Diciembre 7, 2024

El debate presidencial a estadio cerrado

La derecha, porque le convenía a sus intereses electorales, hizo todo lo posible para que el mal llamado debate se realizara a “estadio cerrado”. Los periodistas, encargados de formular las preguntas, previo su comentario personal, pertenecen a los diarios El Mercurio, La Tercera y uno de Talca. La exclusividad del Canal de televisión UCV también tuvo su cuota en la escasa llegada a los telespectadores. Demás está agregar que al candidato Sebastián Piñera no le conviene el debate, y su ideal sería pasar inadvertido, pues se siente seguro de ganar la primera vuelta y, como los tenistas, le conviene evitar “los errores no forzados”.  

 

 

El desprestigio de la política es tal que la ciudadanía actual está completamente anestesiada y, en este estado, se vislumbra una gran abstención en las próximas elecciones, (hagamos el ensayo de preguntar a nuestros vecinos sobre el nombre y apellido de los candidatos de su distrito y, seguramente, la mayoría los desconoce, incluso, es difícil encontrar personas que sepan aquellos de los ocho aspirantes a La Moneda), lo cual significa que nos encontramos al más alto nivel de apatía y/o analfabetismo político. Que vote el menor número de ciudadanos no pone en cuestión la legitimidad de los cargos, sino la credibilidad y representatividad del sistema político.

Los  candidatos aprovecharon la primera rueda de preguntas para presentarse y definir el color de su candidatura:

Eduardo Artés, por ejemplo, planteó la refundación del país y que el parlamento “olía a corrupción”; además, fue claro y contundente con respecto a la crítica sobre la democracia chilena, y fue enfático también en proponer la realización de la asamblea constituyente, la desnacionalización del cobre y de las demás materias primas de Chile.

En el otro extremo, José Antonio Kast mantuvo la defensa de los militares acusados de crímenes de lesa humanidad y reafirmó su idea de la militarización de la Araucanía, y aprovechó para acusar a la candidata Beatriz Sánchez de dialogar con los que él considera “terroristas” mapuches.

Marco Enríquez-Ominami desplegó su habilidad comunicación proponiendo un programa muy interesante y profundo para activar la economía, que incluye instaurar un 0% de impuestos para las PYMES, y un impuesto especial para los grandes inversionistas de la Bolsa.

Beatriz Sánchez llamó la atención sobre el grave estado de salud de los huelguistas de hambre de la Araucanía, atacó duramente la ley antiterrorista; para responder a una interpelación del candidato Kast, manifestó que no estaba dispuesta a participar en programas donde estuviera un ex ministro de la dictadura de Pinochet.

Sebastián Piñera la tenía fácil – sus interrogadores eran obsecuentes -, sin embargo, los periodistas se atrevieron a mencionar las boletas ideológicamente falsas, emitidas en su campaña de 2009, (hay que reconocer que evocando lugares comunes, trató de sacarse el clavo olímpicamente; por lo demás, a los electores de Piñera  les importa poco la inmoral y antiética relación entre política y negocios, <tendría asesinar a una guagua  en agua hirviendo  para que la gente se sacudiera>).

Alejandro Guillier desplegó algunas de las medidas de su programa destacando la urgencia de la regionalización, recibiendo el poder y el cobro de impuestos; al hablar de delincuencia, atacó a los fiscales por carencia de investigación, pues en el 90% de los casos bajo  su responsabilidad se cierra sin culpables.

Carolina Goic se lució al enrostrar al gobierno de  Sebastián Piñera su culpabilidad  en el conflicto de Magallanes.

Alejandro Navarro estuvo asertivo al criticar el centralismo y la debilidad que acarrea  la propuesta de descentralización del gobierno de Michelle Bachelet.

La segunda etapa era esperada por las interpelaciones entre los candidatos: el más agudo y crítico, especialmente con Sebastián Piñera, fue Marco Enríquez-Ominami, a quien enrostró la incapacidad de su gobierno para desarrollar el país y sus fracasadas políticas sociales; en el tema de derechos humanos recordó la frase de “cómplices pasivos” y señaló, con mucha fuerza que algunos de ellos se encontraban en el Congreso nacional. En respuesta a la  interpelación, Piñera aprovechó para atacar al gobierno de Salvador Allende, buscando cercanía con la UDI y con el sector militarista que apoya a Kast, incluso, ofreció liberar a los reos de Punta Peuco que padecieran enfermedades terminales. Enríquez-Ominami también aprovechó las cámaras para mostrar una orden de detención de Piñera, en el caso del Banco de Talca.

José Antonio Kast se lanzó contra Alejandro Navarro a propósito de Venezuela y,  terminando en punta, “lo envió como asesor de Maduro”, es decir, “al basurero de la historia” según el candidato de los militares de Punta Peuco.

El único incidente lo protagonizaron los candidatos de los extremos – Artés y Kast – cuando el primero se negó a dar la mano al candidato fascista.

Según mi opinión, este “debate” entre los candidatos cambiará muy poco el panorama electoral, y cada de los “hinchas” reafirmará su apoyo, y los muy pocos indecisos (la mayoría no vota, tampoco ve programas políticos, pues prefieren la vulgaridad de “Morandé con Compañía” a participar en los procesos electores, apenas tendrán la oportunidad de conocer a los candidatos y, tal vez,  la posición radical de alguno de ellos le sea atractiva.

Por desgracia, muchas crisis de representación terminan en el peor el de los mundos posibles: los electores buscan la seguridad y eligen al “más mejor” de los corruptos, como ha ocurrido en varios países del mundo. En Chile abunda la caterva de vencejos que, incluso,  dan el trato  de Presidente a Sebastián Piñera. Como lo recuerda Mirko Macari, al recordar a un corrupto gobernador brasilero, reelecto bajo el slogan “roba, pero haz cosas”. 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El viejo)

29/09/2017            

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