyendo alternativas de soberanía y sustentabilidad territorial junto a las comunidades.
Siempre hemos sabido que, no sólo esta vez, sino CADA VEZ que vamos a votar (quienes votamos), no lo hacemos pensando sólo en el siguiente período de gobierno, sino que -como en nuestra lucha cotidiana y permanente- votamos pensando en el futuro, en la justicia, la libertad y el bienestar de las generaciones que vendrán, también en toda la vida y la naturaleza, cada vez más concientes de una crisis sistémica y planetaria.
Extraña que algunos pretendan recordárnoslo y nos llamen a ocupar el puesto de combate que nunca hemos abandonado, y les cueste tanto mirar críticamente al pasado y evaluar su propia responsabilidad histórica y reciente frente a la situación nacional de injusticia social, política y económica, y a la posibilidad de que Piñera y la derecha tradicional vuelvan a ser gobierno.
Hoy sabemos que en las 2 opciones que tenemos este domingo no hay gran diferencia con las de anteriores elecciones presidenciales. Son la continuidad del duopolio neoliberal y gobernarán -uno más que el otro- siguiendo las pautas de los grandes poderes económicos. El mismo Guillier ya ha declarado reiteradamente su gusto por el dominio del mercado en sectores en que consideramos inaceptable el lucro, y que pretende relajar la regulación ambiental para facilitar los grandes proyectos extractivos.
Sabemos que la gran diferencia entre este proceso electoral (más que en esta elección) y los anteriores somos nosotrxs, el FRENTE AMPLIO.
Y no es tanto por la relevancia del voto de nuestros electores en esta 2ª vuelta, sino porque -más allá de nuestrxs parlamentarixs electxs- SOMOS ALTERNATIVA DE PODER, de profundización democrática, de recuperación -ahora sí- de nuestros bienes comunes y derechos individuales y colectivos.
Y aunque Guillier no es mi candidato, sé que el camino a esa profundización y recuperación democrática se hace más difícil, largo y tortuoso con un gobierno encabezado por el empresario de la derecha tradicional, y marcaré el nombre del periodista en el voto de este domingo.
¡Pero de mi trinchera no me sacan!