Diciembre 1, 2024

La descolonización de Cataluña

Cataluña declarará su independencia y comenzará así un largo periodo de conflictos duros con el gobierno español. El pedido de mediación formulado a la Unión Europea por el gobierno catalán no conducirá a nada ya que las autoridades de Bruselas son tan neoliberales como las españolas y, además, no quieren abrir la caja de Pandora de las independencias ya que si reconocen la catalana detrás podrían venir los vascos, los gallegos, los andaluces, los canarios, en España, los corsos y bretones en Francia, los de la Liga Norte y el Tirol en Italia, los flamencos en Bélgica, los escoceses, galeses y nordirlandeses en el Reino Unido, por no hablar de otras muchas, y la Unión Europea (UE) debería reconocer la independencia de Crimea y del Donestk favoreciendo a Rusia.

 

 

Ahora bien, perro no come perro y la estabilidad de España es para la UE mucho más importante que Cataluña pues en el caso de la independencia catalana el Producto Interno Bruto español podría caer brutalmente y la deuda catalana aumentar a 135 por ciento de su PIB provocando una reacción negativa en cadena que afectaría también a Italia y, en menor medida, a Francia ejerciendo fuertes presiones sobre el euro.

Por otra parte, nunca, en ningún lado, la independencia se logró simplemente con negociaciones, ni siquiera en los casos en que las potencias coloniales tuvieron que reconocerla tras un largo proceso de movilizaciones, conflictos sociales agudos y enfrentamientos sangrientos entre los nativos independentistas y los ejércitos ocupantes.

El derecho a la autodeterminación, que implícitamente incluye el derecho a la independencia, es un derecho democrático elemental que ningún demócrata podrá negar en cualquier país. Pero, como cualquier otro derecho, tiene límites. La libertad de comercio no ampara la venta de drogas y la libertad de prensa no autoriza las publicaciones nazis o racistas.

Por eso, para Italia es intolerable e ilegal la independencia de una región como el Norte que construiría un miniestado fascista y racista dirigido por la Liga Norte y que, además, no está históricamente justificada pues esa región está poblada por gran cantidad de meridionales y gente de diferentes orígenes históricos y culturales y con lenguas diversas.

Lo mismo vale para el Kurdistán iraquí, cuya constitución como Estado sería un golpe duro contra la posibilidad de constituir un Kurdistán pankurdo como el que reconoció el tratado de Sèvres en 1920 o sea formado por todos los kurdos (iraquíes, sirios, iraníes, turcos, armenios y azerbaijanos), sobre todo si ese miniestado, como ahora en el caso iraquí, sirviese para debilitar al estado de Irak y a ayudar a que los kurdos sirios e iraníes luchen por su respectiva independencia debilitando a Siria e Irán para beneficio de Israel y de Estados Unidosy abandonando a su suerte a los kurdos de Turquía.

Es indispensable defender el derecho de autodeterminación de las minorías nacionales y hay que apoyar incondicionalmente las luchas independentistas de las colonias del imperialismo, como en el caso de Puerto Rico. Pero también hay que prevenir sobre las independencias que simplemente sustituyan a los Borbones y otros franquistas por la ávida y reaccionaria burguesía catalana o que remplacen a los generales sirios o iraquíes y los ayatollahs iraníes por dirigentes tribales como los Barzani o los Talabanis. En esos casos habría que elevar la lucha por la independencia hasta lograr el apoyo de los sectores de izquierda del Estado opresor para lograr un objetivo superior: la construcción de una Federación socialista plurinacional de los pueblos ibéricos o de los pueblos de Medio Oriente.

Los socialistas no buscan sólo obtener la independencia que instaure una República burguesa en Cataluña sino que luchan por una República social, dirigida por consejos de trabajadores, que abarque toda la península ibérica. Junto a la mayoría de los catalanes, ellos defienden el derecho a la independencia pero, en el largo proceso de luchas que se abre, buscan estrechar lazos y librar combates comunes con los trabajadores del resto del Estado español y no solamente con las otras minorías nacionales.

El proceso independentista frente al Estado español no puede ser una simple suma de minorías nacionales dirigidas por miniburguesías ni una fragmentación del Estado central en muchos Estados enanos, inviables sobre todo cuando el mundo depende de lo que resuelvan cuatro enormes potencias continentales (Estados Unidos, China, Rusia y esa semipotencia que es la UE) y cuando hay que luchar por construir un polo europeo socialista.

El nacionalismo es venenoso e infecta a los trabajadores separándolos de sus hermanos. El único nacionalismo transitoriamente aceptable es el de quienes defienden su independencia política y económica frente al imperialismo, no el nacionalismo defensor de supuestas superioridades étnicas y culturales o defensor de privilegios económicos.

Cataluña, como el País Vasco, Galicia, Andalucía o las Canarias, lucha hoy por la descolonización interior de España y eso demanda un combate conjunto por una Asamblea Constituyente que elimine la Constitución franquista de 1978 e instaure una Federación Ibérica plurinacional y plurilingüística incluyendo también a Portugal que tantos lazos históricos y culturales tiene con Galicia.

Los enemigos de los trabajadores catalanes son los Borbones y los franquistas o los izquierdistas, como el PSOE, firmantes del Pacto de la Moncloa y que consideran eterno el Estado monárquico español. Pero aunque los trabajadores momentáneamente coincidan con la burguesía media catalana, ésta es también una enemiga. La independencia real depende de que el actual bloque nacionalista independentista entre esa burguesía, las pequeñas burguesías urbanas y rurales y un sector mayoritario de los trabajadores sea substituido por un bloque de los trabajadores con los comerciantes, artesanos y otros cuentapropistas.

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