Siempre, si decidimos seguir nuestros sueños, lo que nos hace felices, vamos a encontrar oposición, en la familia, los amigos, en la sociedad y el sistema. Por patrones de crianza, por estereotipos, por ignorancia o por simple imposición. Nuestra única herramienta para defendernos es la resistencia: resistir, resistir, resistir hasta el último día.
Resistir con pasión, con entrega, con locura, con amor. La resistencia muchas veces nos lleva a la soledad, a la soledad absoluta y es en esa soledad, en la turbulencia de la batalla que, se desnudan nuestros miedos y emerge de lo más profundo de nuestro ser, lo más sublime de nuestro espíritu inquebrantable. Si sabemos escucharlo y seguirlo, estaremos a salvo de la crueldad de la realidad.
Nos dirán que no podemos, que soñar es de locos, que es inalcanzable, que busquemos trabajo formal, nos casemos y tengamos una familia, nos dirán que dejemos de haraganear, si ya estamos casados y tenemos familia nos dirán que nos hagamos responsables, que ya estamos viejos para los sueños, que los sueños son para otros, no para nosotros. Nos dirán muchas cosas con tal de desanimarnos, llegarán a insultarnos o hasta golpearnos, si decidimos resistir hasta el final.
Nos querrán hacer sentir estorbo, nos querrán despedazar la auto estima, buscarán nuestras debilidades y las harán añicos, todo con tal de hacernos desistir y que renunciemos a la única felicidad posible: ser nosotros mismos, creer en nosotros mismos, seguir nuestros instintos.
Nos cercarán, nos esconderán el agua y la comida y nos gritarán que somos lastres, que desistamos, que sigamos el camino de la infelicidad, para que también nos uniformemos, para que tengamos dinero en los bolsillos pero el alma seca. Para que tengamos techo pero el corazón vacío. Para que tengamos hijos, pero el espíritu marchito. Para que sonriamos hipócritamente, para que seamos exitosos, exitosos como todos los que se dejan meter en la camisa de fuerza.
En nuestra lucha interna, tendremos ataques de ansiedad, paranoias, depresiones profundas, posiblemente intentos de suicidio, vamos a llorar, mucho, vamos a maldecir nuestra suerte, buscaremos una droga que nos alivie, esa droga tendrá varios nombres y formas, y al final también nos llevará a la soledad absoluta, donde emerge en el silencio, nuestro espíritu inquebrantable.
Y es en la soledad, en su sosiego, o en su turbulencia, que aprenderemos a hacer nuestro propio camino, para ser nosotros mismos y seguir nuestros instintos, nuestra realización que nada tiene que ver con el éxito. Y aunque caigamos abatidos por la hiel y el dolor, nuestro espíritu inquebrantable nos pondrá en pie para seguir caminando en busca de la utopía.
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