Mi contacto con El Clarín se remonta a 50 años atrás. Yo era un niño, y el diario atacó duramente a mi padre, entonces dirigente agrícola. En vez de contestarle del modo habitual, consiguió los datos del periodista y se juntó a tomar un café con él. Aparentemente se entendieron muy bien, porque llegó muy contento.
Debo confesar que, aunque pensamos muy distinto, siento simpatía por ustedes, los lectores del Clarín. Tenemos en común el hecho de que abominamos del Lexus-socialismo. Nos gusta decir las cosas a la cara, como Roberto Ávila, cuando critica una reciente columna mía publicada en El Mercurio; detestamos el arribismo y la arrogancia, y no tenemos miedo de mantener una posición aunque no esté de moda.
Tenemos, sin embargo, diferencias muy importantes. Entre ellas, el tratamiento que debe darse a los presos ancianos o muy enfermos que están en Punta Peuco (y, obviamente, en cualquier otra cárcel del planeta). Reconozco que para mí es fácil hablar del tema. Nadie ha matado a mi padre o a un hermano. Nadie me ha torturado. Nadie ha arrojado al mar el cadáver de un ser querido ni tampoco lo mantiene enterrado en cal en un lugar desconocido. Nuestras historias son muy distintas. Quizá alguno de ustedes quiera leer la mía (pinche aquí). Acabamos de conmemorar el 4 de septiembre, una fecha que me recuerda el día más triste de mi vida, mientras a ustedes les trae a la memoria el momento más feliz de su existencia, la coronación de décadas de lucha. Somos, ciertamente, muy diferentes.
Tengo, sin embargo, una ventaja respecto de ustedes. Yo defendí a Erich Honecker, en 1992. Sostuve que no debía ser entregado a Alemania. Ciertamente no lo hice porque lo considerara inocente. Pienso que era un criminal. Y considero que hay que aplicar criterios semejantes en Cuba y en Venezuela.
Confieso que Guevara no fusiló a ningún pariente mío. No tengo ningún hijo que haya muerto ahogado en una improvisada balsa al tratar de huir de Cuba para vivir en un país donde no lo molestaran por sus ideas. Los matones de Maduro no han asesinado a ningún amigo mío. Aquí también la tengo muy fácil, así cualquiera.
Con todo, aunque mi postura carece de todo mérito, pienso que es la mejor para Chile. No da lo mismo qué país legamos a las generaciones que vienen. Y también es importante para cada uno de nosotros. Tratar bien a un amigo no es difícil. Mostrar humanidad con quienes no la han tenido, esa sí es una tarea mucho más complicada.
Tendríamos mucho más que conversar. Quiero decirles que, aunque les parezca raro, para el tipo de conservador que soy yo constituye un honor haber escrito este artículo en El Clarín 50 años después de haber leído su diario por primera vez.
Joaquín García-Huidobro
*Nota de la Redacción: Esta nota de opinión, escrita por el abogado y columnista de El Mercurio Joaquín García-Huidobro, la publicamos a solicitud del autor como respuesta a un anterior texto elaborado por Roberto Avila. Clarín, que no comparte sus puntos de vista pero sí considera a la libertad de expresión un derecho, abre este espacio para la respetuosa discusión.