Diciembre 4, 2024

Presentan querella por torturas contra el general (R) Juan Emilio Cheyre

Una querella por torturas se sumo a los muchos problemas judiciales que acumula el ex comandante en jefe del ejercito general ® Juan Emilio del Sagrado Corazón de Jesús Cheyre Espinosa. Esta fue interpuesta por el preso político Hugo Toledo Pérez con el patrocinio del abogado Roberto Ävila Toledo ante la Corte de Apelaciones de la Serena.
 
 
Cheyre fue el jefe de la inteligencia militar en el regimiento Arica de esa ciudad y según diversos testimonios su información permitió confeccionar la lista de fusilados por Sergio Arellano Stark en la caravana de la muerte. Sin perjuicio de lo anterior se han ido acumulando antecedentes por torturas en el regimiento a los muchos chilenos que pasaron por el regimiento Arica que estaban al mando directo del entonces teniente Cheyre.
 
En la querella interpuesta por Hugo Toledo se lee “El 15 de Septiembre del año 1973.cerca de las 10:00 de la mañana fui sacado violentamente a la fuerza de mi  lugar de trabajo, por un pelotón de carabineros. Con armas apuntándome a mi cuerpo, fui obligado a salir  del laboratorio y dejado en contra una pared, con las manos en alto. El encargado de la patrulla dio una orden a mi vigilante. “Si intenta fugarse” Dispara!   Ese día me encontraba desempeñando mi cargo de jefe de laboratorio químico de la industria de neumáticos (MANESA), en Tierras Blancas, ciudad de Coquimbo.
 
Sin saber los motivos de mi detención, estuve cerca de una hora esperando que volvieran los demás integrantes de  la patrulla. Ellos habían ido a reunir a los trabajadores al casino y detenido a tres compañeros, Marcos Barrantes, Darío Crespo y Franklin Monardes.
 
Fui llevado a las afueras del edificio e introducido en un furgón policial. El vehículo se dirigió a un lugar desconocido, al llegar al destino me percato que es una recinto de carabineros, en el centro de la ciudad de Coquimbo. Fuimos sacado rápidamente, dándonos la bienvenida con golpes e introducidos a unas celdas. El interrogatorio comenzó con golpes de puños por todo el cuerpo y amenazas con lanzaros al mar, en la Pampilla.  Todo termino al anochecer.
 
Desde ese lugar fuimos trasladados hasta el regimiento Arica, en la ciudad de La Serena. El hambre y el frío me eran muy intensos. Deseaba saber pronto los motivos de mi detención y quedar libre después de algún interrogatorio, pues no tenía conciencia de haber hecho nada ilegal. Fui llevado por militares uniformados a un gran salón y colocado contra la pared, con los brazos en alto, al igual que muchos detenidos  que no conocía. En la pared colgaban cuadros con rostros de uniformados, esa era nuestra mirada forzada.
 
El trato fue duro y violento contra todos nosotros, se nos acusaba de  ser comunistas y llevar al pueblo a esa situación que ellos llamaban de  pronunciamiento militar. La culpa era nuestra. Todo termino después de media noche al sacarnos del regimiento y llevados en un furgón de gendarmería hasta la cárcel pública de  La Serena.
 
Los gendarmes nos recibieron al bajar del furgón y nos llevaron al interior de la cárcel. Todo el tiempo apuntándonos con sus metralletas. Nos hicieron  hacer una fila, y entregar nuestros datos personales en un mesón, todo se hacía eterno, el frío y el hambre y el miedo a lo desconocido se apoderaron de mi mente. Uno a uno fueron llevados a distintos colectivos del penal. Fui el último en dar mis  datos personales y llevado a una celda de incomunicado. Se abrían y cerraban puertas hasta llegar a un pequeño cuarto.  Una puerta de metal y una rejilla eran lo que componían la celda.
 
Por mi mente pasaron mil imágenes  e interrogantes ante lo desconocido. Sin saber los motivos precisos de mi detención ni menos lo de mi incomunicación.
 
Al estar ya en mi celda después de algunos minutos  se abrió la puerta y me lanzaron una frazada para soportar el frio. La desesperación de apodero de mí. Comencé a caminar de una lado a otro hasta que me encaramé a la rejilla. Escuché una voz conocida, mi vecino de celda era Pepe Peñaflor, un conocido periodista de La Serena, Pepe me aconsejo guardar la calma.  Allí estaban Jorge Peña Henn, Carlos Alcayaga, el médico Jordán, todos los cuales serán ejecutados por la Caravana de la Muerte.
 
Estuve tres días incomunicado hasta que el juez fiscal mayor de carabineros Manuel  Cazanga , me cito a declarar la Fiscalía militar que se encontraba dentro del Regimiento Arica en La Serena.  Después de la declaración fui llevado al colectivo número 2 de la cárcel de la Serena.
 
Fui acusado  de hacer bombas para el 29 de junio, “el tanquetazo”, en ese día se produjo un alzamiento militar en Santiago, respondiendo a las instrucciones de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) los trabajadores se tomaron las industrias y fábricas en que trabajaban en prácticamente todo el país.  Yo me encontraba en un curso en Santiago por lo que  la acusación era totalmente falsa, no tuve participación alguna en lo que pudiere haber ocurrido en La Serena. Esta acusación devenía de una perversa y delirante asociación de ideas de mi actividad como químico.  Nunca me señalaron días, lugares o personas que me hubieran imputado esta fabricación de bombas, era simplemente un suposición a partir de la cual fui encarcelado, torturado y estuve  a punto de ser fusilado.
 
La acusación no podía sostenerse. Fui dejado en libertad el día 4 de octubre del año 1973.
 
