1.- El desastre prácticamente total del PDC; el cual no es sorprendente desde el momento en que ha venido cayendo sostenidamente desde los 90 Para verlo en toda su extensión: En 2009 sacó en diputados 967.003 votos correspondientes al 15,55% de los votos válidamente emitidos (6.220.222); y el 7,12% del electorado (13.573.088). Y ahora sacó 616.668 correspondientes al 10,28% de los votos (5.997.250) y ¡al 4,28% del electorado! (14.308.151). Y lo peor para él, es que la literal desaparición de la DCU desde hace 15 o 20 años en la generalidad de las universidades chilenas le garantiza una lenta agonía futura. Triste final de una historia que involucró tantos espíritus y que tuvo momentos de gloria.
2.- El FA tuvo un muy buen resultado pero… a costa de la Concertación-NM. No fue capaz de entusiasmar prácticamente a nadie de la significativa mayoría electoral abstencionista. Es más, este año ¡hubo más abstención que en 2009! Así, en la elección de diputados de 2009 votó válidamente el 45.83% del electorado. Y este año, el 41,91%. Además, hay que tener en cuenta que la Concertación-NM fue dividida y con candidatos extremadamente débiles. Por tanto, el FA tendrá que dar un salto cualitativo si pretende convertirse en un centro-izquierda ganador.. Evidentemente tiene mucho donde crecer; pero a la vez tendrá que superar muchas carencias que requieren más tiempo de analizar..
3.- Todo indica que Piñera ganará la segunda vuelta, pese a que sacó menos votos que los previstos. De partida tiene prácticamente segura la votación de Kast, lo que le da el mismo pie (44%) que en 2009. Por otro lado, no hay duda que Guillier es un muy mal candidato. Sin carisma; sin ideas; sin oratoria; sin capacidad política; con malas relaciones con los partidos que lo apoyan; con un comando muy débil; cometiendo sistemáticamente “errores no forzados” en sus declaraciones; etc. Además, es claro que un sector del PDC (dirigentes y bases) no está dispuesto a votar por él; y será muy difícil que logre acuerdos con el conjunto del FA y, menos aún. que entusiasme a sus bases. Por último, el temor a un triunfo de Piñera es hoy mucho menor que en 2009, donde todavía el espectro pinochetista tenía fuerza, más aún teniendo en cuenta que se trataba del primer gobierno estrictamente de derecha que podía establecerse luego de la dictadura.