No todos los carabineros son ladrones, ni todos los políticos son vasallos de los empresarios, asimismo, no todos los curas son pedófilos, pues hay puñado de ellos cumplen con su deber a carta cabal y, además, son honestos con ellos mismos y con las instituciones a las cuales representan.
En todas las épocas han existido sacerdotes muy valiosos y seguidores fieles del evangelio de Cristo, pero hay una iglesia que ama el poder por sobre todas las cosas: es la heredera de Constantino, la de San Pablo y, en Chile, recientemente, la de los cardenales Francisco Javier Errázuriz y Ricardo Ezzati, que cuenta entre sus filas a banqueros de Dios, los mejores especuladores del mercado financiero, casas de prostitución dentro del seno del mismo Vaticano, regentadas por cardenales de la curia romana y servidas por seminaristas. Es la iglesia de los pastores de las vacas gordas, siempre dispuesta a compartir recepciones con la presencia de millonarios y poderosos, y a bendecir la inauguración de bancos y de grandes empresas.
Frente a esta iglesia, que ha convertido a Jesucristo en Banquero y amante del poder, está la verdadera iglesia que vive y sufre con los pobres, la de las Bienaventuranzas, la de “los santos que van al infierno” – los curas obreros –, la de Arnulfo Romero, y en Chile, la de El cardenal Raúl Silva Enríquez, José Aldunate, Felipe Berríos, Mariano Puga, Alfonso Baeza y otros cuantos anónimos.
Hay clérigos canonizados muy funestos, como José María Escrivá de Balaguer, capellán del franquismo, que bendecía los fusilamientos de los rojos; fundador del Opus Dei, cuyos principios se basan en atraer a los más poderosos, a fin de apropiarse del poder y a los pobres los domestican para ser fieles a su condición de sirvientes; en las residencias de la Orden las empleadas domésticas deben estar felices cumpliendo su labor de limpiar las casas de los ricos, es decir, cada cristiano debe desempeñar la labor “encomendada por el Salvador”, sin pretender salir de su clase social.
Los colegios y universidades regentados por el Opus Dei y por los Legionarios de Cristo están orientados a adoctrinar y educar a los hijos de potentados, excluyendo a los pobres y demás postergados de la sociedad. El precandidato, Sebastián Piñera, cada día más nalga, dice ser de clase media y que su padre era un funcionario público ¿Cómo el de Cantinflas, que era cartero? Se educó en colegio de élite, el Verbo Divino, donde cantaba el Himno nazi – en uno de sus viajes a Alemania, siendo Presidente, lo cantó frente a la Canciller Ángela Merkel -. En estos colegios privados y para ricos, además de la instrucción se trata, sobre todo, de hacer buenos amigos quienes, posteriormente, serán sus aliados en los negocios – en el caso de Piñera Carlos Eugenio Lavín y Carlos Alberto Délano, controladores del Grupo Penta.
El fundador de los Legionarios de Cristo, por su parte, Marcial Maciel, un mexicano degenerado de marca mayor. En Chile, el líder de los Legionarios era el cura irlandés John O´Reilly, el predilecto de los millonarios de Chile, que bautizaba a sus hijos e hijas, les enseñaba religión en el Colegio Cumbres, bendecía sus matrimonios, era su confesor y realizaba las misas de difuntos. Era el íntimo amigo de los Matte y compartía con ellos la codicia y el amor por el dinero. El Cristo del este cura irlandés no era muy distinta al de un gerente de banco y el evangelio estaba pleno de consejos para los inversionistas. Era tan estimado y admirado por los ricos de Chile que los parlamentarios le concedieron la nacionalidad por gracia, por el solo hecho de ser el capellán de los ricos.
El cura, aprovechándose de su buena fama, se dedicaba a manosear a las niñitas, hijas de sus amigos, hasta que tuvo que comparecer ante la justicia por delitos de pedofilia, siendo condenado a tres años de libertad vigilado, un verdadero chiste. A raíz de esta condena se le despojó de la nacionalidad chilena y, ahora, la Corte Suprema aprobó la expulsión del país una vez cumplidos los tres años de condena.
Otro de los personajes de la “ramera de babilonia” es Fernando Karadima, un cura degenerado quien, además de hacer muy buenos negocios en el área inmobiliaria, se dedicaba a violar jóvenes de “buenas familias”, aprovechándose de sus puntos débiles psicológicamente. En sus artimañas, posaba de “santo” y decía haber sido íntimo amigo del padre Alberto Padre Hurtado. Denunciado por tres valientes hombres, Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, repetidamente abusados por este clérigo criminal, el cardenal Errázuriz desoyó la denuncia, no les creyó y protegió a este cura demoníaco, muy por el contrario, el cardenal los acusó de falso testimonio y de estar manchando la reputación de un hombre de Dios, que ha dado tantos obispos y curas a la iglesia.
La justicia chilena aplicó la prescripción del delito – zafando como lo hizo su benefactor Augusto Pinochet y, ahora, Sebastián Piñera -, pero el Vaticano, que reconoció sus delitos de abusos sexuales, violaciones y abusos de poder, lo condenó a una vida de retiro y aislamiento, en un convento de monjas, que burlaba la orden eclesiástico celebrando misas clandestinas y recibiendo ricos chocolates durante las visitas de Monseñor Ezzati.
En el juicio civil, los encubridores Errázuriz y Ezzati, “zafaron” sin condena, incluso, sin reparación a las víctimas de los atropellos de poder y abusos sexuales.
El cardenal Ricardo Ezzati, ahora ha encabezado la causa de los criminales de lesa humanidad durante la dictadura, presos en la cárcel-hotel de Punta Peuco, y poco le preocupa la situación miserable de los miles de reos hacinados en las cárceles públicas, con delitos infinitamente menores de los de lesa humanidad – es muy distinto asesinar con dineros del Estado que haber cometido el delito en forma individual -.
Ricardo Ezatti, en su afán de proteger a Karadima – las monjas que lo acogían solicitaron que lo ubicara en otra parte, no porque las violara, pues a este degenerado sólo le gustaban los jóvenes – ordenó el traslado a una hogar de ancianos, en un barrio exclusivo, La Dehesa, cuyo costo por anciano asciende a más de $600 mil pesos mensuales. En esta su última “guarida” tal vez el este anciano lo pasará muy bien, preparando su camino hacia la eternidad ¿encuentro con el Padre Hurtado, de quien se decía amigo?
Juan Barros continúa aún como obispo de Osorno, a pesar de la mayoría de los feligreses de la zona. Este pastor de la iglesia era el íntimo amigo de Karadima y, según el testimonio de Juan Carlos Cruz, Karadima se daba besos con su discípulo.
La iglesia, heredera de Constantino, tiene instituciones como las de los Nuncios, unos siúticos diplomáticos, a quienes les gusta más la participación en los ágapes millonarios que las misas y, además cuenta con los famosos capellanes militares, que bendicen las guerras y acompañan a los fusilados y, en tiempos de dictadura, sirven a los torturadores.
Hay un Cristo compasivo, amante de los pobres y, otro, que es la “ramera” de los ricos y de los ricos y poderosos.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
06/05/2017