Es posible que en la Fiscalía militar haya quedado registro de mi “proceso”. 
 
El día 18 de octubre a las siete de la mañana llego la policía de Investigaciones, a buscarme a mi casa en la calle Matta. Fui tratado en forma amable y llevado hasta el cuartel de la policía civil en calle Matta, entre Cordobés  y Prat. Allí estaba Hernán Palma, compañero de la industria MANESA. Después de entregar  mis datos personales, fuimos llevados al regimiento Arica de La Serena nuevamente.
 
Nos dejaron en la guardia del regimiento, al poco rato el personal militar uniformado me vendó la vista y fui llevado a mi primer interrogatorio con golpes y amarrado en mis muñecas, para ser colgado por un cordel, los golpes eran  por saber de armas y grupos de combate, ya no era un fabricante de explosivos sino un jefe guerrillero. Nunca pude decirles nada pues nada había y mis compañeros socialistas estaban todos presos conmigo. Esta sesión de torturas duró  alrededor de dos horas. Al atardecer fui retornado al colectivo 2 de la cárcel de La Serena. Sentía dolores intensos en todo mi cuerpo que no me dejaron dormir prácticamente en toda la noche.
 
Estando por segunda vez preso pedí hablar con el vicario castrense del regimiento Arica. El prelado había realizado mi matrimonio por la iglesia. El acudió a mi requerimiento. Le mostré mi cuerpo lleno de moretones y rastros evidentes de tortura. La respuesta del cura fue “En el cielo serán juzgados”
 
Mi ex suegra Raquel Rojas se contactó con la madre del abogado Miguel Bauzá para defender mi causa. El abogado me visito, siéndole imposible  asumir la defensa de mi caso por cuanto se le señaló que por estar en manos del SIM (Servicio de Inteligencia Militar) el proceso era secreto y no correspondía intervención de un abogado.
 
Tengo la impresión que alguien revisó mi acusación anterior como hacedor de bombas y no compartió la idea que se me hubiere dejado en libertad con acusación tan grave y por eso me fueron a buscar nuevamente, ahora bajo acusación de jefe de grupo armado, pero al igual que la vez anterior era una acusación  que flotaba en el aire, no se me confrontaba con ningún antecedente.
 
La Cruz Roja Internacional también verifico las torturas realizadas.
 
La tortura más brutal fue realizada al sacarnos desde la cárcel, un día después de almuerzo. Fui llevado al regimiento junto a una quincena de compañeros y dejado en una sala pequeña, allí fuimos vendados  uno a uno  y colocados en fila, con  la manos sobre los hombros del compañero que iba delante. Nos sacaron y llevados por un sendero hacia lo alto del regimiento. Nos hicieron detener y obligarnos  a quedar de rodillas con  las manos sobre la nuca. De repente me llegaban culatazos por la espalda y el pecho. A  metros de distancia se escuchaban los gritos del compañero que estaba en el interrogatorio. Los minutos se hicieron insoportables. Los gritos de los compañeros que estaban torturando eran espantosos.
 
Llegó el momento de ser interrogado, fui llevado a una pieza, amarrado en la muñeca con los brazos atrás, por entremedio de los brazos cruzaba un fierro, con  la vista vendada. Subí a un piso para sentarse y luego colgado, el dolor en los brazos y muñecas fue horrendo. Al colgarme uno me pegaba con un palo grueso por la espalda, al tratar de encogerme, otro me pegaba en el pecho. Las preguntas por armas ya eran muy esporádicas, simplemente se golpeaba por hacer sufrir, era evidente que nuestros torturadores habían llegado la convicción que no teníamos armas y que nunca las habíamos tenido. Por mi mente vino algo espontaneo. Deje mi cuerpo caerse totalmente. Uno de los torturadores dijo “ Se nos fue” .
 
Fui  dejado en el piso por unos  minutos y llevado hasta la una sala, después  de la torturas fuimos llevados hasta la cárcel. El dolor en el pecho y espalda duro  meses, al igual que insensibilidad de mis muñecas. Después de otra sesión de tortura quede a cargo del SIM. Durante mi permanencia en la cárcel nos visitó un pastor argentino, quien había estado prisionero algunos días con nosotros. Él me relató que el día 16 de Octubre estaba mi nombre, en la lista de citados al regimiento. Arellano Stark se enfureció por no estar yo en el regimiento. Desde ese día, estoy viviendo cada día como un regalo, pues se hicieron fusilamientos masivos en el regimiento. 
 
EL día 7 de diciembre fuimos sacados desde la cárcel y llevados al regimiento, allí fui compañero de celda de Luis Ravanal, hicieron el mismo procedimiento del día del fusilamiento del paso de la Caravana de la Muerte. En la madrugada del 8 de diciembre nos sacan de la celda al amanecer, desde el primer momento pensé que era el último día de mi vida. Al estar con la vista vendada se acerca una persona y me pregunta el motivo de mi detención! Mi respuesta fue que no lo sabía. Era Juan Campusano un sub oficial del regimiento, amigo y dueño de una residencial donde yo había vivido, en la época de estudiante. Me dice ¨ Dile al sub oficial Vallejos que somos amigos¨. El tal Vallejos era uno de los torturadores. Cuando le dije esto al suboficial Vallejos los golpes con el fusil no se dejaron esperar.  Estaba enfurecido. “Yo no soy Vallejos. Hijo de puta”.
 
Este día fui liberado sin mayores explicaciones”.
 
La querella probablemente será sometida a tramitación ante el ministro en vista para Crímenes de Lesa Humanidad Vicente Hormazábal.

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