Diciembre 2, 2024

Carta a Beatriz Sánchez de un viejo de izquierda (1)

Respetada compañera Beatriz Sánchez.

 

Frente Amplio.

 

Presente

 

 

 

Discúlpeme que le escriba. Es una carta pública de un viejo periodista de izquierda a una candidata del Frente Amplio.

 

Creo que esta carta tiene aún más validez ahora que usted está irrumpiendo en las encuestas y, afortunadamente, está amenazando a Piñera con acompañarlo en el ballotage de fin de año.

 

 

 

La nueva fuerza, que Ud. tan bien representa, viene acompañada de la idea de la honestidad y la anticorrupción en un país donde las instituciones empresariales, como otras de la sociedad civil, y las estatales, están transversalmente atravesadas por la deshonestidad y la corrupción. Esa fuerza nueva también levanta propuestas, validadas por el movimiento social, muy acabadas en materias como la previsión, el sindicalismo, la educación, el apoyo a las reivindicaciones femeninas y otras tan importantes como ésas.

 

 

 

Sin embargo, y esto es asunto de preocupación para viejos como nosotros, hay momentos en que aparecen superficialidades preocupantes en áreas muy decisivas como la relación entre política y sectores o clases sociales (¿a qué sectores sociales representa el Frente Amplio?); una cierta subestimación por lo hecho en bien de los sectores subalternos por personeros y movimientos políticos pasados (Allende, Unidad Popular, partidos revolucionarios creados en el siglo XX); y una superficialidad molesta con respecto al plano internacional, que es también nacional (no hay condena clara al belicismo de EEUU y de Trump; no hay opinión acerca de las guerras actuales; vemos más condenas a “la dictadura cubana” que al imperialismo occidental que atropella los derechos humanos más elementales).

 

 

 

Permítame decirle que a RD y al Frente Amplio, prometedoras fuerzas renovadoras de la actual política en Chile, les falta densidad en sus planteamientos en estas últimas e importantes materias. Eso no parece relevante en la superficial política de máscaras, desideologización y frescura (en mal sentido) que padecen las fuerzas de derecha, centro y centroizquierda hoy, pero creo que la densidad es esencial en fuerzas nuevas, fundantes y más que progresistas, que pueden dar origen a una nueva izquierda en Chile y cambiar el tablero.

 

La posible pequeñez orgánica no exime de tener planteamientos profundos, que vayan al meollo y no a la superficie. Tampoco su brevedad temporal.

 

En la historia de Chile hay ejemplos muchos en ese sentido. Bilbao y Arcos fueron muy profundos. Los partidos nacidos en el siglo XX también: el PC, el PS, la DC, el Mir y el Mapu, por cierto, y si pecaron fue por su profundidad en la crítica y la propuesta, al extremo de ser calificados como utópicos y dogmáticos.

 

 

 

La polémica sobre Cuba surgida entre Margarita Labarca (a quien no tengo el gusto de conocer personalmente) y Ud. tiene que ver precisamente con eso. Más que una diferencia de punto de vista y de carga ideológica es una diferencia entre la levedad suya en el tema y la profundidad de la versión de una perseguida que encontró en Cuba su libertad y protección y que se dio el espacio para estudiar su medio.

 

 

 

Nos ha extrañado que una declaración recurrente de precandidatos y dirigentes del Frente Amplio sea, simplemente, la de que “Cuba es una dictadura” y Fidel Castro, por cierto, “un dictador”, poniendo así , además, distancia frente a uno de los personajes y fenómenos más interesantes del siglo XX y frenando las intenciones, ojalá momentáneamente, de viejos militantes en la perspectiva de integrarse y colaborar con la nueva fuerza.

 

 

 

Debemos pedir de Ud. y de otros personeros un análisis más profundo y acabado -base para relaciones futuras- ante un país, un sistema, un gobierno y un pueblo que durante décadas significaron un hito y un ejemplo para las mayorías populares de gran parte de la humanidad, en América, Asia, África y Europa.

 

 

 

El etiquetar con un stickers (y punto) fenómenos tan complejos es ejemplo de liviandad, y con ese peso no se puede pretender gobernar un país capitalista, como el nuestro, con una postura de cambio. (Sigue)

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