Diciembre 14, 2024

Segunda Vuelta: Luces en la Ciudad

Se han encendido algunas luces en la ciudad. Sharp y Beatriz Sánchez han anunciado que votarán por Guillier para que no salga Piñera. Unas luces de esperanza para que los jóvenes universitarios y los viejos por jubilar no teman por inmediatos retrocesos.

 

 

Charles Chaplin, el más grande, debe estar esperanzado de las “Luces de la ciudad”, porque hay algunas ya encendidas  en ella, allí donde su amigo rico, borrachín y  olvidadizo podría no olvidarse más de él y de su amistad y así su hermosa florista ciega podría vivir mejor.

Quien gane la segunda vuelta será Presidente de Chile. La elección es, para muchos, entre un mal menor y UN MAL MAYOR. Hay quienes, masoquistas, prefieren el mal mayor. Son también sádicos, y eso es lo peor.

Alrededor de 6 millones de chilenos (de los 14 millones de ciudadanos) votarán en pocos días. No es gran cantidad, pero es lo que hay en nuestra precaria democracia.

Quienes deciden la elección serán los que voten y los que no voten. Deberán votar o por Piñera o por Guillier. No hay otra ni otro. No hay tutía. Si no votan por Guillier o se abtienen, votan por Piñera. Así es la vida. Piñera tiene ya 44% mientras Guillier tiene sólo 22 más aproximadamente 8 ó 9% (la mayoría clara de los que votaron por Goic, MEO , Navarro y tal vez Artés), es decir un 30 ó 31%.

Para que Piñera no gane, la inmensa mayoría del Frente Amplio debe votar por Guillier, no sólo quejarse de Piñera, votar por Guillier, porque lo otro, y todos los dirigentes del Frente Amplio lo saben clarito, es votar subrepticiamente por Piñera.

En el terreno de las políticas públicas hay diferencias.

Vivimos –la gente vive todos los años, no de cuatro en cuatro- en un entorno social en que, por impulso del movimiento social contra Piñera, bajo su presidencia, y el visto bueno que le dio Bachelet desde la ONU a sus planteos, este gobierno, con frenos puestos por  sectores de la misma Nueva Mayoría, ha llevado adelante propuestas reformistas blandas pero importantes que en esta elección están en juego: una suave reforma tributaria, una importante reforma educacional que inicia el fin del negocio educativo, una propuesta de cambios previsionales, la instalación de la libertad de la mujer para elegir si abortará o no abortará en casos de violación, inviabilidad del feto o peligro de muerte de la madre embarazada, el llamado matrimonio igualitario y otros logros progresistas.

Esos avances –no antisistémicos, que el único antisistémico del último tiempo ha sido el candidato Artés, marxista maoísta pro Corea del Norte, que logró un 0,6% de los que votaron (un  poco más del 0,2% de la ciudadanía) esos avances, digo, están hoy en juego y en peligro.

La extrema derecha y Piñera, con zigzagueos propios de un desequilibrado empresario en  apuros, tienen como objetivo retroexcavar lo avanzado y echar para atrás. ¿Se puede? Los que hemos vivido en Chile sabemos que sí se puede, que la derecha lo ha hecho tradicionalmente, institucionalmente  (Alessandri(A) 1932-1938, Alessandri (J) 1958-1964) o por la guerra civil (contra Balmaceda) o con las armas, el crimen y la dictadura (1973-1989 y sus consecuencias hasta hoy).

No sirven posiciones vacilantes que sólo conducen a fortalecer lo reaccionario.

Tampoco subrayar las debilidades del candidato. No es del gusto del Frente Amplio, la DC, los que votaron por MEO, Navarro o Artés. Por eso éstos no votaron por él. Él ya sufrió, junto a la Nueva Mayoría, que el 78% de los que votaron lo hicieran por otras y por otros. Y en el nuevo Congreso deberá llegar a acuerdos con su izquierda. Así son, de repente, los vericuetos de la historia. Todos creemos que estuvo bien que en 1810 el Cabildo eligiera una Primera Junta de Gobierno con don Mateo de Toro y Zambrano y no respaldara la invasión imperial napoleónica en España. Y estuvo bien elegir a Patricio Aylwin en 1990, a pesar de su historia incluso golpista, porque Buchi (y su generalísimo Piñera, el mismo de hoy) estaban por entregar al pinochetismo de nuevo el poder arrebatado por el plebiscito  de 1988.

Por lo demás Guillier dejó atrás no sólo a Beatriz Sánchez, a MEO, Goic, Navarro y Artés sino a Lagos, Insulza y todos los DC que alguna vez se probaron ante el espejo la banda presidencial o el frac de ministro todopoderoso: Ignacio Walker, Gutenberg, Alvear, Burgos, Zaldívar.

No valen en esto posiciones individuales antisistémicas, fuera de la realidad actual, que alcanzan sólo para refocilarse en el baño, ni siquiera capaces de impulsar una aventura que irremediablemente terminaría en represión contra el pueblo y sus dirigentes, llevada adelante por los tentáculos del capitalismo global que vivimos.

Tampoco cantinfleos que, afortunadamente, se están debilitando en un anuncio de más sensatez y sólida esperanza. Felicitaciones a dirigentes del Frente Amplio que ya han dicho por quién van a votar.

Eliminado “el mal mayor”, o “el enemigo principal” como lo llamaba Lenin, ese que perjudicaría por cuatro años al menos a nuestras mujeres, a nuestros hijos y a nuestros viejos, con perspectivas de hacerlo por ocho, discutiremos en las calles, en los sindicatos, en las universidades, en el Congreso (particularmente en la Cámara de Diputados que jura en marzo) y en todos los terrenos, para avanzar hacia un reformismo duro, con todo lo que eso significa.

Seremos mucho más que el Podemos español, porque habremos sido parte de un triunfo democrático nacional que en España, por ejemplo, no se ha producido. Allá sigue a la cabeza el neofranquismo y la monarquía. 

En un escenario nacional y popular podrán destacarse para 2022 líderes del Frente Amplio, como Jackson y Boric, que hoy parecen más interesados en gestos hacia las pequeñas cúpulas de ex trotskistas y anarquistas, que no quieren nada con “el mal menor”, y que no saben “cómo” sacaron tantos votos en la primera vuelta.

Justifico que Chaplin aún esté nervioso.

 

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