Diciembre 8, 2024

Finlandeses, ¿estáis seguros?

No saber escribir, hasta ahora signo de analfabetismo, puede empezar a ser considerado síntoma de progreso. Las nuevas formas de comunicación —correo electrónico o mensaje de móvil; en ambos casos, mediante un teclado— han relegado la escritura manual a un uso mínimo. ¿Necesitaremos aprender a escribir a mano en el futuro? Algunos ya han decidido que no: en Finlandia, la enseñanza de la caligrafía en las escuelas será opcional a partir de 2016.

 

 

El pasado 18 de noviembre, esta noticia fue acogida por muchos con estupor. Algunos medios publicaron que a los niños se les iba a dejar de enseñar a escribir. Realmente, los planes del Instituto Nacional de Educación de Finlandia no son tan drásticos (la enseñanza de la caligrafía como caracteres enlazados se seguirá impartiendo, aunque no será obligatoria; sí lo será la escritura manual en letra de imprenta), pero pone sobre la mesa una cuestión que quizá llevábamos un tiempo intentando posponer: si en la actualidad nosotros apenas usamos papel y bolígrafo, ¿lo harán nuestros hijos? ¿Tiene sentido, por tanto, obligarles a aprender a escribir? Yendo un poco más lejos: ¿llegaría el día en que, efectivamente, no sea necesario?

Aprender a escribir a mano es, según muchos expertos, crucial para los desarrollos cognitivo, motriz y de la personalidad, y estimula la actividad cerebral

Escribir a mano siempre ha sido importante. En la antigua China era un arte. Una carta de amor manuscrita y otra mecanografiada no son lo mismo. Nuestra caligrafía, el modo en que inclinamos las letras y puntuamos las íes, forma parte de nuestra personalidad; nos define (con un teclado, lo que nos diferencia es elegir entre Times New Roman o Arial). Pero, al margen de consideraciones románticas o estéticas, aprender a escribir a mano es, según muchos expertos, crucial para los desarrollos cognitivo, motriz y de la personalidad, y estimula la actividad cerebral.

Esencial para la formación

Investigadores de la Universidad de Indiana (Estados Unidos) concluyeron en 2012 que enseñar a escribir a los niños activa partes de sus cerebro importantes para la lectura. Realizaron un experimento con dos grupos de escolares de cuatro años: a los del primer grupo les dieron varias clases para reconocer y leer letras; los del segundo grupo practicaron la escritura. Tras varias sesiones se comprobó que la actividad neuronal de estos últimos era notablemente más intensa que la de los primeros. Los responsables del estudio determinaron que la escritura a mano activa la percepción visual de las letras y mejora la precisión y velocidad para reconocerlas; por tanto, ayuda a leer con fluidez.

“En la medida en que el niño también sepa escribir, le ayuda a mejorar en los procesos de lectura. En ese sentido, cabe pensar que la supresión de esta enseñanza podría provocar cierto retardo en la vertiente lectora”, sostiene Valentín Martínez-Otero, doctor en Psicología y profesor en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid. “Desde un punto de vista cognitivo, la escritura tradicional ayuda a expresar pensamientos y organizar las ideas. Aunque es verdad que algunas de estas cosas se pueden realizar a través de la tecnología, haría a los niños totalmente dependientes de esta. De ningún modo los avances tecnológicos han de impedir que se aprendan destrezas gráficas tan importantes para la formación y el desarrollo personal. A través de la escritura nos vamos construyendo nosotros mismos. Al ser individuos narrativos, si prescindimos de la escritura tradicional podemos convertirnos en seres más robotizados o automatizados, añade el especialista.

El doctor Martínez-Otero hace hincapié en que la escritura manual es “una proyección de la personalidad del sujeto”. Es como nuestra forma de hablar: cada uno tiene la suya. “El proceso de escritura en un ordenador es más estandarizado. La singularización se da en la escritura manual. Sin ella, se llegaría a una situación de uniformidad de la población. Se generaría una cierta despersonalización”. Para los psicólogos, la caligrafía, como tal reflejo de la personalidad, es también una herramienta muy útil. “Nos puede advertir de si el niño sufre cierta ansiedad, por la presión de sus trazos; si es especialmente inhibido, porque apenas presiona sobre el papel… Nos brinda mucha información”.

Manos y cerebro

En el caso de los niños pequeños, la escritura tiene también una función motora: independientemente de lo que escriban, su mano está trabajando en conjunción con su cerebro. “En caso de no utilizarla, para mejorar la actividad motora tendrían que buscarse otro tipo de juego que permita que los niños vayan adquiriendo esa precisión con los movimientos de la mano”, explica el doctor Carlos Tejero, vocal de la Sociedad Española de Neurología.

Escribir a mano, además, estimula el cerebro. “Hay tres áreas que se activan cuando escribimos: el giro fusiforme, el giro frontal inferior y la corteza parietal posterior”, expone el doctor Tejero. Cuando transcribimos información (como cuando tomamos apuntes), la escritura nos ayuda a retenerla. “Por así decirlo, la información no solo entra por el oído y llega a la mano: parte se queda en una especie de filtros del cerebro”, prosigue. A los estudiantes, escribir les ayuda a memorizar. “Cuando realizamos una actividad motora con la mano, conseguimos mejorar nuestra capacidad de atención. Por eso muchas personas utilizan la escritura para retener mejor lo que están aprendiendo. Escribir, si es posible sintetizando la información, es una de las técnicas de estudio más efectivas”.

Pero lo cierto es que cada vez escribimos menos a mano. Incluso para tomar pequeñas notas existen aplicaciones de móvil que las graban y las ponen en línea con todos nuestros dispositivos. Podemos confeccionar una lista de la compra tan solo seleccionando imágenes en otras apps. Los autógrafos de los famosos, antaño tan valiosos, han sido sustituidos por fotos con ellos, que, ciertamente, demuestran irrefutablemente que hemos estado a su lado. Ante semejante despliegue de innovaciones, ¿dejaremos de aprender a escribir a mano algún día?

Los expertos creen que no. “No siempre vamos a tener cerca algo para escribir a máquina”, dice Carlos Tejero. “Me cuesta mucho pensar que alguien vaya a optar por perder una habilidad adquirida. Sería un error”. Sabemos que Finlandia insiste en que sus futuras generaciones no dejarán de escribir a mano: tan solo abandonarán la caligrafía tradicional, la que aquí aprendimos en populares cuadernillos. Sí, podrán escribi “SOS” si un día se quedan atrapados en el coche sin batería en el móvil. ¿Pero cómo se apañarán para una carta de amor?

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