Diciembre 8, 2024

La mediocridad de los aspirantes presidenciales

Alexis de Tocqueville en su obra “la democracia en América” se preguntaba por la ausencia de grandes hombres en la presidencia norteamericana. Esta misma interrogante fluye hoy con toda naturalidad respecto de Chile en el cual la mediocridad y falta de talentos elementales en los aspirantes presidenciales  se hace ostensible.
 
 
En política exterior el Estado de Chile tiene dos temas fundamentales; la relación con Bolivia y el cambio climático global, que es nada más y nada menos que la amenaza a la existencia misma de la vida humana en el planeta.
 
En Parìs  se firmó un pacto por 195 países el año  2015  que  busca evitar o más bien paliar las catástrofes climáticas que se empiezan a vivir, este acuerdo (un Tratado en realidad) fue votado en el parlamento chileno. Que un aspirante presidencial que es además parlamentario no tenga ni noción de su contenido y alcance es imperdonable. Más aún si trata de “engrupir” con alusiones a modificaciones a la carrera funcionaria, un carril liso y llano impropio de un aspirante a primer mandatario. La única conclusión posible es que este señor no lee ni las noticias. En una universidad lo mandarían sentarse de inmediato, seguramente alegaría discriminación.
 
Una aspirante no fue menos en carencia y sinceridad y señaló que a fin de cuentas había que gobernar con asesores, pues para gobernar se necesitan personas que sepan, esa es su solución. No le alcanza para preguntarse , en su lógica, sino sería mejor entonces que gobierne los asesores, los que saben. Es la misma percepción de la presidenta Bachelet, gobernar sería hacer discursitos de circunstancia, inaugurar obras públicas, asistir a ceremonias y galas, lo demás lo hacen los asesores. Hace ya un par de años que la ausencia política de la presidenta es manifiesta. Eso es reinar en una monarquía constitucional, eso no es gobernar. Es obvio que se aspira a la primera magistratura simplemente por las mieles del poder y que no se tienen ideas ni convicciones.
 
Cuando a un candidato hay que “arroparlo” con los “hijos de” o los “nietos de “, es evidente que  hay allí concepciones nobiliarias de la política, la aristocracia de la sangre en definitiva; ideas que desnudan ciertos domicilios ideológicos como simple “movida” ante la falta de cupos en otras latitudes políticas.
 
De conocimientos y talentos poco, casi nada.
 
Se requiere también de trayectoria, en una candidatura seria,  lo cual acredita experiencia en el manejo de la cosa pública y un compromiso vital con las ideas y programas que se quieren o se dice querer implementar.
 
Hay razones en la realidad, objetivas, por las cuales la vanguardia  por estos días la tienen los mediocres. No se trata de puro azar.
 
Estamos entrando a una crisis, es la hora de los monstruos. Las sociedades gustan de los cambios y no pagar la cuenta, el dolor del parto. Por eso se cree intuitiva y acomodaticiamente, que con una “buena persona”, “creíble” las cosas pueden solucionarse. Es una suerte de bonapartismo devaluado, un sucedáneo, tan propio de nuestros tiempos.
 
En esta hora los que han hecho de la política una profesión miran al deporte, el espectáculo y las comunicaciones, un “buen rostro” puede tener tiraje en el mercado político. El diagnostico puede no ser malo  y efectivamente un rostro puede “dar”, claro que para él y los suyos, no para el país.
 
Las soluciones reales para un país en crisis, exigen firmeza y claridad de propósitos, disposición a entrar en combate, enfrentar poderosos, asumir riegos, enfrentar la cicuta de la derrota. Para nada de eso sirven los “rostros”, pero para la actual coyuntura si sirven.
 
La hora de los combates titánicos en que la estrella danzante del futuro este al rojo vivo aún no ha llegado. No podemos esperar líderes todavía para eso se necesita la hora de los hornos.
 
ROBERTO AVILA TOLEDO

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